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Por Horacio Bernades "Estamos en el umbral de una nueva era", afirma, con aire profético, Arturo Ripstein, y los ojos se le iluminan. Podría pensarse que el hombre se convirtió de pronto en alguno de sus personajes. El líder de la secta de El Evangelio de las maravillas, sin ir más lejos. El cine ocupaba un lugar primordial en su credo. En el caso de Ripstein, su fe parece puesta hoy en una clase especial de cine, que tal vez ya no sea más cine, sino otra cosa: el cine digital. Acompañado por su mujer y brazo derecho, Paz Alicia Garciadiego (guionista de todas sus películas), el realizador de Principio y fin, La mujer del puerto y Profundo carmesí llegó a la Argentina para acompañar el estreno de El coronel no tiene quien le escriba, su film más reciente hasta la fecha. Ripstein llegó con cierto atraso --el film ya estaba en cartel-- porque está terminando su nueva película. Se llama Así es la vida y, a pesar del título, tiene muy poco que ver con aquel viejo dramón familiar protagonizado por Luis Sandrini. Se trata de una versión de Medea, traspuesta al México de hoy en día, que Ripstein realizó en video digital. El mismo sistema en el que se filmaron La celebración, Los idiotas y otras películas del Dogma danés (o "Dogmarketing", según el Diccionario Ripstein de Neologismos Cáusticos), y que despierta hoy el entusiasmo del realizador de La reina de la noche (ver recuadro). Pero es tiempo de hablar de El coronel no tiene quien le escriba. Sumamente distendida, en algún punto la charla con Ripstein y Garciadiego dio lugar a un decidido cruce de opiniones. Y hasta amenazó derivar, en algún momento, a la discusión de pareja. Pero la sangre nunca bajó más allá del río Grande.
--Si algo caracterizaba hasta ahora a sus películas era una mirada cruel y despiadada. En El coronel ..., en cambio, llama la atención la piedad, la ternura incluso, con que ustedes siguen la suerte de los personajes. A.R.: Bueno, eso estaba en la historia original. Es García Márquez el que mira de ese modo a los personajes. Y si nosotros elegimos esa historia y no otra, ¿qué sentido tendría darla vuelta como un guante? Si lo que queríamos era buscar una ferocidad que en la novela no está, hubiéramos buscado otra novela. De todos modos, los personajes de El coronel... tienen también una serie de facetas, de contraluces. Hay pequeñas envidias, egoísmos y crueldades. Lo que no hay son grandes crueldades, que es de alguna manera lo que veníamos haciendo antes. El coronel y doña Lola son más terrenales: el de ellos es un amor largo, pero no eterno. Eterno es el de Profundo carmesí, la clase de amor que sólo se consuma con la muerte. Aquí se trata de un sentimiento más sereno, que los personajes saben que permanece, a pesar de los altibajos y contratiempos. Tal vez sea porque me estoy volviendo viejo.
P.A.G.: El del coronel y doña Lola es un amor que viene a continuación del "colorín colorado", después de que la historia terminó.
--En sus películas anteriores, los personajes se encaminaban a la muerte, fatalmente. Aquí, la muerte precede a la historia. P.A.G.: El coronel y doña Lola son fantasmas vivos, sobrevivientes de una muerte que ocurrió muchos años antes. Ahora no son más que jirones de carne.
A.R.: Lo que les queda es la muerte como traición: quién traiciona a quién, quién se muere primero. De todos modos, El coronel ... no es una película sobre la espera de la muerte, sino más bien sobre la recuperación de la dignidad, sobre lo que en última instancia y un poco brutalmente podría llamarse la decencia.
P.A.G.: Eso, en el caso del coronel. Yo los veo como una pareja simbiótica, una simbiosis que la muerte del hijo comenzó a socavar, lentamente. A partir de esa muerte, comienzan a distanciarse, a ver las cosas de manera distinta. El gallo es lo que expresa esta diferencia: mientras que para el coronel representa la posibilidad de recuperar la dignidad, para doña Lola se convierte justamente en el signo de eso que ahora los diferencia.
A.R.: No, no creo nada de todo eso. En absoluto.
--¿Por qué no? A.R.: Yo creo que las diferencias los vuelven inclusive más simbióticos. Es como si fueran el mismo personaje, visto desde dos ángulos. Pero una separación, jamás. No es que haya como una cuña entre ellos, que estaría representada por el gallo, y que a partir de allí empiezan a separarse. Al contrario, están cada vez más unidos justamente por no pensar igual. El coronel piensa que al hijo lo mataron por sus ideas políticas, mientras que ella cree que fue por una disputa amorosa, una pelea de lupanar.
