Por Roque Casciero Hasta fines del
año pasado, Iván Noble contestaba reportajes sobre música o sobre asuntos sociales. Al
fin y al cabo, es la voz de los Caballeros de la Quema que se presentan mañana en
el Teatro Opera y un casi sociólogo: estuvo a cuatro materias de
recibirse. Me llamaban para que opinara sobre las Madres de Plaza de Mayo, la
maldita policía... Es que soy charlatán y lengua amable, entonces suelo opinar sobre
todo, incluso sobre cosas que no me interesan, reconoce. Pero, desde fines del año
pasado, en toda nota que hable de Noble tiene que figurar un nombre: Natalia Oreiro. El
cantante tuvo un breve affaire con la actriz uruguaya y se convirtió en presa codiciada
por las revistas de peluquería. La definición es del propio Noble, quien
dice haber pasado de ser el vocero intelectual del nuevo rock a proyecto de sex
symbol. En realidad, soy el mismo tipo. El que contestaba sobre las guerras en
Bosnia es el mismo al que le encantan los ombligos de las mujeres y por eso se mete en
líos.En las notas que dio en marzo, cuando la relación con Oreiro ya había
terminado hacía tiempo, usted decía: Bueno, esto ya se va a pasar.(Se
ríe) Sí, como el menemismo. Bueno, un poco pasó. Había algunos códigos que yo tenía
que aprender y que sólo se aprenden cuando estás en el medio de ese baile. La verdad es
que canto en una banda de rock, así que durante siete años estuve acostumbrado a dar
notas sobre música. Y en quince días tuve que aprender a esquivar cámaras, a no
contestar, a enojarme más o menos con algunos personajes. Pero quedó una inercia muy
grande y sigue habiendo cosas jodidas. De repente, sin ningún tipo de motivos, hace tres
semanas Caras publicó una entrevista que era inventada de principio a fin.Eso ya le
había sucedido antes, pero usted dijo que no iba a hacer juicios. Sin embargo, ahora
está por iniciarle uno a Caras.Mi abogado está viendo si esto se puede encuadrar
en algún marco legal. Quiero ver si se puede hacer algo, aunque el hecho ya está
consumado y Perfil es un holding con abogados durísimos. Lo que a mí me hincha un poco
las pelotas es la prepotencia con la que lo involucran a uno. Y no solamente Caras... El
viernes pasado vi en el diario un aviso institucional de Canal 9, sobre el programa de
Miguel Del Sel: Vienen a cantar Luis Miguel, Palito Ortega e Iván Noble.
Decía que yo iba a cantar ahí y eran las imitaciones del tipo. Pero no está aclarado,
lo cual es defraudación comercial o algo parecido. También lo está estudiando mi
abogado. Lo peor es que uno se acostumbra a que esas cosas pasen en los medios. Y no tiene
mucha importancia que aparezca una entrevista inventada en una revista del corazón en la
que yo aparezca diciendo pelotudeces, pero me pregunto hasta dónde abarca ese tipo de
manejos del periodismo. Porque, ¿cómo sé si la próxima nota al ministro de Economía
es verdadera?¿Al menos lo hacían decir algo interesante en ese reportaje
inventado?¡Noooooo! Pelotudeces tipo Soy una suerte de lobo estepario
(risas). ¿Qué mierda es un lobo estepario, además de un libro de Herman Hesse? De todas
maneras, es gente con mucha imaginación, con una poética especial. Cuando me lo puedo
tomar en joda no deja de ser divertido. Pero hay que ir un poco más al fondo de la
cuestión: ¿por qué existen esas revistas, esos programas? Porque la gente los ve, le
interesa saber quién se acuesta con quién. Es el microclima de la cuadra elevado a la
potencia nacional. En el barrio todos quieren saber con quién se acuesta la hija del
tintorero. Eso mismo, a la señora que baldea, le encanta saberlo sobre los famosos. La
curiosidad perversa hacia la bragueta ajena es un deporte nacional. Y no termino de
acostumbrarme. Empiezan a pasar cosas que no quería que pasaran, como modificar mi
conducta. Quería ir al primer show de Sabina y fui al segundo, porque el primero estaba
lleno de prensa. Si llegaba a ir con mi hermana, que está embarazada, al otro día iban a
poner que estoypor tener un hijo. Además, algunas de estas revistas tienen un pasado muy
jodido. Uno no tiene más que mirar las tapas de Gente de hace veinte años para recordar
lo que hicieron. Creo que todo esto también es un signo de una época: el menemismo
elevó esto a una potencia increíble.La farandulización...El menemismo
terminó de devastar culturalmente un país que ya venía en picada. Las revistas de
peluquería, que siempre existieron, crecieron durante el menemismo. Qué sé yo, hay un
70 por ciento de personas que votan a Rico y nuestro asesor en seguridad va a ser Patti.
