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Por José Maggi Desde Rosario El ministro de Gobierno santafesino Roberto Rosúa permitió ingresar por primera vez desde 1983 a un grupo de periodistas a uno de los centros de detención más sangrientos que tuvo la dictadura en esta ciudad: el sótano del Servicio de Informaciones. La dependencia ocupa una de las ochavas del edificio de una manzana de la Jefatura rosarina y había permanecido inexpugnable a pesar de los 16 años de democracia. Por allí pasaron unos 1800 detenidos, 350 de los cuales están desaparecidos. El lugar será conservado como está para preservar la verdad histórica desde el punto de vista físico, señaló el ministro Rosúa. La visita no fue guiada ya que el jefe de la Unidad Regional II Francisco Partal se negó a acompañar al grupo de cronistas. El recorrido sólo fue observado de cerca por un miembro de la actual División Informaciones, nombre con el que mutó en democracia el temible Servicio. El lugar había sido descripto con precisión por decenas de detenidos que sufrieron allí el cautiverio. Tal el caso de María Inés Lucheti de Bettanín: Una pequeña sala de guardia, un pasillo, una habitación con una camilla metálica donde se torturaba, el despacho del jefe que ocupara Rubén Haroldo Guzmán Alfaro, otra sala que ocupaba José Lo Fiego para redactar sus informes, un baño con solo un inodoro, dos escaleras, una ascendente y la otra descendente, un descanso o entrepiso donde funcionaba la `favela y el sótano, donde fueron alojados los detenidos.El nombre de El Ciego Lo Fiego es archiconocido para los rosarinos. Fue oficial de policía hasta que llegó la decisión del gobierno provincial de comenzar a depurar la fuerza, en una política de derechos humanos inédita en la provincia. Lo Fiego un símbolo de la represión había ingresado a la dependencia el 20 de abril de 1976, cuando el titular era el oficial principal Roberto Scardino; lugar cedido después a Haroldo Guzmán Alfaro, y ocupado luego por el comisario Juan José Seichuk.La recorrida incluye el descenso por las escaleras, en cuyo descanso llegaron a estar tirados unos veinte detenidos, sobre colchones mojados de sangre y orín. Sin hablar, solo escuchando los gritos de los torturados, que intentaban tapar con un televisor a todo volumen, recordaría Bettanín ante la Conadep.En la planta baja hay baño y la habitación más temida: la sala de tortura, donde hoy hay una cama, casi como un remedo irónico de la camilla ginecológica en la que El Ciego hacía sus tareas. La misma en la que en octubre del 76 controlara los latidos del corazón de Ana María Ferrari de Fernández, mientras el comandante de Gendarmería Agustín Feced jefe de la policía y de la patota como se señalaba a su grupo de tareas la golpeaba a trompadas. Y donde le colocara las agujas en los pezones, y le pasara la picana por el cuerpo de Ana María Bettanín mientras la leche brotaba de sus senos maternales.A la izquierda está el archivo, hoy paso obligado hacia la planta alta y el sótano. En la habitación lindera hay un hueco que se abre en medio de un entablonado de madera. Es la entrada del sótano. Lo tapamos por el olor que viene desde abajo, revela un oficial del Servicio, como tratando de conjurar la presencia de los fantasmas del infierno. Pero los detenidos no ingresaban allí sólo por las escaleras. Llegaban desde el exterior por una puerta lateral que daba a la calle, donde los vehículos estacionaban para descender a las 1800 personas que llegaron desde febrero de 1977 a marzo de 1979, según declaró en la causa Feced el teniente coronel Enrique Hernán González Roulet, encargado del departamento Enlace y Registro del Comando de Cuerpo Ejército II. Lo sabía bien porque él se encargaba de los interrogatorios y de los consejos de guerra.
EL JUEZ DE TRELEW RATIFICO PRISIONES
PREVENTIVAS Por A.M. El juez de Trelew Florencio Minatta, que investiga el asesinato del editor Ricardo Gangeme, procesó y dictó la prisión preventiva a los seis detenidos del caso. El abogado de la familia Gangeme se mostró satisfecho por la resolución, pero opinó ante Página/12 que la investigación debe continuar porque aún no está clara cuál fue la participación del empresario Héctor Fernandes en los hechos. Fernandes fue procesado en otra causa por haber amenazado de muerte a Gangeme una semana antes del homicidio. En principio, las sospechas se centraron sobre él y ahora vuelve a escena. En la resolución del juez aparece el testimonio de Héctor González, quien habría mantenido una conversación con Osvaldo Daniel Vitti, procesado como instigador del crimen. Tu amigo me tiene podrido, le voy a pedir que Fernandes ponga dinero para que le peguen un tiro en la cabeza, le dijo Vitti a González. El abogado Luis López Salaberry destacó que todavía son necesarios varios careos, porque hay contradicciones. El letrado sigue sosteniendo que a Gangeme lo mataron por lo que publicaba. Su semanario, El Informador Chubutense, había ventilado un negocio de ocho millones de pesos que Fernandes había hecho con la Cooperativa de Electricidad, en el que el poderoso hombre de negocios de Trelew habría cobrado un sobreprecio de hasta el 2 mil por ciento. La muerte de Gangeme ocurrió diez días antes de las elecciones internas de la Cooperativa y Vitti habría trabajado en esa interna que estuvo teñida por denuncias de fraude para uno de los candidatos que perdió. Y perteneció a la línea interna del diputado justicialista Mario Das Neves, pero su participación en el caso Gangeme habría tenido que ver estrictamente con la interna de la Cooperativa. Además de Vitti fueron procesados Richard Smith como autor material del crimen, y Alejandro Zabala, Fabián Echauri, Alejandro Jara y Daniel Soto como partícipes necesarios. Cuatro de ellos alegaron a los gritos en Tribunales su inocencia y afirmaron que son víctimas de una confabulación.
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