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ATENTADO NARCOTERRORISTA EN LA CAPITAL COLOMBIANA
Bogotazo de Los Extraditables

Ayer y el martes explotaron dos coches bomba en Bogotá, aparentemente en respuesta a la sentencia de la Justicia colombiana de extraditar a dos capos narcos a EE.UU. La decisión fue confirmada por el gobierno.

La explosión del coche bomba en el residencial barrio Santa Bárbara puso en alerta a Bogotá.
La policía está rastrillando la ciudad y los alrededores en busca de un sospechoso auto rojo.

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t.gif (862 bytes)  En Colombia ya nadie tiene dudas de que los narcos acechan detrás de las explosiones. Después de que la Justicia decidiera la extradición de dos narcos a Estados Unidos, ayer siete personas murieron y más de 40 quedaron heridas cuando una bomba de 80 kilos de dinamita explotó en el barrio residencial de Santa Bárbara, en Bogotá. La segunda explosión en tres días parece confirmar que una nueva y sangrienta ola narcoterrorista en contra de las extradiciones –como la que lideró el máximo jefe narco Pablo Escobar Gaviria a fines de los años ’80– ya está en marcha. La amenaza obligó al presidente Andrés Pastrana a reunirse de urgencia con la cúpula militar. Horas más tarde, Pastrana respondió desafiante a los ataques autorizando ambas extradiciones. Como si fuera poco, el Ejército había advertido que la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas) preparan otra ofensiva contra Bogotá. Las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) protagonizaron ayer nuevos enfrentamientos armados con el Ejército. Pero el foco de atención del gobierno colombiano estuvo en las extradiciones de los barones de la droga y en la narcoamenaza espectacularmente renovada. Después del atentado de ayer en Bogotá, Pastrana confirmó la decisión judicial de extraditar a Estados Unidos al narco colombiano “Jimmy” Orlando Lara Nausa y al venezolano José Flores Garmendia –detenido en Colombia en 1998–. El canciller venezolano, José Vicente Rangel, dio el visto bueno al gobierno colombiano por la extradición de su compatriota.Después de la decisión de Pastrana, la opción más temible y probable es que siga en escena la segunda edición del grupo Los Extraditables, famosos por su lema “Preferimos una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos”. En 1991 –y después de cientos de muertos por la ofensiva del capo máximo del Cartel de Medellín, Pablo Escobar–, una reforma constitucional prohibió las extradiciones de colombianos a Estados Unidos. En diciembre de 1997 –y en medio de la feroz presión de Washington al entonces presidente liberal Ernesto Samper, directamente involucrado en un narcoescándalo–, el Congreso colombiano aprobó otra reforma que levantó esa prohibición. El atenuante fue que sólo se aplicaría por delitos cometidos a partir de 1997, dejando a salvo a los grandes capos detenidos antes de esa fecha.El hecho de que los fallos judiciales de esta semana sean los primeros desde 1997 parece suficiente para explicar el temor a una nueva ola narcoterrorista. “El gordo” Garmendia sería uno de los puntos clave para lograr la extradición de los capos del desaparecido Cartel de Cali, los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, detenidos en 1995. “Los viejos nexos de Garmendia hacen pensar a las autoridades estadounidenses que a través de él se podría demostrar que los Orejuela siguen delinquiendo desde la cárcel”, reveló ayer el diario El Tiempo de Bogotá. Si se comprueba que los hermanos siguieron traficando después de 1997, la irretroactividad postulada en la reforma constitucional no podría impedir su extradición.Junto a los ministros de Defensa, Luis Fernando Ramírez, y del Interior, Néstor Martínez, el presidente colombiano pidió a los jefes de la Policía y del Ejército “establecer si los ataques obedecen a una campaña terrorista lanzada por narcotraficantes que pueden ser extraditados”. El alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, reconoció que tiene la misma sospecha. “No sabemos si tiene relación o no con la extradición. Lo cierto es que la sociedad colombiana no se va a dejar intimidar”, aseguró después de “invitar a la ciudadanía a estar alerta y comunicar a la policía cualquier dato para capturar a los responsables” a cambio de una recompensa de 100 millones de pesos nacionales (51.000 dólares). La advertencia del ministro de Justicia colombiano, Rómulo González, fue más precisa: “El gobierno está averiguando cuál es el origen de la bomba y si comprueba que es narcoterrorismo se cumplirá la palabra del señor presidente. Los extraditaremos a todos”. El embajador norteamericano en Bogotá, Curtis Kamman, salió a condenar el ataque y a respaldar al gobierno. Aunque no dejó de lado la exigencia de que Colombia extradite a los otros 40 narcos reclamados por su país. El miércoles se conoció la lista de países a los que el presidente Bill Clinton deberá certificar o no según su grado de colaboración en la lucha antidrogas. Colombia, como es habitual, figura entre ellos. La descertificación significa la suspensión inmediata de la asistencia financiera de Estados Unidos en el combate al narcotráfico, que en el caso de Colombia llegó a casi 300 millones en 1999 y que podría elevarse a más de 1000 millones si logra la certificación y la aprobación del Congreso norteamericano. Pastrana dio ayer el primer gran paso para que en marzo del 2000 Colombia figure entre los países certificados.

 


 

EL JEFE DEL EJERCITO CHILENO SALIO A “DESMENTIRSE”
Arrepentido pero no tanto

t.gif (862 bytes) “El Ejército jamás va a interferir en las decisiones de otro poder del Estado”, pero “no voy a dar más explicaciones porque lo que dije expresa el pensamiento del Ejército”. El jefe del Ejército chileno, general Ricardo Izurieta, salió así a calmar el revuelo que él mismo causó el martes cuando criticó “el desfile de militares ante los tribunales”. En Londres, los abogados del ex dictador Augusto Pinochet respondieron al pedido del ministro del Interior británico Jack Straw de someter a su cliente a nuevos exámenes médicos. Y Straw recibió una carta de los familiares de los desaparecidos durante la dictadura, en la que le piden que rechace la salida humanitaria porque “nunca será juzgado en Chile”. Un argumento parecido desplegaron algunos diputados socialistas, que pertenecen al oficialismo, luego de las declaraciones del martes de Izurieta. “Si el desfile judicial de militares molesta al jefe del Ejército, el país se pregunta si eso va a ser posible con el general Pinochet”, había dicho el diputado Jaime Naranjo. La bancada socialista de la Cámara baja le había pedido al Ministro de Defensa, Edmundo Pérez Yoma, que citara a Izurieta por “intromisión en la Justicia”.Desde Nueva York, Pérez Yoma salió a defender al Ejército, recordando que hay tres ex generales de los servicios de inteligencia detenidos “sin que se haya producido ninguna falla en el acatamiento de lo ordenado por los tribunales de Justicia”. El ministro admitió que “otra cosa es que les guste o no les guste” y que “la gente puede expresar sus opiniones sobre los fallos judiciales”. Es difícil que esta explicación satisfaga a los socialistas y el Partido por la Democracia (PPD), aliados de la Democracia Cristiana en la gubernamental Concertación. El senador del PPD Roberto Muñoz Barra declaró que “en ninguna sociedad donde funcione la democracia, una autoridad de este nivel se permitiría una expresión de esa naturaleza”, y agregó que si el gobierno “no determina una explicación de estos dichos, en la opinión internacional quedará la idea de que en Chile hay poderes fácticos”.

 

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