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Sólo lo recuerdan un puñado de memoriosos, otro de testigos presenciales y los hurgadores de archivos. El viernes 2 de junio de 1989, el tercero tras las elecciones presidenciales, sentado en su propia cama, acompañado sólo por dos de sus apóstoles, el ahora fallecido Rubén "Buscapié" Cardoso y el actual senador Eduardo "El flaco" Bauzá, el presidente electo Carlos Menem dio a conocer su primer gabinete de ministros. Lo hizo prefigurando lo que sería su estilo por años: hiperpersonalista, sin dar explicaciones, sorprendiendo, jugando al misterio y el poder (lo que, si se tiene muñeca, es una forma sutil de ejercerlos). Los precandidatos esperaban afuera, en una amansadora eterna. Desfilaban de a uno y --sin mediar ningún diálogo-- el Jefe les hacía conocer su destino inmediato, desde el lecho. Más de uno se fue con las manos vacías o menos colmadas de lo que esperaba. Otros recibieron poder minado por enormes condicionamientos. Menem había sido elegido 19 días antes en medio de una fenomenal crisis política, económica y social. Siempre fue un velocista, un hiperkinético, un dirigente más proclive a perder un peón que a demorar una movida. En medio de ese incendio, insumió casi tres semanas para designar a su gabinete. Matemáticamente, el tiempo que venía tomándose el más sosegado Fernando de la Rúa --quien viene a sucederlo en tiempos indeciblemente menos tormentosos-- cuando un neumotórax espontáneo congeló la imagen de la transición democrática por tres o cuatro días, que pasarán para la gente de a pie como si nada y que, para un puñado de protagonistas y cronistas (incluidos, sobre todo, los que esperan saber su inmediato futuro), parecerá una eternidad. Tres piezas sueltas Algo o Alguien apretó la tecla de Pause en un momento especialmente magmático, el tercer viernes después de las elecciones presidenciales. Haya demorado o no mucho, sea un tiempista, sea "la tortuga Manuelita" o cualquier otra variante intermedia, De la Rúa entró al Instituto del Diagnóstico cuando todavía tenía muchas cartas boca abajo y muchas decisiones públicas in pectore o pre in pectore. El futuro gabinete nacional era, anteayer a la mañana, un rompecabezas incompleto. Más allá de que no hay una sola designación confirmada, tres piezas brillaban por ausencia de definición: Interior, Educación y Jefatura de Gabinete. Antes del neumotórax ya empezaban a parecer un dilema. * En Jefatura de Gabinete e Interior los nombres sobran. Los más sonados recientemente para Interior fueron Federico Storani y Juan Manuel Casella (en ambos casos un reconocimiento al radicalismo bonaerense, aderezado en el segundo por un sosegate a Fredi). En Jefatura de Gabinete renace de sus cenizas Rodolfo Terragno y están en las gateras los ex gobernadores de Chubut Carlos Maestro y de Córdoba Ramón Mestre. Raúl Baglini se autoexcluyó ante De la Rúa aduciendo que su salud le impide asumir cargos ejecutivos y Fernando de Santibañes parece haber retrocedido dos casilleros por no dar el perfil, según la lectura de Chacho, quien --según informó Página/12-- se la hizo saber privadísimamente a De la Rúa. Lectura que comparte el propio ex financista, que se ve mejor formateado para una tarea de consulta. * Pero, en verdad y por mucho, el área más conflictiva es Educación, un territorio en que la Alianza quiere marcar una diferencia de calidad con el peronismo, por lo que la carencia de señales o las señales deprimentes (como reducir el ministerio a una dependencia de Justicia) resienten al gobierno entrante en lo que debería ser uno de sus flancos fuertes. En principio, se descartaba que el Frepaso tendría prioridad para el ministerio, pero los sucesivos postulantes -- Adriana Puiggrós, Juan Carlos Tedesco y Ricardo Ferraro-- parecieron (nada es definitivo aún en este carrousel) ir cayendo en desgracia. Lo que ocurrió es que De la Rúa abrió teléfono rojo con (y bolilla negra a) la jerarquía de la Iglesia, lo que derivó en vetos a figuras reputadas "de izquierda" y pareció orientar el favoritismo hacia Juan Carlos Palmero, cuyos pergaminos en materia educativa son ser un radical de pura y vieja cepa y un pollo de monseñor Francisco Primatesta. Sus pergaminos no concuerdan con la importancia que la Alianza debería dar al área educativa. Su ventaja relativa sería no estar enrolado en la interna que enfrenta a educadores más afines a CTERA como Puiggrós y Tedesco con economistas liberales de distinto cuño que quieren hacer llegar los beneficios de su credo al área educativa, línea que integran como aliados objetivos (antes que como constructores conjuntos de discursos y consensos) Santibañes, Ricardo López Murphy y Juan José Llach. Llach es, dadas las reglas que parecen regir el casting, un candidato expectable por cruzar varios factores: al OK eclesial, prestigio profesional, buenas relaciones con el peronismo, largo conocimiento personal con De la Rúa (sus esposas son amigas desde la infancia), un respeto intelectual y personal que le prodiga Chacho y años volcando su foco de estudio a la educación. De hecho, prepara el lanzamiento de un libro sobre el tema para el próximo 24, cuya presentación albergará un debate entre Lopez Murphy, Tedesco y la ex funcionaria peronista Inés Aguerrondo. Casi una dramatización sobre tres posiciones (la frepasista, la