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En la Cuba de Fidel Castro, el socialismo no se va

Fidel muestra un retrato de la madre del rey Juan Carlos.
Después, se lo entregó como regalo al monarca español.

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t.gif (862 bytes)  Al inaugurar ayer oficialmente en La Habana la IX Cumbre Iberoamericana, el presidente anfitrión, Fidel Castro, dijo que escucha educadamente los consejos de sus colegas de abandonar el socialismo, pero que no los seguirá. Castro aseguró que es “imposible” que Cuba abandone “los caminos de la revolución y el socialismo”, y que oye “como si viniesen del mismo Aristóteles” los consejos de otros gobernantes, pero lo hace “con la sonrisa de la Gioconda y la bíblica paciencia de Job”. Los medios internacionales, sin embargo, señalaron que en la Cumbre que culminó ayer la “disidencia interna” de la isla monopolizó la atención. En un discurso de sólo quince minutos, Castro afirmó además que se concedió a Cuba la sede de esa cumbre sólo porque a principios de la década se pensaba que para hoy su actual régimen ya no existiría. Con voz cascada, el más veterano gobernante de la región, con 73 años de edad y 40 en el poder, recordó que en la primera cita iberoamericana, en 1991 en Guadalajara (México), él era “una especie de ave rara, un intruso al que se le perdonaba la vida al admitirlo en aquella sala”. También dijo que Cuba era entonces “la eterna excluida de toda reunión” en América, que muchos lo miraban con curiosidad y hasta con lástima, y que se dudaba de que su país resistiera el desplome del bloque socialista. Se lo veía como “la oveja negra que representaba a un pueblo rebelde y tenaz que treinta años antes se apartó del rebaño para seguir su propio camino y estaba condenado al matadero en cuestión de semanas o, a más tardar, meses”. Castro apreció, sin embargo, que por primera vez se reunieran los latinoamericanos sin ser convocados por Washington. Según el presidente, en 1991 no se citaba la “globalización” ni en textos especializados y se hablaba aún del milagro japonés y de los “legendarios tigres de Asia”. “Rusia entraba en la fabulosa etapa de la democracia más pura que en el mundo ha existido y, con ella, a un crecimiento veloz y sin límites, gracias a las recetas del Fondo Monetario Internacional y a las sabidurías económicas de Occidente”, ironizó Castro al seguir recordando 1991. “El capitalismo había descubierto la piedra filosofal: un desarrollo ininterrumpido, sin recesiones ni crisis. Era el fin de la historia”, agregó con sorna. Poco antes de que Castro advirtiera a sus colegas que sus consejos son vanos, el presidente de Portugal, Jorge Sampaio, dijo que “la democracia es el mejor aliado del desarrollo, así como el desarrollo es el mejor aliado de la democracia”. El anfitrión de la anterior cumbre de 1998 en Oporto agregó que “la verdadera democracia supone el respeto de la dignidad de la persona, de sus derechos fundamentales, de su capacidad de libre iniciativa, en suma, el respeto de su libertad”. En un país que tiene partido único y cero tolerancia con la oposición, Sampaio recordó que la declaración final de la Cumbre de Viña del Mar (que firmaron él y Castro en 1996) anota que “ningún ciudadano puede verse afectado en sus derechos fundamentales”. En los últimos días han sido encarcelados en Cuba numerosos disidentes y amenazados otros por atreverse a hablar con algunos gobernantes, como el mismo Sampaio o el presidente del gobierno español, José María Aznar. Tras los discursos, los líderes iberoamericanos (16 presidentes, un rey, un primer ministro y cinco delegados presidenciales) comenzaron una sesión de trabajo a puerta cerrada, para firmar en la tarde la declaración final de la cumbre.

