OPINION
La prosperidad de Menem
Por Susana Viau |
Zulema
tiene un hermoso piso en Avenida del Libertador; Zulemita, que en la actualidad es
empresaria, adquirió un loft de casi un millón de pesos sobre el Museo Renault; el ex
marido de Zulema y padre de Zulemita tiene una gran finca con una bella cabaña en
alturas, en Anillaco, pero cuando deje el poder y, ciudadano de a pie, quiera volver a
Buenos Aires habitará una mansión con parque y pileta en la calle Echeverría al 3500,
en Belgrano R. Por si las moscas, dice Ambito Financiero, Zulemita le ha refaccionado un
departamento con despacho arriba del local de automotores del que es propietaria, en
Núñez, cerca de la cancha de Ríver. Asegura el mismo diario que la casona de
Echeverría era la que preparaba para sí Carlos Menem Junior y su madre y su hermana
pensaron habitarla luego de la muerte del muchacho. Dado que el bienestar, según las
nuevas teorías económicas, rebasa la copa y se derrama sobre el prójimo, Alberto Kohan,
el hombre del staff más próximo al Presidente, posee también una lujosísima casa en la
zona Norte, envidia del vecindario y comprada, explicó, porque su esposa es abogada y le
va muy bien en la profesión.El noticiero capta la cuadrilla de albañiles trabajando a
marcha forzada en la futura vivienda de la calle Echeverría. La imagen es provocativa,
puede alimentar resentimientos y revivir el recuerdo de un no tan lejano departamentito de
la calle Cochabamba, de un colegio de clase media barrial llamado Carlos Guido Spano o de
estudios capitalinos prestados por los amigos. El viento sopló a favor, arrastró lejos
los pantalones Oxford del gobernador y las ropas sencillas con que se retrataban dos
sonrientes y felices niñitos riojanos. Devolvió a cambio una cuota de desgracia envuelta
en trajes Armani, vestidos Versace, relojes Cartier y bolsos Louis Vuitton. El gobierno
vino con un pan bajo el brazo, fue un Santa Claus generoso, magnífico, coincidió con la
prosperidad, los inmuebles, los coches, las empresas, las relaciones. Podría aprender un
poco el rey Juan Carlos, cuya hija tiene un conchabo en una fundación catalana, un
título nobiliario como regalo de matrimonio y un autito modesto; podía tomar nota Bill
Clinton y no le estarían faltando trescientos mil dólares para mudarse de la Casa
Blanca. Y la caprichosa Hillary que es abogada como la mujer de Kohan tampoco
se hubiera visto obligada a recurrir a un crédito bancario para comprar el nuevo hogar de
Westchester County. La televisión hace un mejunje con la vida e imprime en la pantalla
los mil rostros de la realidad: la inquietante casa de Belgrano R.; Nina golpeando los
barrotes de la unidad penitenciaria de Florencio Varela donde está encarcelado su marido,
Raúl Castels, por pedir comida a la puerta de los supermercados; la anciana desalojada de
un terreno baldío que, mientras llora, clama al cielo: ¿Dónde estás, Dios?
¿Dónde estás?. Alguien, por simple celo republicano, debería preguntarle al
Presidente, aquello de Humphrey Bogart en Casablanca: ¿Qué hacías tú hace diez
años?. Aunque sea a sabiendas de que el Presidente va a guiñar un ojo y contestar,
riéndose con (¿de?) nosotros, como hace unos días: Le voy a dar una pista. |
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