No fue Mar
del Plata en llamas por la invasión de una furibunda tribu ricotera. No fue la osadía de
los neohippies en las reediciones de Woodstock. No fue la furia punk contra el Estado y
sus centuriones. Fueron esta vez jovencísimas muchachas rosarinas las que lucharon cuerpo
a cuerpo con la policía simplemente por entrar, a pesar de no tener los carísimos
tickets oficiales, al recital de su ídolo, totem, norte humano y objeto de deseo: Luis
Miguel. Sonaba al interior del estadio mundialista de Rosario Central el
Quiero de Luismi cuando unas dos mil adolescentes empujaron en la entrada a
todo o nada. Les respondieron 250 policías santafesinos que finalmente no se la llevaron
de arriba. Hubo 50 heridos, 16 de ellos policías, inclusive dos caballos y hasta un perro
de la fuerza. Los azules lograron detener a 13 personas. Seis de ellas son chicas menores
de edad.Cincuenta minutos después de lo previsto, a las diez de la noche, el mundialista
quedó a oscuras y 25 mil personas gritaron a la vez. Luis Miguel iniciaba su show en
Rosario de la misma manera que en su paso por Buenos Aires, montado a un extraño
artefacto que muchos llamaron lámpara de living. Las puertas se habían
abierto temprano y el acceso a la cancha fue seguido de cerca por un operativo policial de
350 efectivos que incluía a la División Montada y la de Perros. El objetivo fue siempre
el mismo: evitar que los colados hagan de las suyas. Así fue que para el comienzo del
recital los sin entrada se habían acumulado como moscas en la entrada principal,
amuchándose contra las vallas de seguridad. Los primeros acordes de Quiero
fueron irresistibles para las fans que habían quedado excluidas. El griterío adentro y
el griterío afuera de simples alaridos histéricos pasó rápidamente al alarido de
guerra cuando se dieron los insultos a la custodia. Los empujones provocaron una avalancha
de muchachitas de entre 14 y maduros treinta. La turba intentó pisotear el vallado que la
separaba del ídolo en la única puerta de acceso. En algunos recitales de rock la
costumbre es que cuando el show ha comenzado, por una simpatía con el público, los
organizadores permiten que se abran las puertas para que entren los que quedaron fuera.
Acá no fue así y enseguida comenzó el combate. Encabezados por los miembros de la
Policía Montada, 250 uniformados arremetieron contra las filas de simpatizantes.
Inmediatamente ellas respondieron con piedras al principio, con botellas después, con lo
que encontraban ya en el fragor de la lucha. La batalla tuvo un saldo de 50 heridos, unas
treinta chicas que fueron atendidas por paramédicos que llegaron en una decena de
ambulancias al estadio. Entre las heridas había cortes, fracturas y traumatismos. Varias
fans fueron trasladadas al hospital Clemente Alvarez. En la sala de guardia del Alvarez se
cruzaron más calmados unos y otras: las mujeres policía y los hombres policía que
recibieron patadas y botellazos, y las lolitas desesperadas que habían perdido la única
oportunidad de ver a su ídolo. La furia adolescente dejó 16 uniformes manchados de
sangre. También la pagaron un perro y dos caballos, magullados por las botellas
justicieras de las amantes del bolero, que demostraron una pasión básica pero
subestimadas por la fuerza pública.Informe desde Rosario: Edgardo Pérez Castillo. |