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GOBERNADORES DAN VIA LIBRE AL PRESUPUESTO SIN PERDER RECURSOS
“Sos el ministro de la Alianza”

En una acalorada discusión, uno de los gobernadores del PJ criticó en esos términos a Carlos Corach, por su posición dialoguista en la definición por la distribución de los fondos coparticipables. El saldo fue una posición dura.

Comunicado: Después de un duro intercambio, los gobernadores del PJ emitieron un comunicado asegurando que garantizarán la aprobación del Presupuesto 2000.

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José Manuel de la Sota, gobernador de Córdoba, y el ministro del Interior, Carlos Corach.
Ellos dos junto a Felipe Solá querían aprobar la propuesta de la Alianza. No tuvieron éxito.


Por Adrián H. Mouján

t.gif (862 bytes) “Pero Jorge, Corach parece el ministro del Interior de la Alianza”, le comentó el santacruceño Néstor Kirchner al entrerriano Jorge Busti. Ambos gobernadores junto a los mandatarios peronistas del Noroeste, del Noreste y de la Patagonia fueron los que se opusieron a la propuesta impulsada por el cordobés José Manuel de la Sota, el bonaerense Felipe Solá y Corach de aceptar la propuesta de la Alianza de fijar una suma para los fondos coparticipables. Inclusive, De la Sota admitió haberse reunido ayer por la tarde con el futuro ministro de Economía, José Luis Machinea, para tratar el tema, ante la pregunta inquisidora de sus compañeros. Finalmente, todos salieron en bloque rechazando de la idea de la Alianza de girar 880 millones de pesos mensuales como techo para la distribución de los impuestos coparticipables, reclamando un monto de 920. Pero, a la vez, emitieron un comunicado asegurando que garantizarán la aprobación del Presupuesto 2000.
De la Sota, Solá, Corach y su viceministro, Jorge Matzkin, encabezaron la postura dialoguista, por diferentes razones. De la Sota, porque necesita que De la Rúa solucione el conflicto suscitado en la Legislatura cordobesa donde la UCR se opone a dejar la presidencia provisional del Senado –el segundo puesto en la línea sucesoria–, que quedaría en manos de un radical debido a que el actual vicegobernador, Germán Kammerath, dejará ese cargo para asumir la intendencia de la capital provincial. Solá y el ausente Carlos Ruckauf, en cambio, ya acordaron con la Alianza que el Fondo de Reparación Histórica del Conurbano Bonaerense no será eliminado del Presupuesto. Y Corach, depende de De la Rúa para que los legisladores porteños le aprueben su pliego de senador.
Pero en la vereda de enfrente se paró una confederación de caciques compuesta por el salteño Juan Carlos Romero, el santacruceño Néstor Kirchner, el entrerriano Jorge Busti, el tucumano Julio Miranda, el jujeño Eduardo Fellner, el misionero Carlos Rovira, el fueguino Carlos Manfredotti, el formoseño Gildo Insfrán y el vice santiagueño, Darío Moreno. Este sector se reunió por la tarde en la Casa de Salta y acordó impedir la idea de la Alianza de tratar la coparticipación junto con el Presupuesto.
“El pueblo nos envió un mensaje al votarnos a nosotros para gobernar las provincias y a De la Rúa para gobernar el país. No podemos chocar con un presidente antes de que asuma”, argumentó De la Sota, apoyado con entusiasmo por Corach y Matzkin. Las respuestas más duras llegaron de parte de Romero, Kirchner y Busti. “José, todos estamos de acuerdo en que hay que consensuar, pero es necesario separar la discusión de la coparticipación del Presupuesto 2000. Además, una cosa es colaborar y otra es ser colaboracionista”, le contestó el salteño.
“Muchachos, muchachos, –intervino Corach– tenemos que llegar a un acuerdo. Hay que encontrarle una vuelta a toda esta situación”. El ministro se anticipó a la posible confrontación, y reunió a los gobernadores en su despacho antes de llevarlos al Salón Norte de la Rosada.
Una reaparición importante fue la del santafesino Carlos Reutemann, quien mantuvo su habitual silencio y dejó que sus colaboradores, el senador Jorge Masat y el diputado Oscar Lamberto, expusieran su posición. Lamberto fue el encargado de redactar el proyecto que todos los gobernadores terminaron apoyando.
Pero el santafesino no pudo dejar de dar su sensación sobre la reunión. “Parece que algunos compañeros vinieron con el casco puesto”, fue la frase que Lole murmuró al oído de un colaborador. El senador Jorge Yoma, que estuvo en la reunión acompañando al gobernador riojano, Angel Maza, también dio su versión sobre los motivos que originaron la discusión.”Los gobernadores a los que De la Rúa ya llamó y con quienes acordó el tema económico son los que tienen una posición más dialoguista, mientras queaquellos que aún no fueron convocados tienen una postura más dura y de confrontación”, explicó, con simpleza, el riojano.
Al ver que la reunión se empantanaba, De la Sota abandonó su postura. De esta forma, el mensaje enviado a la Alianza es que los gobernadores están dispuestos a debatir una futura ley de coparticipación, pero en bloque. Pero también la invitación a De la Rúa para que dialogue con los gobernadores sin la necesidad de recurrir a Carlos Menem para que cumpla el rol de intermediario.

