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Por Diego Fischerman Erotismo y decadencia. O Viena a principio de siglo. Podría decirse que en esa ciudad y en ese momento se inventó al inconsciente pero lo cierto es que fue un texto de Oscar Wilde llevado a la ópera por Richard Strauss el que sintetizó a la perfección ese clima de época. En Salomé, estrenada en 1905, todo, hasta la tan famosa como poco verosímil escena de la danza de los siete velos, habla del deseo o, mejor, del deseo negado. La pregunta que la ópera formula, en todo caso, es por qué Salomé quiere la cabeza de un hombre al que antes había querido besar. Y la respuesta la da Renate Behle, la soprano que hará ese papel en la nueva puesta que se estrenará hoy a las 20.30 en el Colón: Ella es una jovencita, una niña, y cuando ve a ese hombre queda turbada. Le pasa algo que no le ha sucedido nunca antes, se excita. Y eso hace que lo odie. Que llegue al punto de mostrarse impúdicamente a cambio de que lo decapiten. Y que, finalmente, bese la cabeza de un muerto.La cantante, que ya ha hecho este papel en la Opera de Hannover, en Atenas y en la Scala de Milán, define a este personaje, además, por la extrema dificultad técnica que implica: Salomé debe tener voz de niña pero una niña no puede cantarla. La orquesta es gigantesca y la orquestación tan rica como densa. Se necesita una voz grande pero que sea capaz de sonar como una voz chica y se necesita ser una intérprete madura que pueda oírse y verse en escena como una persona inmadura, joven e inestable. Y, literalmente, es un papel que puede hacer pedazos la voz de una cantante sin la experiencia suficiente. Behle discute, también, la idea de Salomé asociada con la de femme fatale. A los 15 años no se es una mujer fatal, no todavía. Ella es una chica malcriada, acostumbrada a tener todo lo que quiere, incluso cuando no sabe exactamente todo lo que quiere. Por otra parte, está llena de odio pero ese odio crece y toma forma a lo largo de la ópera. Y ese crecimiento, esa transformación, es la que la lleva a ser una mujer. En todo caso, es en la danza de los siete velos donde se concentra esa idea de la transformación; cada velo que cae significa un progresivo conocimiento de su cuerpo. Ella ve su cuerpo a medida que lo van viendo los otros.Con puesta de Roberto Oswald y dirección musical de Stefan Lano, este retorno al escenario del Colón se produce después de dieciséis años de ausencia. La última vez que fue representada había sido cantada por Olivia Stapp, Ragner Ulfung, Krystyna-Radkova y Wolfgang Probst. En esta ocasión, además de Behle, estarán la argentina radicada en Alemania Graciela Alperyn (en el papel de Herodias), Udo Holdorf (como Herodes), Tom Fox (como Jochanaan, el profeta), Oscar Imhoff (Naraboth) y Marta Cullerés (el paje de Herodias). En 1891, la obra de Wilde había sido prohibida en Londres. En 1906, la ópera fue prohibida en Viena. Hoy forma parte del repertorio corriente pero lo que aún sigue en pie es su formidable utilización de recursos musicales propios del romanticismo para llegar a un nivel de tensión armónica que anticipa en mucho a la atonalidad. En algún sentido, el modelo de Strauss es el Wagner de Tristán e Isolda. Pero donde en Wagner hay una cierta idea de redención y pureza, en Strauss -por lo menos en esta ópera aparece una suerte de nihilismo profundo, de sentimiento de crisis individual y colectiva y, sobre todo, un regodeo en los aspectos más hirientes (tanto del tema como de una armonía tonal a la que le saca el jugo hasta extremos inimaginables).Behle, además de haber cantado casi todos los papeles tradicionales para su voz, suele participar de funciones con óperas o conciertos de autores de este siglo como Wolfgang Rihm de quien hizo la ópera La conquista de México, Shostakovich (Lady Macbeth del Distrito de Mtsensk), Bernd-Aloys Zimmermann (Requiem para un joven poeta y Alexander Zemlinsky (Sinfonía lírica) entre otros. Creo que hay una línea de influencias y una evolución, dice. Strauss viene de Wagner y va hacia el Wozzeck de Alban Berg. Construye desde la tradición pero lleva esa tradición hasta otraparte. Sobre todo en sus primeras óperas, el impulso hacia adelante es fuertísimo.
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