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Por Horacio Bernades ![]() Quienes hayan visto La cruel verdad reconocerán inmediatamente el mismo esquema en La gran pregunta. Asumido definitivamente como un showman, el realizador se presenta sobre un escenario, desplegando el carisma y la dinámica propias de lo que en Estados Unidos llaman stand-up comedian. Con sus inconfundibles gorrita de béisbol, campera universitaria, zapatillas y muchos kilos de más, el hombre editorializa con cruel sarcasmo, disparando dardos sobre sus blancos favoritos: gobernantes mentirosos, empresarios codiciosos, figuras públicas de la derecha. Pronto, ese show lleno de guiños, eufóricamente recibido por una audiencia cautiva o cautivada dará paso a lo que a esta altura podría denominarse "Moore en acción". Y que consiste básicamente en los mismos dardos. Pero ahora disparados en vivo y a quemarropa sobre aquellos destinatarios. El hombre, que cultiva un personalismo sin empachos, sabe ser un denunciador de injusticias, un héroe de la clase trabajadora y un cómico brillante, todo al mismo tiempo. En La gran pregunta, Moore vuelve al ataque, haciendo pie sobre una de sus obsesiones, actualísima sin duda: lo que en lengua inglesa se conoce como downsizing. Y que en Argentina se llama, pura, trágica y cotidianamente, reducción de costos, achicamiento de salarios, multiplicación de tareas, expulsión de mano de obra. Ajuste, en fin. El eje que vertebra La gran pregunta es, justamente, Downsize this!, un libro de bolsillo que Moore (periodista en sus comienzos) publicó en 1997, y cuya traducción al criollo sería ¡Achicate ésta! Perfecta autopromoción de su propio best seller, no por ello La gran pregunta deja de ser un nuevo y efectivo embate de Moore contra aquello que el realizador viene denunciando por todos los medios a su alcance. Puede causar cierto escozor verlo en el momento en que le comunican que su libro entró en la lista de los más vendidos de The New York Times, o cuando se burla de los oprimidos del extranjero mientras disfruta de su éxito. Pero que es un nacional-populista, tampoco es novedad. Moore es quizás el último convencido de que "sólo el pueblo
salvará al pueblo", y ejerce esa Todo concluye en una nueva pieza de antología, cuando Moore le obliga a admitir a Phil Knight, mandamás de Nike, que superexplota a niños indonesios, le hace el caldo gordo al gobierno genocida de ese país y no está dispuesto a darles trabajo a los desocupados en su propia tierra. Vista desde aquí, La gran pregunta es, obviamente, otra: ¿para cuándo un Michael Moore argentino?
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