P.A.G.: Si es como dices, entonces nosotros en este momento estamos más unidos que nunca.
A.R.: Pero la película la filmé yo, y entonces, lo que yo digo, es (risas). No, hablando en serio, ante una muerte siempre se buscan explicaciones, razones que permitan entenderla. Pero la única razón es el destino: las cosas fueron así, y punto. No hay nada que hacer frente a la muerte. Por eso, el Nogales le dice al coronel: "Si no hubiera sido él, hubiera sido yo", y el viejo lo entiende. "Lo entiendo, pero con usted no hablo". Alguno de los dos tenía que morir. Le tocó a Agustín. Pero no hay jamás una cuña que los separe. (A Garciadiego) Y si lo sigues diciendo, te rompo la cabeza (más risas).
--En la película, es un militar quien encarna la decencia. ¿Esto no les causó ningún escozor? P.A.G.: Ese es un tema que me toca ...
A.R.: Sí, mejor de eso habla tú, que eres la militar de la pareja (risas).
P.A.G.: Es que el papel que les tocó a los militares en la historia de México (y en el caso de Colombia ocurre algo parecido) es totalmente distinto del que pueden haber tenido en Argentina, Paraguay o Chile. En la actualidad, ese papel es tan insignificante, que en México ni siquiera se ven uniformes por la calle. Van de civil, y en muchos lugares hay carteles en los que se advierte que está prohibido el ingreso de militares. Pero además, en lo que se conoce como "la guerra cristera", que tuvo lugar entre 1926 y 1929 (ver recuadro), los militares reprimieron al clero. Eran ellos los encargados de defender la educación socialista y la enseñanza sexual, en contra del oscurantismo eclesiástico. Al encarar la adaptación del texto de García Márquez, decidimos que nuestro coronel había combatido en los llamados "conflictos religiosos", y es a eso a lo que refieren algunos diálogos. O sea que no resultaba tan disparatado pensar en un militar decente. En Argentina esto se hace difícil de entender, ya sé.
--¿Y en cuanto al cura? P.A.G.: El padre Angel estaba ya en el relato de García Márquez, e incluso aparece en otras de sus historias. En La hojarasca y La mala hora, por ejemplo. Debo decir que originalmente, el del padre Angel era poco más que un signo de la opresión y el oscurantismo. Nosotros intentamos humanizarlo un poco, haciéndolo más contradictorio. Así que se nos volvió confidente de doña Lola. Y además, cinéfilo. Por otro lado, me servía como contraparte del coronel, como una referencia viviente a las guerras del pasado.
--En la película hay otro personaje, el de la prostituta que hace Salma Hayek, que no estaba en el relato original. P.A.G.: De modo parecido al del padre Angel, el personaje de Julia me servía como puente entre doña Lola y el hijo, y como su contracara, a la vez que me permitía introducir un punto de vista femenino. Hay que tener en cuenta que la propia doña Lola estaba, en el relato de García Márquez, más en segundo plano, y nosotros la trajimos más adelante.
--Es notable el modo en que, en una historia que tiene su clave en el pasado, evitaron el recurso del flashback. A.R.: Bueno, hubiera sido lo más fácil, lo más obvio. Nos impusimos evitar el flashback a toda costa, sobre todo por dos razones muy concretas. En primer lugar, si hubiéramos mostrado a Agustín de joven, se habría empequeñecido, perdiendo el carácter mítico que tiene para el coronel y su esposa. Pero además, en términos específicamente narrativos, de haber intercalado flashbacks hubiéramos interrumpido el flujo natural del relato, esa sensación de postergación, el tiempo de espera que define la película.
--Hasta su película anterior, El Evangelio de las maravillas, ustedes habían elegido moverse exclusivamente en el terreno del melodrama, y en El coronel... dan un paso más por fuera de ese terreno. ¿Abandonaron definitivamente el melodrama? A.R.: Cada historia pide un tratamiento, y para El coronel... no cabía el melodrama, como tampoco el barroquismo. No tenía sentido ir en contra, había que ser fieles a lo que la historia pedía. De todos modos, la película nueva es una adaptación de Medea, y me parece que ahí volvimos a algo más feroz. Pero ya habrá ocasión de hablar de ella, cuando se estrene en la Argentina.
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