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Por Julio Nudler La inválida designación de Rodolfo Barra para presidir la Auditoría General de la Nación no es la única cuestión conflictiva que se cierne sobre ese organismo dependiente del Parlamento. No menos problemática que la elección del futuro conductor será el nombramiento de tres nuevos auditores generales por parte de la Cámara de Diputados, cargos que quedaron vacantes el 5 de setiembre al vencer sus mandatos. Además de discutirse quién presidirá la AGN, incluso aceptando que deba ser un justicialista, habrá que lograr un acuerdo sobre la composición política del directorio. Al respecto, es improbable que la Alianza acepte que el PJ detente la presidencia y al mismo tiempo la mayoría en la cúpula, integrada por siete auditores generales. Hasta el momento, el radical Enrique Paixao fue un presidente en minoría, sentado al frente de un cuerpo formado por cuatro justicialistas y dos correligionarios suyos. Todo el enredo surge de una confusión legal que nadie se ocupó de resolver. La ley 24.156, que creó la Auditoría, estableció en ocho años la duración de los mandatos, aunque en el caso de los tres auditores generales que designa la Cámara de Diputados dispuso un primer turno de cuatro años, para que después la cúpula (exceptuado el titular) se renovara por mitades. Esa ley fijó que los auditores serán escogidos observando la composición de cada Cámara. Esto explica que, por el Senado, haya dos auditores justicialistas y uno radical, y que prevaleciera la misma relación en las sillas correspondientes a Diputados. Por eso, hasta la reciente caducidad del primer turno de auditores designados por la Cámara baja, había cuatro justicialistas y dos radicales. Como a partir del 10 de diciembre la Alianza será mayoría en Diputados, esta Cámara designará dos aliancistas y un PJ. Con ello el match quedará empatado 3 a 3. Pero si el presidente, séptimo miembro de la cima, fuese justicialista, la oposición ostentaría tanto la presidencia como la mayoría.Esto resulta así porque la Constitución de 1994 estableció que la Auditoría debe ser presidida por un opositor. Sin embargo, este criterio entra en contradicción con la duración legal de los mandatos, y hubiese exigido una modificación de la ley. Como ésta sigue vigente, Paixao tiene mandato hasta el 2003, aunque su permanencia burlaría la letra constitucional. Para acatarla, Chacho Alvarez y Rafael Pascual (o quien presida Diputados) deberán designar a un justicialista como sucesor de Paixao. Es obvio que esa tarea no les corresponde a Carlos Ruckauf y Alberto Pierri, que en todo caso hubieran debido designar a un aliancista y no a Barra porque, hoy por hoy, el PJ es gobierno.En los últimos años, la Auditoría fue manejada con la regla del consenso: los garbanzos se contaban antes de tomar cada decisión, evitando votar. Unanimidad, en lugar de mayoría y minoría, fue la norma, equivalente a un mínimo común denominador en la acción del organismo. Esto se tradujo en la decepción que provocó entre quienes esperaban que fuese un arma eficaz contra la masiva corrupción del gobierno menemista. Además del primer filtro colocado en la AGN misma por el mecanismo del consenso, sus investigaciones son giradas al Congreso, donde caen en un nuevo trapiche político.Desde este punto de vista, una AGN presidida por Barra y con los auditores aliancistas en minoría podría amenazar el pacto o duopolio radical-justicialista que encapsuló al organismo. Barra podría utilizar su margen de maniobra (el margen del que no dispuso Paixao) para proteger la pasada gestión menemista y hostigar al gobierno de la Alianza. Esta recién reaccionó el jueves mediante una rueda de prensa que le apuntó los cañones a Barra. Revisando su oscuro pasado y su múltiple participación en las privatizaciones, arguyeron que iba a vivir excusándose por impedimentos e incompatibilidades, no pudiendo entonces desempatar entre las previsibles preferencias de los tres auditores peronistas y los otros tantos de la Alianza. La AGN quedaría entonces paralizada. Más allá del dudoso tino deeste enfoque, el grupo aliancista que salió al cruce del ex ministro de Justicia habría actuado con la explícita venia de De la Rúa y Alvarez.
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