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Por Juan José Panno 1. La lesión de Palermo. El primero en lamentarlo, el mortal más autorizado para la queja, la bronca y el pataleo, es el mismo grandote de Boca. Estará varios meses sin jugar; creerá que ya no lo comprarán ni la Lazio ni el Milan ni nadie; mirará por TV el tramo final de un campeonato que lo tenía como protagonista: deberá someterse a un intenso, largo y pesado tratamiento para recuperarse; se achicarán las posibilidades de ser el goleador del torneo (lleva 14, contra 11 de Saviola, a 5 fechas del final) y se rodeará de todos los fantasmas clásicos en estos casos cada vez que se imagine pateando una pelota en su vuelta a las canchas.
2. "¿Volveré a ser el mismo?", se preguntará una y otra vez Palermo durante su convalecencia. Y pensará en Teté Quiroz y en Panchito Guerrero, mientras los que lo asistan psicológicamente le hablarán de Jorge Burruchaga, Alfredo Cascini y Fernando Redondo, y de todos los que lograron volver tras lesiones similares. Y le dirán también que los adelantos médicos permiten confiar en un regreso anticipado. Dicen los especialistas que, antes, ésta era una lesión gravísima y hoy no tanto.
3. Palermo descargará toda la batería de bronca disponible contra Mauricio Macri y la Comisión Directiva de Boca por no haber aceptado el ofrecimiento que recientemente hizo la Lazio para llevárselo prêt-à-porter. "Si me hubieran vendido, si me hubiera ido a Italia, zafaba de todo esto", pensará en la intimidad, aunque no lo diga públicamente. Pero Palermo, en medio de su lógica pena, sabe, por la estúpida forma en que se lesionó, que podría haberle pasado lo mismo en un resbalón subiendo al avión que lo trasladaría a Italia.
4. "Perdemos un fangote de guita", pensarán, resumiendo su lamento, los dirigentes de Boca, calculando el lucro cesante por la no venta a Italia de Palermo, el desembolso que deberán hacer ahora para pagarle a un jugador con el que no podrán contar y los ingresos que dejarán de percibirse por recaudaciones si Boca llegara a mancarse rápidamente en la carrera por el título.
5. Carlos Bianchi se anota en la primera fila de los sinceros apenados por la lesión de Palermo. Los números cantan que el delantero hizo más del 50 por ciento de los goles que convirtió el equipo en este campeonato (14 de 26) y sabe también el peso psicológico que ejerce sobre sus compañeros y en los rivales con su sola presencia en la cancha. La posible vuelta de Guillermo Barros Schelotto, que además no podrá ser inminente, apenas si sirve como consuelo. Sin Palermo, sabe Bianchi y no lo desconocen los rivales, Boca pierde un alto porcentaje de eficacia. Junto con Bianchi, el coro de lamentos se agranda con las voces desafinadas de jugadores, dirigentes e hinchas. El técnico deberá trabajar básicamente sobre la autoestima de quien reemplace a Palermo (Emanuel Ruiz, Adrián Guillermo, Christian Giménez, Antonio Barijho) y de los otros diez que salgan a la cancha en los próximos partidos.
6. Lamentarán la lesión de Palermo, cada vez que le pongan delante un micrófono, tanto Ramón Díaz como Oscar Ruggeri. Ellos fueron jugadores y saben lo que significa una lesión de esta naturaleza en la vida de un futbolista. Claro que hoy las circunstancias los han puesto en otro lugar y son conscientes de lo importante que es para ellos, para las posibilidades de los equipos que dirigen, que Boca pierda a un jugador clave y reduzca notablemente sus chances en la pelea, ahora que se llega a la recta final. Por una cuestión de prudencia y buen gusto no dirán nada de sus contradicciones. Algo parecido le hubiera ocurrido a Bianchi si la rodilla rota hubiera sido la de Aimar, Saviola o Iván Córdoba.
7. Los neutrales dirán que es una pena para el campeonato que Boca se quede sin su goleador, evaluando que el equipo perderá aire especialmente en los partidos que debe jugar como visitante, contra Estudiantes y contra Belgrano. Los que siguen todo desde afuera imaginaban un final de bandera verde entre los tres equipos y un triangular con Boca, San Lorenzo y River. Los dueños de la pelota, los hombres del negocio, con la televisión en primer plano, coinciden, en esta ocasión, con los neutrales.
8. Además de la lesión de Palermo, el fin de semana futbolero dejó otras razones para la pena. Fue, efectivamente, una lágrima la producción de la Selección Nacional en su partido amistoso contra el Espanyol de Barcelona. Y quedan tras el partido algunas preguntas sin respuesta: ¿a qué juega este equipo? ¿Qué pretende Bielsa? ¿Está prohibido por alguna ley no conocida que los compadres Gallardo y Ortega jueguen juntos? ¿Qué se puede esperar en el partido contra la selección española, un equipo diez veces superior al Espanyol? ¿La Selección seguirá dando pena?
9. Los argentinos que están afuera juegan mal y los que están adentro también. Por ejemplo, Boca. En su partido contra Colón estuvo lejos de sus mejores actuaciones en el torneo, ganó con mucha fortuna y fue cómplice, junto al equipo santafesino, de un partido pobre que no lograron salvar ni el talento de Riquelme, ni el gol 100 de Palermo, ni la habilidad de Enría. Desde la natural perspectiva del hincha de Boca, se ganó un partido difícil y punto, pero...
10. Y, por último, da pena ver a River, el principal candidato al título, jugar de contraataque y regalarle la pelota a Gimnasia, invirtiendo roles de equipo grande y equipo chico. Como en el caso de Boca, desde la perspectiva del hincha se ganó y punto, pero... River fue coprotagonista de un partido que en muchos momentos fue lastimoso. No jugó mejor porque Aimar está lesionado; ganó porque lo tiene a Saviola y porque Gimnasia ayer no le hacía un gol a nadie aunque jugara 24 horas seguidas. Boca y River dan pena, San Lorenzo levantó la puntería con lo que hizo en el segundo tiempo y de los que vienen detrás apenas si se destaca Talleres. Los números convirtieron a este campeonato en apasionante. Pero, globalmente, el fútbol que se juega, sacando excepciones, ráfagas y pantallazos, es, digámoslo sin eufemismos, un desastre.
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