Por S.K. Según la cuentan, fue una
escena de café, con un hombre tratando de impresionar a otros con su poder y su
conocimiento de adentro. El periodista norteamericano Martin Edwin Andersen,
en una columna sobre la corrupción argentina en el diario The Washington Times, publicada
el 28 de octubre, dio como ejemplo un diálogo del que participó en el porteño Café de
la Paix, en plena Recoleta, un domingo de mayo en el que se definía la interna peronista.
El tema eran las coimas a funcionarios del Estado, comienza el artículo de
Andersen, un tema en el que mi vecino de mesa resultó ser un experto. Mirá,
che me dijo, no eran cuarenta millones de dólares, eran 25 millones. Yo lo
sé porque fui uno de los cinco que puso la plata en los sobres. El que
hablaba, afirma Andersen, era el diputado Claudio Sebastiani, ex presidente de la Unión
Industrial Argentina y miembro de la Comisión Bicameral de Privatizaciones. La coima, la
que habría bloqueado la ley de patentes farmacéuticas.Los 25 millones, según el
artículo, fueron el precio que pusieron los laboratorios medicinales argentinos para
frenar la ley de patentes que protegería los derechos de propiedad intelectual de
las compañías locales y multinacionales. Los laboratorios norteamericanos se quejan de
que pierden millones en el mercado argentino cuando las empresas locales producen copias
baratas de productos americanos, que son inventados en un costoso proceso de
investigación y desarrollo. Gastamos millones en crear un producto, se quejó
un prominente ejecutivo de la firma Pfizer, y seis meses después las compañías
argentinas están vendiendo una copia barata que desarrollan después de mandar a analizar
nuestro producto. Es un robo vil y descarado.Uno de los testigos de la
conversación, citado en el artículo, es Roberto Asaretto, presidente de la Asociación
de Defensa de Usuarios de Servicios Públicos e integrante del Comité de Defensa de
Usuarios Viales. En declaraciones a Radio del Plata, Asaretto confirmó lo escrito por
Andersen y dio más detalles. Lo que Sebastiani dijo, contó Asaretto en un
reportaje a Nelson Castro, es: Pero me van a decir a mí, si yo era uno de los
cinco que hacía los sobres en el despacho de (el presidente de la bancada justicialista,
el diputado Humberto) Roggero.... Y bueno, se imagina que quedamos todos
estupefactos, se hizo un silencio, se hablaron de otras cosas, nos fuimos. Asaretto
recordó que se sintió avergonzado por la escena. Después de salir del
café, le explicó a Andersen que en otros tiempos, si en la Argentina alguien
decía que otro era un ladrón, aun si lo era, iba a recibir un fuerte desmentido en
defensa del honor y el buen nombre. Hoy parece que la cosa está pasando por otro lado: lo
más importante es demostrar que se es importante, que todos veamos que son importantes,
tan importantes que hasta pueden participar del reparto de sobornos. Y hacen gala de eso.
Sebastiani hizo gala de que era uno de los que hacía los sobres. Si él se quedó con un
sobre o los repartía, de cualquier manera me parece que acá el tema no es solamente el
que recibe el sobre sino el que hace de intermediario del sobre y el que paga el sobre.
Porque a veces en la Argentina hablamos mucho de los corrompidos... ¡pero hablemos de los
corruptores también!.Aunque no hubiera ningún periodista extranjero, esto es
un tema muy grave, que nos deja a todos muy mal, dijo Asaretto. Pero que
encima sea ante un afamado columnista internacional... Realmente me quedé muy
impactado. El autor de la columna, Martin Edwin Andersen, es un conocido periodista
free-lance que vivió varios años en la Argentina y escribió decenas de artículos sobre
la transición democrática y los juicios a represores. Autor de varios libros, es miembro
del influyente instituto Freedom House de Washington.
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