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Una tarde de murga bajo el sol de Boca

Quince murgas festejaron 15 años de los centros culturales.
Fueron tres horas de candombe en las calles boquenses.

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Por C. R.

t.gif (862 bytes)  Por tres horas, el carnaval pisó fuerte por las calles de la Boca, con un festejo a toda murga por los 15 años de vida de los centros culturales barriales. Quince murgas, una por cada año, desfilaron por Caminito y por la Vuelta de Rocha, seguidas por una multitud de curiosos que terminaron por moverse –o al menos lo intentaron– al ritmo de los tambores. La fiesta culminó en la esquina de Pedro de Mendoza y Almirante Brown, frente al viejo puente del Riachuelo, con negro spirituals, malabaristas, trapecistas, una banda joven pero con el estilo de las que antaño hacían música en las plazas, y un grupo de percusión con sabor africano. El centro de atracción fue la murga. Estuvo el verde, rojo y amarillo del uniforme de Los Guardianes de Barracas. Las diferencias había que buscarlas en las leyendas o dibujos de los trajes de luces. Algunos de los jóvenes lucían la inscripción “The Beatles”, como si los duendes de Liverpool fueran moda, y otros innovaban con el grupo Viejas Locas. También pasaron Los Descarrilados del Parque Avellaneda, grupo que le debe el nombre al trencito infantil que existía en ese paseo público y que corría sobre rieles, único en su tipo en la ciudad. En este momento, el tren está fuera de circulación hasta tanto se concrete el llamado a licitación previsto para reactivar el ramal. Los Majestuosos de Caballito también arrancaron aplausos. Banderas rojas, verdes y azules, malabaristas –algunos de apenas diez años– y un ritmo parejo. Después le llegó el turno a Descosiendo la Vereda, la banda de La Paternal, que compartió el escenario con el Centro Murga Los Pitucos, de Villa del Parque. En todos los grupos prevalecían los chicos de 10 a 12 años, o los preadolescentes, aunque también había adultos que se movían como líderes, marcando el compás. La mayoría eran mujeres y el fútbol, pretendido territorio machista, no les era indiferente: “Silvana, Boca te ama”, “Racing sos mi vida”, “Yo, San Lorenzo”, eran algunas de las inscripciones que llevaban las chicas sobre sus espaldas. Otra había aunado dos pasiones bien diferentes: una imagen de Jesús y el nombre “Vero” (por Verónica), escrito con los colores azul y amarillo del club de la Ribera. En la Boca, las bosteras eran algo más que la mitad más uno. Después hubo música con los coros Coral Amancay, Negro Spirituals, Coral Mijue, Vocal Cumulén y el Coral del Parque. Cerca del cierre, ocupó el escenario el grupo La Bandina (La Banda de Catalinas), integrada por cuatro chicos y cuatro chicas. Tangos, rancheras y hasta una cumbia, con el sabor de las viejas bandas de plaza, fue el repertorio elegido. Los integrantes de La Bandina visten el uniforme –y hasta el casco protector de latón– que usaban, en 1930, los Bomberos Voluntarios de la Boca. El telón lo bajó Caturga, un grupo de 30 percusionistas que movieron las baldosas y dos tigresas vestidas de rojo que hicieron saltar los tapones.

 

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