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Con más de 50 millones de habitantes, un territorio que es el doble de Alemania, y la hipoteca nuclear de Chernobyl siempre a punto de vencer cuando sea demasiado tarde, Ucrania es un país que inquieta mucho a Occidente. Los resultados de la segunda vuelta presidencial conocidos ayer sonarán tranquilizadores, al menos por un tiempo. El actual jefe de Estado, Leonid Kuchma, habría superado con un 57 por ciento a su rival, el comunista Piotr Simoneko, con 38 por ciento. Tras votar en la capital ucraniana de Kiev, Kuchma se apuró a prometer reformas consecuentes rumbo a la economía de mercado. Simonenko protestó porque considera que existió manipulación en los comicios a favor de Kuchma. La comisión electoral central analizó en el transcurso del día las denuncias presentadas por observadores de diferentes regiones. "Nunca se conocieron violaciones tan burdas, cínicas y descaradas contra la ley electoral", dijo el representante de Simonenko, Grigori Ponomarenko. La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) había criticado previamente sobre todo la campaña electoral de Kuchma, que utilizó el aparato estatal y los medios a su favor. "Necesitamos reformas consecuentes, que no caerán bien a todos", anunció Kuchma, mientras se sucedían los rumores acerca de una posible destitución del jefe de gobierno, Valeri Pustovitenko, debido a la persistente crisis económica que atraviesa el país. Durante la campaña electoral el actual presidente se refirió a la estabilidad política lograda durante su mandato y prometió a los 51 millones de ucranianos una activación de la economía, fuertemente endeudada con un FMI renuente a permitirle endeudarse aún más. Por el contrario, el rival comunista, Simonenko, prometió luchar contra la corrupción y poner fin a las privatizaciones y a las reformas de libre mercado. El ideal para los comunistas desengañados con el libremercadismo corrupto de Kuchma es volver al pasado y buscar, como también se propuso en Bielorrusia, un mayor acercamiento con Moscú.
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