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Antonio Skármeta: “La prisión de
Pinochet fue un detonante moral”

En Buenos Aires, por la salida de su novela “La boda del poeta”, laprimera que publica desde “Ardiente paciencia”, afirma que la detención del ex dictador ha permitido a Chile volver a “mirarse en el espejo”.

“Llegado el momento de votar, los chilenos recuerdan que la política es un asunto serio, de gran responsabilidad”, dice el escritor.

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Por Patricia Chaina

t.gif (862 bytes)  El chileno Antonio Skármeta volvió al ruedo literario, después de haberse convertido en un atípico y sorprendente conductor televisivo. El escritor acaba de publicar La boda del poeta (Editorial Sudamericana), la primera novela que edita luego de Ardiente paciencia, base de la hiperexitosa película El cartero. Skármeta –cuyas últimas visitas a Buenos Aires habían sido como conductor del programa “La torre de papel”, del canal People & Arts–, recibió ayer a Página/12 en la Sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional. Previsiblemente, el tema de la detención en Londres del ex dictador Augusto Pinochet lo entusiasmó: “Es un tema –afirma– que permitió a Chile ‘mirarse en el espejo’ con realismo, testear dónde está parada su democracia”. –¿Cómo está Chile, a esta altura, en torno al tema Pinochet? –Buena parte de Chile pide, por distintos motivos, que vuelva Pinochet. Creo que muchos lo hacen por estrategia, no por sentir una invasión real a nuestra soberanía. Pero creo que la mayoría se ha acostumbrado a la idea de que se entró en un proceso legal, y que sólo a través de una figura como las razones humanitarias, o las causas de salud, se podría traer de vuelta a Pinochet. Tengo la sensación de que, para la mayoría de los chilenos, la exposición pública que tuvo durante un año Pinochet en su apresamiento en Londres dejó expuesto su ser real. Y, consecuentemente, la magnitud de lo ocurrido durante su régimen. –¿Por qué se percibe tan polarizada la sociedad chilena sobre ese tema?–Hay razones emocionales que llevan a esa polarización, que no es tanta como parece. Sólo que este año hubo dos detonantes. La prisión de Pinochet fue un detonante moral. Chile había seguido un proceso de reconstrucción democrática bastante eficiente, pero con deficiencias éticas, quedaban debajo de las alfombras cosas que era imposible que siguieran así. Tarde o temprano iban a reventar. La mayoría de los políticos apostaba a que reventaran cuando las pasiones ya estuvieran apagadas. La detención de Pinochet provocó que los chilenos tuvieran que mirarse delante del espejo y ver realmente que entre los avances de la reconciliación había algo turbio, que no era tolerable para muchos chilenos y que no era valorado por la opinión pública mundial, que cuenta. El segundo tema es el Ejército, que en Chile tiende a alinearse en la vía democrática. La prisión de Pinochet causó ahí gran confusión, porque despertó la camaradería que tienen los militares que han cumplido una función que ellos, por supuesto, creyeron necesaria, y sienten que se está afectando a un líder que hizo lo que tuvo que hacer. Esto viene a distorsionar emocionalmente un proceso que tenía cierta lógica, con sus complicaciones. Más las elecciones, creo que hay algo candente transitorio. Despejado del caso Pinochet, que seguramente concluirá con las razones humanitarias o de salud, creo que Chile se va a ordenar democráticamente. –¿Usted emigró de Chile durante la dictadura?–Después de un mes del golpe de Estado de 1973 viví en distintos países y terminé estableciéndome en Berlín Occidental. Volví a Chile cuando Pinochet fue derrotado, en el plebiscito de 1988. –¿Cuál es su percepción de la situación actual de Chile a menos de un mes de las elecciones nacionales?–Es extremadamente apasionante en los días que siguen. Se confrontarán básicamente el candidato de la Concertación Democrática –formada por socialistas, simpatizantes del Partido por la Democracia que forman una coalición interna y los demócrata cristianos, que han tenido en los últimos años al presidente de la Concertación– con un candidato de la derecha compuesta por dos partidos: Renovación Nacional –de la derecha más moderna, con vocación democrática– y la Unión Democrática Independiente, donde hay muchos simpatizantes de Pinochet. Esta elección debe inscribirse en la tradición de Chile en los últimos años. En 1988 fue el plebiscito para resolver si Chile quería que Pinochet siguiera o no. Elresultado fue “no queremos a Pinochet”. Después, en las elecciones democráticas libres de 1989, se presentó el candidato de la Concertación contra el de Pinochet, y ganó la Concertación. Segunda derrota de Pinochet. Tercera votación, en 1994, el candidato de Pinochet vuelve a perder contra el candidato de la Concertación, Frei. En diciembre creo que va a pasar lo mismo. Llegado el momento de votar, los chilenos recuerdan que la política es un asunto serio, de gran responsabilidad. No se van a dejar impresionar por una campaña bulliciosa, millonaria y estridente como la que ha llevado el candidato de la derecha. Esas son mis esperanzas. –La publicación de La boda del poeta también debe reavivar sus esperanzas, en este caso literarias. Es su primera novela después del éxito de El cartero de Neruda. ¿La pausa tuvo que ver con el impacto de ese éxito?–La boda del poeta es el primer libro que publico después del éxito mundial de El cartero como novela y como película. Antes y después de eso estuve escribiendo una novela sobre latinoamericanos en Nueva York. Una vez que la terminé, tuve la sensación de que había un cúmulo borroso de emociones, sentimientos e imaginaciones que yo necesitaba profundizar, y de ahí me fui al año 1913 y a los relatos que me contaron mis abuelos acerca de su emigración a Chile. Una novela me condujo a esta otra. La relativa tardanza en publicar se debe a que en el período en que no llevé textos a los editores escribí tres novelas, que obedecen a una misma emoción, a una semejante construcción estilística y a una voluntad de afinar mi instrumento expresivo y profesional, especialmente después de las expectativas que sé que hay internacionalmente por el placer que tuvieron los lectores con El cartero. La razón de que aparezca ahora es que creo que escribí la novela que yo quería y la que los lectores, que creo que son sensibles a mi mundo, van a disfrutar. –¿Qué cuenta básicamente La boda del poeta?–Tiene dos líneas dramáticas. La primera cuenta la historia de un acaudalado comerciante que decide abandonar su carrera de hacer dinero, y el mundo burgués, y se va a vivir a una pequeña isla del Adriático con la idea de disfrutar la naturaleza, la sencillez de la gente, la paz de no estar turbado por los problemas diarios de los negocios. Llega, se instala y después de que le cuesta un tiempo encontrar un amor, se enamora de una muchacha joven, a quien encanta y la compromete para que se case con él. La novela transcurre durante las fiestas que en esa isla modesta organizó este todopoderoso antes de la fiesta de las nupcias, durante la ceremonia e inmediatamente después. La otra línea de la novela cuenta que en medio de la ceremonia nupcial estalla una insurrección independentista, guiada por jóvenes acalorados, pasionales, ineptos, inestables, que llevan a la isla y a la ceremonia de boda al caos que origina una considerable represión. Como consecuencia de esto, dos personajes desembocan en América, uno en EE.UU. y otro en el norte de Chile. Ahí retomo un cordón umbilical sentimental con la historia de mis propios abuelos que, a comienzos de siglo, siendo inmigrantes dálmatas, se instalaron en Chile.

 

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