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Si los diputados quieren, Bussi se quedará sin cargo

La Cámara de Diputados debe resolver el pedido de impugnación contra el dictador, diputado electo por Tucumán, presentado por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.

Antonio Domingo Bussi ya les mintió una vez a los diputados.
Fue cuando escondió las cuentas suizas en su declaración.

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Por Martín Granovsky

t.gif (862 bytes) Antonio Domingo Bussi podría perder los fueros si sus futuros colegas de la Cámara de Diputados deciden que no pueden compartir el recinto con un represor que, además, ya le mintió a la propia cámara. La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos formalizó ayer el pedido de que los legisladores impugnen el diploma del dictador, reciente diputado electo por Tucumán.
Hasta ahora el trámite estaba demorado porque la Junta Electoral tucumana dilataba la consagración electoral de Bussi. Con ese paso cumplido, la APDH dirigió una larga presentación al presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Pierri, donde le pide que no incorpore a Bussi.
La mentira a los diputados, según la APDH, tuvo dos patas, ninguna de ellas, por cierto, corta:
* El fiscal especial Paulo Starc “determinó un significativo incremento en los bienes y cuentas de Bussi y su familia, claramente desvinculado del monto de sus ingresos personales”. Después, el ministerio público presentó una denuncia por enriquecimiento ilícito y evasión impositiva, actualmente en la Justicia tucumana.
ron2.gif (93 bytes)  La Cámara de Diputados quiso verificar si las cuentas suizas de Bussi figuraban en la declaración que el general había depositado al principio de su mandato como legislador. Al abrir el sobre, los diputados comprobaron que Bussi no había incluido los datos sobre las cuentas en el extranjero. “La Cámara no tuvo oportunidad de aplicar las sanciones previstas en el reglamento, pues Bussi ya no era diputado”, recuerda el documento de la APDH. Por este causo también hay una causa: falsedad ideológica.
El documento, que firman entre otros Alfredo Bravo, Simón Lázara y Sergio Di Gioioia, propone que la Cámara de Diputados, cuando examine el diploma, tenga en cuenta si Bussi cumple con el requisito de idoneidad para ser legislador que pide la Constitución. “Podríamos preguntarnos si es posible igualar a un ciudadano en el marco de la sociedad democrática con una persona que fuera acusada de crímenes tales como aplicar torturas a prisioneros indefensos, secuestros y asesinatos”, dice la APDH. Y cuestiona si una persona acusada de masivas violaciones a los derechos humanos tiene el derecho moral suficiente como para “dictar normas a los habitantes de la república desde una banca en el Parlamento”.
Si la réplica indicara que no se puede ir contra el mandato popular que hizo a Bussi diputado, la APDH señala que “el voto, sin el cual no hay república ni democracia, no es un instrumento mágico para limpiar basura, sino una fuente de representatividad”. Y subraya que aquí no está en discusión si Bussi es representativo sino, más bien, si es idóneo para ser diputado.
Ante el argumento de que Bussi no fue condenado, en su caso gracias a la Ley de Punto Final, el texto recuerda que tampoco había recibido condena el diputado Luis Luque cuando fue separado del cuerpo porque dijo que si su hijo hubiera matado a María Soledad Morales, la hubiera hecho desaparecer.
En una carta publicada en La Prensa hace una semana, Bussi dijo que “las operaciones llevadas a cabo en Tucumán se ajustaron en un todo a las leyes y usos de la guerra, aprobados por la Convención de Ginebra”. También calificó de “subterfugios” los recursos legales que pueden impedirle ser diputado y arrojarlo sin fueros a la Justicia.

 


 

BALZA RECUERDA Y SE DEFIENDE
“¿Soy traidor a qué?”

t.gif (862 bytes) “Algunos me han acusado de traidor, ¿traidor a qué? Soy un ciudadano militar y la respuesta que dimos es la que debíamos dar”, explicó el jefe del Ejército, general Martín Balza. Así, defendió una vez más su autocrítica parcial por las violaciones a los derechos humanos que esa fuerza cometió durante la última dictadura militar, aunque en los mismos términos podría haberse referido a otro hecho de la historia reciente que asegura haber protagonizado: según su propio relato, durante el alzamiento carapintada de Villa Martelli se le preguntó desde el entorno del presidente Raúl Alfonsín si estaba dispuesto a defender el traslado del Gobierno a Neuquén y “sin vacilar” respondió que sí.
En diciembre de 1988, Balza era el comandante de la VI Brigada de Montaña, con asiento en Neuquén. Entonces fue cuando Alfonsín debió enfrentar el último de los alzamientos militares de su gestión, el marco de los hechos que ahora contó Balza. El líder de aquella rebelión carapintada –con epicentro en el regimiento de Villa Martelli– fue Mohamed Alí Seineldín, en aquel momento coronel y quien después fue dado de baja y encarcelado por protagonizar otro levantamiento en 1990, ya durante la administración de Carlos Menem.
Balza recordó aquel “momento difícil” y aseguró que, mientras los carapintadas estaban sublevados en Villa Martelli, lo llamaron para preguntarle “si podría preverse un traslado a Neuquén en caso de que la situación se hiciera insostenible para el Gobierno en Buenos Aires”. El jefe del Ejército aclaró –en un reportaje concedido a Radio Del Plata– que quien le habló “no fue el ex presidente Alfonsín, sino alguien allegado a él que invocó su nombre”.
Ante la pregunta concreta de si “iba a garantizar el Gobierno”, Balza contó haber respondido “de inmediato y sin vacilar” que sí. Pero no dejó pasar la oportunidad para hacer un reconocimiento a la fuerza que conduce y aclaró que el traslado de Alfonsín y sus ministros a Neuquén “no fue necesario porque no solamente era el general Balza el que estaba defendiendo el orden constitucional, sino prácticamente todo el Ejército”.
Balza también destacó que “el Ejército puso un interés superior, el de la institución y la Nación” al hacer en abril del ‘95 la autocrítica parcial de lo actuado durante la dictadura militar. “No todo era como se decía, pero gran parte era cierto”, señaló Balza, quien dijo haber asumido esa posición porque ya era momento de “no sostener lo insostenible”.
Frente a las críticas que recibió de sus viejos camaradas por haber reconocido las violaciones a los derechos humanos cometidas por los militares, Balza –que el mes próximo abandonará la jefatura de esa fuerza– señaló que “no hemos traicionado”, sino que “esos poquitos que cometieron esos actos son los que han manchado el Ejército”.

 

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