 


 

PARA GRAVAR A LOS PRIVILEGIADOS, PRIMERO HAY QUE IDENTIFICARLOS
Jubilados de más de 2500 pesos en el laberinto

Por Julio Nudler

t.gif (862 bytes) Aunque Chacho Alvarez volvió a asegurar ayer que habrá un tope de 2500 pesos para las jubilaciones de privilegio, expresando así una decisión ya madurada en la Alianza, la cuestión es más compleja de como la presenta el vicepresidente electo. Es difícil, en primer lugar, separar a los “privilegiados” del conjunto de los pasivos que cobran sumas mayores, aunque está claro que aquéllos son una amplia mayoría en esta napa superior. De hecho, en la base de datos de la Anses no están individualizados. No hay, además, una definición precisa de “privilegio”, y sí muchos casos que caerán en una zona gris (por ejemplo, docentes que se retiran con menos años de aportes que los exigidos a otros activos). Ante estas dificultades surgió la propuesta de bajar todas las jubilaciones sin distinción hasta la cota de 2500, y esperar que luego los no privilegiados presenten su reclamo y esperen pacientemente una respuesta.
El corte generalizado produciría un ahorro anual de 170 millones, aunque nadie la considera plata segura. No será fácil que la iniciativa prospere en el Congreso, que siempre se opuso a ella, y menos que no sea volteada por la Justicia. Los impulsores saben que entre los privilegiados abundan parlamentarios, jueces y amigos de aquéllos y éstos. Como forma de neutralizar el argumento de los derechos adquiridos vulnerados, alguien pensó en dejar los haberes tranquilos, y en cambio gravar a los más altos para conseguir el mismo efecto por otra vía. Los tributaristas consultados opinaron que este rodeo también tendría sus riesgos, porque los impuestos deben ser generales y no percutir sobre un determinado grupo de personas.
Llegado el momento, la Alianza usará el argumento de la razonabilidad de la medida y eventualmente el de la emergencia fiscal, aunque en este caso la poda debería ser temporaria. Saben, de antemano, que la propuesta no tiene muchas chances, pero intentarán imponerla, y si fracasasen procurarían que el justicialismo cargue con el costo político de haber trabado el proyecto, si es que ese costo existe. Tampoco está claro por ahora qué se haría con los 170 millones de ahorro, alcanzables como hipótesis de máxima.
Los preocupados por la seguridad social plantean que ese dinero debería ser reinvertido en el sistema. Esa plata, por ejemplo, alcanzaría para elevar a 200 pesos la jubilación de todos los mayores de 70 años que estén cobrando menos. Su posición es que no puede seguir castigándose a la caja previsional –el pato de la boda del Plan de Convertibilidad– porque su desfinanciación actual es el resultado esperable de la reforma introducida en 1994, al desviarse los aportes de los trabajadores hacia las AFJP, y de las quitas en las contribuciones patronales.
Sin embargo, la ocurrencia de acotar los beneficios en 2500 pesos no surgió de una inquietud por introducir más equidad en la estructura de jubilaciones, sino de la necesidad de cortar gastos como sea para bajar el déficit a 4500 millones en el 2000. Por tanto, si los 170 millones fueran arrebatados a los jubilados ricos para dárselos a los pobres, el problema de los fiscalistas seguiría siendo el mismo. Si en cambio la plata se usara para tapar una partecita del bache fiscal, toda su apariencia justiciera se desmoronaría.

 

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