 


 

ASTUCIA DE WASHINGTON PARA SILENCIAR AL EXILIO
La Casa Blanca entre dos fuegos

Por Javier Valenzuela Desde Washington

t.gif (862 bytes) El gobierno de Clinton hubiera preferido que la comunidad iberoamericana no se reuniera en La Habana y que, de hacerlo, la cumbre no hubiera contado con la presencia de los dirigentes españoles y portugueses. Pero tampoco ha querido hacer de este asunto un contencioso que deteriore sus buenas relaciones con Madrid y Lisboa. Por otro lado, la Casa Blanca no quiso dar el menor pie a las acusaciones de Fidel Castro sobre la existencia de un plan norteamericano para “sabotear” la IX Cumbre Iberoamericana de La Habana y, al menos en público, ignoró por completo ese acontecimiento. Y para evitar provocaciones por parte del exilio cubano, EE.UU. ha prohibido cualquier tipo de incursiones por barco o avión desde las costas de Florida a las de Cuba. El Departamento de Estado norteamericano, por su parte, reiteró la línea adoptada por Madeleine Albright en una carta enviada hace días a los dirigentes iberoamericanos, en la que les recordó la persistencia de violaciones de los derechos humanos en la isla caribeña. Estados Unidos pide a “todos los gobiernos democráticos” que exijan la libertad de “los cubanos encarcelados por expresar pacíficamente sus convicciones políticas”. El Departamento de Estado abrió la semana pasada una página web en Internet consagrada a explicar la política norteamericana hacia Cuba, dos de cuyos más polémicos aspectos, el embargo económico y la ley Helms-Burton, han vuelto a ser condenados por una abrumadora mayoría de la Asamblea General de Naciones Unidas. Para eliminar problemas, España aplazó el pasado verano una visita de Estado a Washington del rey Juan Carlos prevista para comienzos de este mes. La diplomacia española quiso evitar que la superposición de esa visita con la cumbre de La Habana diera pretexto al exilio cubano y a los republicanos del Congreso estadounidense para manifestaciones hostiles contra el monarca. Sobre las relaciones de Washington con Madrid y también Bruselas pesa ahora una sombra aún más peligrosa: la posibilidad de una sanción administrativa a la empresa Sol-Melia por sus intereses hoteleros en Cuba. Es poco probable que el Departamento de Estado, que estudia esas sanciones, adopte ninguna decisión antes de la celebración, a finales de este mes, de la cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Seattle, EE.UU. A excepción de los de Miami, que reflejaron el enfado del exilio cubano por la “legitimidad” concedida a Fidel Castro con la presencia en La Habana del rey Juan Carlos, los medios de comunicación de EE.UU. tampoco se hicieron ayer eco del acontecimiento habanero. Ello contrastó con las denuncias del régimen castrista sobre un supuesto activismo norteamericano para boicotear la reunión. Por otra parte, el exilio cubano recibió el lunes el apoyo del millonario Donald Trump, aspirante a la candidatura presidencial por el Partido Reformista, que se reunió con los dirigentes de la Fundación Nacional Cubano-Americana.

 

Sonrían para la foto

Nada es simple en un acontecimiento diplomático como la IX Cumbre Iberoamericana en La Habana, ni siquiera la foto obligatoria para los jefes de Estado o representantes de las naciones que asistieron. Mientras se acomodaban los mandatarios, el presidente de México, Ernesto Zedillo, decidió súbitamente cederle su lugar al rey Juan Carlos de España, para que este último pudiera estar al lado del líder cubano Fidel Castro. Luego de reacomodarse, cuando todos saludaban para la foto, Castro no pudo resistir señalar a los periodistas que “¡Ojo! el rey está saludando con la izquierda!”. A la sesión fotográfica faltó la presidenta de Panamá, Mireya Moscoso, que estaba “indispuesta”. Ella será la anfitriona de la Cumbre del 2000, estratégicamente después de la entrega del canal por Estados Unidos. Al margen de esto, el canciller chileno Juan Gabriel Valdés dejó de lado la disputa por el caso Pinochet, y aceptó “muy gustosamente” posar para las cámaras en una foto individual con su colega español Abel Matutes.

 

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