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Por Cecilia Bembibre ![]() Isaac "Chicho" tiene treinta y tres años, es arquitecto y artista plástico. Llegó hasta el Carrefour de Vicente López, sede de este ciclo con el que Telefé propone pasar los mediodías del verano 2000, para postularse como "gordo al agua". Una vez pesado y aplaudido, Isaac se dirige hasta la pileta para dejarse caer, intentando desbordar todo el agua posible. Su competidor se llama Eduardo "El Chino", es diseñador gráfico, y va a ganar la prueba apenas por un par de centímetros cúbicos. --Mala suerte, perdiste por tan poco, consuela Cabak a Chicho con esa sonrisa que adora la tribuna. Chicho se va feliz, como el resto de los perdedores de "Un, dos, tres, out". Después de todo, llegaron y se fueron entre aplausos, ganaron un electrodoméstico y salieron en televisión. La fórmula la ensayó hace un par de años "Nico" (no por casualidad la productora detrás de este ciclo es Bus TV, de Nicolás Repetto), y aspira a darle al público un espacio protagónico. Todos los participantes son bienvenidos a recitar su nombre, su barrio, y a mostrar su gracia. Una idea cuya versión más extrema fue, sin dudas, "Televisión abierta", que apostó al minimalismo, se deshizo del conductor y de los premios para dejar en pantalla sólo a la gente. "Un, dos, tres, out" no pretende innovar, y en gran medida es ésa su mayor virtud. Es un programa liviano, simpático, entretenido y previsible. Dentro de sus limitaciones, la primera emisión resultó dinámica, sin histerias. Cabak, asistido por las mellizas María y Paula Marull, es un conductor espontáneo, piropeado por las televidentes que llaman, aunque --al menos todavía-- sin la vehemencia con que las concursantes halagaban a Repetto cuando las invitaba a jugar al siete y medio. Sale al aire de lunes a viernes a las 14 en directo, desde un escenario móvil que está listo para recorrer las playas de estacionamientos de supermercados de Buenos Aires, Mar del Plata y Córdoba. Pablo, que parecía tímido en la tribuna, es seleccionado para el concurso de canto. Los acordes de una canción de Diego Torres lo llenan de energía y entona romántico frente a la cámara como si hubiese esperado ese momento toda su vida. Minutos antes, Florencia de Núñez, que aguardaba firme entre el público sus quince segundos de aire, sacó provecho a sus transparencias y minifalda al ritmo de Marcela Morelo. La ganadora de la tarde fue, sin embargo, Carmen. Una abuela de 72 años que bajó de las gradas de público mostrando el documento y nunca entendió bien cómo terminó nombrando a San Martín (¿quién cruzó los Andes?, fue el escollo definitivo) y trepándose en el asiento del cero kilómetro.
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