neoliberal, la que impulsó Susana Decibe) en danza. Llach, convencido cultor del bajo perfil, viene diciendo hace tiempo que no quiere volver al gobierno tras sus años de gestión junto al actual candidato multiuso Domingo Cavallo. Pero esa convicción sincera, dicen quienes lo conocen, podría naufragar si De la Rúa en persona, sin intermediarios, le ofrece el cargo. Según expresó el viernes Llach a una periodista de Página/12, ese ofrecimiento no se produjo. Agregó, con amable ironía cartesiana, que por ende no fue rechazado. Y se negó a aventurar qué ocurriría si lo virtual se hiciera real. Si aceptara, habría alegría en la Curia, en el equipo de José Luis Machinea (con el que Llach tiene lazos y coincidencias muy fuertes). En ostensible contrapartida, los sindicatos docentes, la conducción de la UBA y Franja Morada se pintarían la cara. Buenos modos, nulos acuerdos Pero en el equipo económico tienen poco tiempo para pensar en otras áreas. La discusión sobre el presupuesto es el issue central de la transición, la principal preocupación de De la Rúa y un dolor de cabeza para José Luis Machinea, quien entiende que los tiempos se le acortan. El peronismo, fiel a su estilo, le ofrece dos presupuestos alternativos: el presentado por el ministro de Economía Roque Fernández y su adecuación, sugerida por los gobernadores del PJ al presidente Carlos Menem. Los dos, explicó a Página/12 un colaborador estrechísimo de Machinea, están dibujados para cerrar los 4500 millones de déficit que autoriza la Ley de Convertibilidad Fiscal pero ambos (aunque el de los gobernadores es más prolijo) tienen un agujero negro de 2000 millones de dólares que Machinea no quiere aceptar. Un agujero negro que contiene previsiones falazmente optimistas sobre la recaudación y acerca de recortes de gastos que no podrán hacerse. Lo que obligaría a la Alianza a inventar nuevas gabelas y hacer más recortes, para cumplir las metas dibujadas por Roque y retocadas por "los gobernas" peronistas. Además, de los dos presupuestos sólo uno (el de los gobernadores, cuyo abanderado es el diputado Oscar Lamberto) parece tener viabilidad política. Eso sugirió la reunión entre el actual oficialismo con Machinea y algunos diputados de la Alianza que se hizo en la Casa Rosada, con la presencia del mismísimo Carlos Corach y sin ningún representante de Economía, una señal palmaria de que el proyecto de Roque (cuyo abanderado es Pablo Guidotti) no es cabalmente opción. El sistema económico realmente existente en la Argentina, hijo de la reforma impulsada desde Economía por Cavallo, es bastante peculiar. Prácticamente, toda la tarea de recaudar está centrada en el Estado nacional y la parte del león de los gastos reservada a las provincias. La centralización de la economía estatal y la fragmentación de las políticas sociales (la lógica administrativa e ideológica de la convertibilidad) derivan en una relación compleja y plena de canjes. En tiempos de hegemonía de Cavallo y Menem, el hiperministro resolvía la ecuación, a través de su subsecretario de Relaciones Fiscales Juan Carlos Pezoa, quien manejaba con mano de hierro los recursos, les daba a las provincias letra a cambio de plata, imponiéndoles las líneas maestras de sus políticas. Roque hizo más laxa esa relación, a cambio de desentenderse de los problemas provinciales. El próximo gobierno --rodeado por gobernadores peronistas-- no tendrá poder para reiterar el centralismo decisionista de Cavallo ni plafond político --en una sociedad que exige algo más que equilibrios macro-- para el liberalismo disgregador de Roque. Los Machinea boys lo saben y se masajean las muñecas para pulsear con las provincias. "Hay buenos modales pero no creemos que haya acuerdos", describen los aliancistas que integraron la reunión. Machinea exigió acordar cuánto gastarán las provincias en el 2000: propuso a Corach pautar lo mismo que en 1999 y rebotó. Pesimistas, los economistas de la Alianza piensan que la semana que empieza mañana deberán romper la inercia y --si los acuerdos no avanzan-- comenzar a desplegar una estrategia propia, presentando proyectos de ley al Congreso. Corren contra reloj, porque anhelan que esos proyectos empiecen a tratarse en ordinarias y los plazos parlamentarios apenas si les dejan margen. Pero, además, para pasar a la ofensiva es menester algo que Machinea no tiene, la chapa de ministro. Cuando alboreaba el viernes, en los lobbies del Hotel Panamericano (la sala de preembarque a la Rosada) y en las oficinas de la Fundación que preside Machinea se descontaba que ese nombramiento, solo o en bloque con los otros ministros, se produciría durante la semana que empieza mañana. El equipo económico desplegaría, en ese marco, una ofensiva, posibilitada por la legitimidad del gobierno electo y por la convicción de los principales cuadros peronistas de que la oposición salvaje es piantavotos. El miércoles 17 el Congreso debe declarar formalmente quién ganó las elecciones del 24 de octubre, un trámite ritual al que --decían acá y allá-- De la Rúa quería nimbar haciendo saber quiénes lo acompañarían. Pero nada es seguro. El misterio y la sorpresa, más allá de los estilos, son recursos de los hombres del poder. Y, para colmo, Algo o Alguien apretó la tecla de Pause en un momento inesperado.
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