Al inaugurar
ayer oficialmente en La Habana la IX Cumbre Iberoamericana, el presidente anfitrión,
Fidel Castro, dijo que escucha educadamente los consejos de sus colegas de abandonar el
socialismo, pero que no los seguirá. Castro aseguró que es imposible que
Cuba abandone los caminos de la revolución y el socialismo, y que oye
como si viniesen del mismo Aristóteles los consejos de otros gobernantes,
pero lo hace con la sonrisa de la Gioconda y la bíblica paciencia de Job. Los
medios internacionales, sin embargo, señalaron que en la Cumbre que culminó ayer la
disidencia interna de la isla monopolizó la atención. En un discurso de
sólo quince minutos, Castro afirmó además que se concedió a Cuba la sede de esa cumbre
sólo porque a principios de la década se pensaba que para hoy su actual régimen ya no
existiría. Con voz cascada, el más veterano gobernante de la región, con 73 años de
edad y 40 en el poder, recordó que en la primera cita iberoamericana, en 1991 en
Guadalajara (México), él era una especie de ave rara, un intruso al que se le
perdonaba la vida al admitirlo en aquella sala. También dijo que Cuba era entonces
la eterna excluida de toda reunión en América, que muchos lo miraban con
curiosidad y hasta con lástima, y que se dudaba de que su país resistiera el desplome
del bloque socialista. Se lo veía como la oveja negra que representaba a un pueblo
rebelde y tenaz que treinta años antes se apartó del rebaño para seguir su propio
camino y estaba condenado al matadero en cuestión de semanas o, a más tardar,
meses. Castro apreció, sin embargo, que por primera vez se reunieran los
latinoamericanos sin ser convocados por Washington. Según el presidente, en 1991 no se
citaba la globalización ni en textos especializados y se hablaba aún del
milagro japonés y de los legendarios tigres de Asia. Rusia entraba en
la fabulosa etapa de la democracia más pura que en el mundo ha existido y, con ella, a un
crecimiento veloz y sin límites, gracias a las recetas del Fondo Monetario Internacional
y a las sabidurías económicas de Occidente, ironizó Castro al seguir recordando
1991. El capitalismo había descubierto la piedra filosofal: un desarrollo
ininterrumpido, sin recesiones ni crisis. Era el fin de la historia, agregó con
sorna. Poco antes de que Castro advirtiera a sus colegas que sus consejos son vanos, el
presidente de Portugal, Jorge Sampaio, dijo que la democracia es el mejor aliado del
desarrollo, así como el desarrollo es el mejor aliado de la democracia. El
anfitrión de la anterior cumbre de 1998 en Oporto agregó que la verdadera
democracia supone el respeto de la dignidad de la persona, de sus derechos fundamentales,
de su capacidad de libre iniciativa, en suma, el respeto de su libertad. En un país
que tiene partido único y cero tolerancia con la oposición, Sampaio recordó que la
declaración final de la Cumbre de Viña del Mar (que firmaron él y Castro en 1996) anota
que ningún ciudadano puede verse afectado en sus derechos fundamentales. En
los últimos días han sido encarcelados en Cuba numerosos disidentes y amenazados otros
por atreverse a hablar con algunos gobernantes, como el mismo Sampaio o el presidente del
gobierno español, José María Aznar. Tras los discursos, los líderes iberoamericanos
(16 presidentes, un rey, un primer ministro y cinco delegados presidenciales) comenzaron
una sesión de trabajo a puerta cerrada, para firmar en la tarde la declaración final de
la cumbre.
ASTUCIA DE WASHINGTON PARA SILENCIAR AL EXILIO
La Casa Blanca entre dos fuegos
Por Javier Valenzuela Desde Washington
El
gobierno de Clinton hubiera preferido que la comunidad iberoamericana no se reuniera en La
Habana y que, de hacerlo, la cumbre no hubiera contado con la presencia de los dirigentes
españoles y portugueses. Pero tampoco ha querido hacer de este asunto un contencioso que
deteriore sus buenas relaciones con Madrid y Lisboa. Por otro lado, la Casa Blanca no
quiso dar el menor pie a las acusaciones de Fidel Castro sobre la existencia de un plan
norteamericano para sabotear la IX Cumbre Iberoamericana de La Habana y, al
menos en público, ignoró por completo ese acontecimiento. Y para evitar provocaciones
por parte del exilio cubano, EE.UU. ha prohibido cualquier tipo de incursiones por barco o
avión desde las costas de Florida a las de Cuba. El Departamento de Estado
norteamericano, por su parte, reiteró la línea adoptada por Madeleine Albright en una
carta enviada hace días a los dirigentes iberoamericanos, en la que les recordó la
persistencia de violaciones de los derechos humanos en la isla caribeña. Estados Unidos
pide a todos los gobiernos democráticos que exijan la libertad de los
cubanos encarcelados por expresar pacíficamente sus convicciones políticas. El
Departamento de Estado abrió la semana pasada una página web en Internet consagrada a
explicar la política norteamericana hacia Cuba, dos de cuyos más polémicos aspectos, el
embargo económico y la ley Helms-Burton, han vuelto a ser condenados por una abrumadora
mayoría de la Asamblea General de Naciones Unidas. Para eliminar problemas, España
aplazó el pasado verano una visita de Estado a Washington del rey Juan Carlos prevista
para comienzos de este mes. La diplomacia española quiso evitar que la superposición de
esa visita con la cumbre de La Habana diera pretexto al exilio cubano y a los republicanos
del Congreso estadounidense para manifestaciones hostiles contra el monarca. Sobre las
relaciones de Washington con Madrid y también Bruselas pesa ahora una sombra aún más
peligrosa: la posibilidad de una sanción administrativa a la empresa Sol-Melia por sus
intereses hoteleros en Cuba. Es poco probable que el Departamento de Estado, que estudia
esas sanciones, adopte ninguna decisión antes de la celebración, a finales de este mes,
de la cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Seattle, EE.UU. A excepción
de los de Miami, que reflejaron el enfado del exilio cubano por la legitimidad
concedida a Fidel Castro con la presencia en La Habana del rey Juan Carlos, los medios de
comunicación de EE.UU. tampoco se hicieron ayer eco del acontecimiento habanero. Ello
contrastó con las denuncias del régimen castrista sobre un supuesto activismo
norteamericano para boicotear la reunión. Por otra parte, el exilio cubano recibió el
lunes el apoyo del millonario Donald Trump, aspirante a la candidatura presidencial por el
Partido Reformista, que se reunió con los dirigentes de la Fundación Nacional
Cubano-Americana.
Sonrían para la foto Nada es simple en un acontecimiento diplomático como la IX Cumbre
Iberoamericana en La Habana, ni siquiera la foto obligatoria para los jefes de Estado o
representantes de las naciones que asistieron. Mientras se acomodaban los mandatarios, el
presidente de México, Ernesto Zedillo, decidió súbitamente cederle su lugar al rey Juan
Carlos de España, para que este último pudiera estar al lado del líder cubano Fidel
Castro. Luego de reacomodarse, cuando todos saludaban para la foto, Castro no pudo
resistir señalar a los periodistas que ¡Ojo! el rey está saludando con la
izquierda!. A la sesión fotográfica faltó la presidenta de Panamá, Mireya
Moscoso, que estaba indispuesta. Ella será la anfitriona de la Cumbre del
2000, estratégicamente después de la entrega del canal por Estados Unidos. Al margen de
esto, el canciller chileno Juan Gabriel Valdés dejó de lado la disputa por el caso
Pinochet, y aceptó muy gustosamente posar para las cámaras en una foto
individual con su colega español Abel Matutes. |
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