¿Será lo que nos merecemos? No tengo la más puta idea, pero a veces uno se pone
demasiado cínico, lo cual no es bueno. Yo canto en una banda de rock, no quiero vivir
pendiente de si hay fotógrafos, no quiero ponerle vidrios polarizados a mi vida. Lo que
más les sirve es tener un personaje medio díscolo para hacer notas: me lo dijeron ellos
mismos. Antes mencionó que se decía que el menemismo ya se iba a acabar. Y
finalmente se acaba.(Sonríe) ¿Sí? ¿Se acaba? Bueno, acá volvió el casi
sociólogo (risas). La verdad es que soy profundamente escéptico y pesimista con lo
que está pasando. Siento que la guerra está perdida desde hace un tiempo. Como decía
Leonard Cohen: Todos saben que la guerra terminó y que los buenos perdieron.
Para entender un país como éste hay que acordarse de que hubo una generación sepultada:
habría que ver qué consecuencias tuvo eso en la configuración moral y ética de este
país a partir de entonces. Pero después lo veo a Galimberti abrazado a Born... Tengo la
sensación de que, si llegamos a los 80 años, nuestros nietos nos van a preguntar sobre
el menemismo como cuando ahora se habla de la Década Infame. Creo que es el corolario de
un país que se derrumba estruendosamente y en el cual la apuesta más arriesgada que se
puede hacer es tratar de tener vidas nobles en un país muy poco noble. Sin embargo,
en la canción Rajá rata, usted le dice al sultán de la Rosada
que se cuide la pancita porque hay olor a goma quemada, a algo parecido a una revolución.
¿Fue un rapto de optimismo? No, porque lo que yo veo... Puede ser, ¿no? ¡Qué
pelotudo! (Se ríe) No, quiero decir, la rabia está, pero es inorgánica, no tiene
plataforma ni objetivos: es quemar una goma, no es la rabia de hace treinta años. No me
siento especialista en analizar la vida de este país, pero veo que hace veinticinco años
había pibes que daban la vida por un país mejor y ahora hay pibes que se pasan tres
noches esperando a Luis Miguel en la puerta del hotel. No me atrevo a hacer un análisis
completo de eso, pero algo indica. Soy muy pesimista con lo que viene, aunque me gustaría
equivocarme. Me parece que, a lo sumo, será una devastación más elegante. No iba a
votar, pero me decidí a hacerlo cuando escuché las declaraciones de Ruckauf diciendo que
Fernández Meijide era atea, anticristiana y abortista. Decidí ir a ver si mi voto podía
complicarle la gobernación al tipo: evidentemente no resultó. Yo sé que es jodido ser
cínico en un país como éste, pero yo no creo que la cosa pueda mejorar. Creo, sí, en
la apuesta más microscópica, pequeñas alianzas, redes de solidaridad. Una banda de rock
es eso, una revista, un programa de radio...¿Será que la solidaridad fue lo que
terminó de destruir el menemismo?Sí, totalmente. Y no nos damos cuenta de lo que
el menemismo inoculó en nosotros. No sé, esos tipos que votan al Partido Obrero pero no
quieren que su mujer se ponga polleras cortas, por ejemplo. Sí, el menemismo nos minó
con gérmenes del sálvese quien pueda, que es nefasto, pero fuimos permeables
a eso. No sé cuántas veces en mi vida tuve actitudes solidarias. Cuando me llamó gente
a la que yo respetaba mucho, traté de estar cerca. Los Caballeros tratamos de estar cerca
de las Madres, de la familia Bulacio, de las Abuelas. Fuimos a hacer lo nuestro, a tocar
canciones: si eso servía para algo, mejor. Pero no hemos hecho mucho más. ¿Cree
que eso no sirve?Cuando tocamos en el festival de las Madres en Ferro, la gran
pregunta entre bambalinas era si eso servía o si los pibes sólo habían ido a ver a las
bandas. Pero creo que algo queda, porque los pibes conocieron la bandera de las tipas,
vieron folletos... Un pibe de 16 años está moldeado por lo que dicen en la familia y la
patria vecinal argentina, que es la misma que clausura Obras y la que vota a Rico.
Nosotros tenemos una banda de rock y cuando nos invitan, vamos: no nos creemos paladines
de los derechos humanos por eso. Pero quizás, escuchar a Hebe de Bonafini porque fuiste a
ver a los Caballeros, te sirve como antídoto contra toda la mierda que te dicen en tu
casa. Ojalá que sea así.
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