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Una fiesta de egresados que terminó a los golpes

El festejo de un colegio en un boliche de Núñez derivó en una pelea con 15 heridos.La habilitación del local puesta en duda.

Para festejar, los egresados del Colegio Manuel Belgrano, de Barrio Norte, eligieron Chichi Loca.
Ayer el local fue clausurado por los destrozos causados por la batalla que se armó a la madrugada.

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t.gif (862 bytes)  Era la última fiesta del año. Los egresados del Colegio Manuel Belgrano de Barrio Norte lo dudaron un poco: había que pagar un poco más pero se garantizaba mayor seguridad, razonaron. Y eligieron el complejo Chichi Loca, ubicado en el Club Defensores de Belgrano, en el barrio de Núñez. Unas 2000 personas –entre alumnos, padres, profesores y amigos– brindaron por la despedida. Pero a las cuatro de la mañana, cuando la mayoría de los mayores ya se había ido, la fiesta terminó a los golpes. Nadie pudo precisar cómo se desató la pelea que terminó con 15 personas heridas, víctimas de sillazos, sombrillazos y botellas partidas sin discriminación. Los chicos señalan a unos 20 barrabravas de la hinchada del club, que entraron al complejo como si se tratara de la cancha, entonando el clásico “Dale Defe”. Como si fuera poco, ayer un juez de faltas puso en duda la habilitación del local. Para el Gobierno de la Ciudad, en cambio, los papeles están en orden. Pero clausuró el local preventivamente hasta que se arreglen los destrozos.Este año, los chicos de quinto, del turno mañana, del Colegio Nº 6 Manuel Belgrano contrataron el complejo Chichi Loca, de la calle Comodoro Rivadavia 1560, en Núñez. Todos esperaban la tradicional fiesta. Como todos los años, primero se organizó el lunch para los egresados, sus padres y los directivos de la escuela. Y después de las tres, cuando de los padres sólo quedaban algunos rezagados, se sumaron amigos y conocidos y empezaba la verdadera fiesta. Unas 2000 personas bailaron en las dos pistas y el jardín del complejo hasta las cuatro de la mañana, cuando las cosas se complicaron.A esa hora, “los patovicas permitieron entrar a la barra brava del club Defensores de Belgrano con petacas y armados”, dijo a Página/12 Beatriz Palomares, rectora del colegio, reproduciendo el relato de sus alumnos. “Eran unos veinte y entraron gritando ‘Dale Defe’ y golpeando todo”, confirmó un alumno de quinto año del turno tarde. Sin embargo, nadie puede precisar cómo la pista de abajo se convirtió en una batalla, en la que volaron botellas y hubo sillazos y palazos para todos. “Las discusiones empiezan por pavadas, no se sabe qué fue lo que pasó. Lo que sé es que un preceptor tiene 15 puntadas en la cabeza y perdió un diente y a otro le rompieron su muleta en la cabeza. Incluso les pegaban a las chicas”, dijo Palomares. “Fue grotesco porque la gente de seguridad en vez de sacar a los que se peleaban se puso del lado de los hinchas”, agregó otro alumno. El subcomisario Arcadio González, de la seccional 32ª, en cambio, se inclina por la hipótesis de que se trató de un enfrentamiento entre alumnos. La pelea terminó con 15 heridos. “Siete fueron trasladados al Hospital Pirovano y ocho fueron por su cuenta al Hospital Fernández”, informó a Página/12 Pedro Kuagliotti, coordinador médico del SAME. Al mediodía, confirmó, todos fueron dados de alta. Y Marcelo Gagliotti, uno de los custodios de la disco, fue trasladado a una clínica privada.La historia tiene también un costado administrativo. El juez Jorge Rodríguez, a cargo del Juzgado de Faltas Nº 27 de la Capital Federal, denunció que la disco funciona “gracias a un artilugio entre los dueños y el Gobierno de la Ciudad”. Y comentó que “hace un par de meses clausuré el local porque ni el club ni la disco estaban habilitados, pero por algunas gestiones que hizo el club, se les otorgó el permiso y se abrió nuevamente como club social, basados en una ordenanza de 1910, que establece que se podían hacer actos culturales en el club, cuando es claro que el club concesiona el lugar”. Ernesto Didb, director general de Verificaciones y Habilitaciones del Gobierno de la Ciudad, dijo a este diario que el club está “perfectamente habilitado desde el 20 de setiembre”. “No es un boliche, es un club que está habilitado para organizar fiestas, de ninguna manera para concesionar”, explicó.

 


 

NUEVO RASTRILLAJE PARA DAR CON EL CUERPO DE BRU
Búsqueda en la casa de un policía

Por C. R.

t.gif (862 bytes) “Este es el vigesimocuarto rastrillaje que se realiza para tratar de encontrar el cuerpo de Miguel.” Con “angustia y esperanza”, como ella misma define, Rosa Schönfeld, la mamá del estudiante de periodismo Miguel Bru, desaparecido desde 1993, afronta otra vez el drama de buscar los restos de su hijo, esta vez en el interior de una casa abandonada, en la zona de Berisso. Allí vivía, en 1993, el sargento Víctor Ranaletta, hoy fallecido, quien alguna vez estuvo como sospechoso de haber participado en el crimen de Bru. La búsqueda incluyó perforaciones en tres lugares distintos, en el fondo de la vivienda. Uno de los sitios abiertos a golpe de maza, pico y pala, era un rectángulo de cemento a ras del piso, de uno por dos metros, “muy similar a una tumba”. Los antropólogos forenses “no encontraron nada”, pero la tarea continuará hoy. La casa está ubicada en 11 y 156, en Berisso, y se llegó al lugar por una denuncia anónima corroborada por una testigo de identidad reservada. Miguel Bru podría haber sido sepultado en ese lugar, luego de su paso por la comisaría novena de La Plata, en la que el sargento Ranaletta se desempeñó como personal del Servicio de Calle. Al mismo cuerpo pertenecían el subcomisario Walter Abrigo y el sargento Justo López, condenados a prisión perpetua por el delito de “tormento seguido de muerte”, ya que se estableció que ellos mataron a Bru en la comisaría novena. La vivienda, en estado de abandono, fue heredada por Ranaletta y sus hermanos. El sargento, fallecido en febrero de 1998, vivió allí hasta fines de 1993. La información recibida por el fiscal Javier Guzmán, que encabezó la búsqueda, señala que Ranaletta tenía signos de paranoia. A sus allegados les dijo varias veces que temía que lo involucraran en el crimen y habría abandonado la casa porque “parecía guardar algún secreto que le causaba una gran preocupación”, sostuvo Rosa Bru. Ayer se buscaron los restos de Bru en el rectángulo señalado, en un lugar donde alguna vez hubo un gallinero, en un pozo con tapa de cemento y en el interior de una cámara séptica. La tarea seguirá hoy y hasta podría levantarse el piso de la cocina. En la tarea de búsqueda participó también Néstor Bru, padre del joven desaparecido.

 

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