Fue uno de los autores claves en el desarrollo de la novela de posguerra, con un estilo sentencioso, que en El cielo protector encontró su máximo nivel expresivo. Antes de volcarse a la literatura, había sido un músico notable.
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Por Daniel Link El escritor y músico Paul Bowles nació en Nueva York el 30 de diciembre de 1910. Murió en Tánger, donde desde hace años permanecía en cama, rodeado de remedios, ayer 18 de noviembre de 1999. La historia de su vida es una experiencia radical de extranjería (o así quiso hacerlo ver en sus libros testimoniales y biográficos). Su obra tiene la complejidad de una poética sencilla articulada con los grandes temas de la literatura de posguerra (el mensaje, el mercado, la cultura). Como músico, fue uno de los más grandes talentos de su generación. A los seis años aprendió a tocar el piano y a los siete años ya era capaz de improvisar sus propias obras. Jamás abandonó un arte en el que, de todos modos, no estaba destinado a brillar como en la literatura. Musicalizó a Federico García Lorca (The Winds Remains, adaptación de Así que pasen cinco años y la ópera Yerma), cuya obra conoció en un viaje a México que realizó con su reciente esposa, la deslumbrante (y coja) escritora Jane Auer. En ese viaje iniciático de fines del 30 conoció también la obra de los argentinos Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges y Eduardo Mallea. De este último toma (sorprendentemente) un párrafo como epígrafe de El cielo protector (1949), tal vez su mejor novela (y la que le dio la fama). Escribió también las partituras para las producciones de Saroyan, Welles y Lilian Hellman. Elia Kazan le encargó la música para su puesta de Dulce pájaro de juventud. Tennessee Williams lo reclamó como el musicalizador para El zoo de cristal. Trabajaba incansablemente, siguiendo el consejo de su maestro y amigo, Aron Copland: Si no trabajas a los veinte nadie te querrá a los treinta. Ya famoso como narrador, escribió para Luchino Visconti los diálogos de Senso, que tuvo que corregir Tennessee Williams porque, en la versión de Bowles, resultaron glaciales.Pero hay un costado de su personalidad que lo llevaría hacia otro lado, hacia la literatura. Tal vez fuese la necesidad de dar testimonio de su paso por el mundo o de aferrarse a una forma de trascendencia que sólo las palabras otorgan. Es que, a su manera, la literatura de Bowles, pero sobre todo sus declaraciones públicas, son sentenciosas. La madre es la jaula de donde el joven debe escapar, o No es el amor sino el miedo el que mueve al mundo algunas de sus contribuciones al pensamiento contemporáneo. Misa de gallo, Déjala que caiga, La casa de la araña, algunos de sus más célebres títulos de ficción. Sus dos últimas novelas fueron La tierra caliente y Palabras ingratas. Ese impulso que lo llevó hacia la literatura lo depositó también a Tánger, la mítica ciudad en la que se instaló casi definitivamente en 1947. Tánger fue declarada zona internacional desde 1923 hasta 1956 (salvo el período 1943-1945, cuando fue de jurisdicción española) y tal vez fue eso lo que la convirtió en la meca de la intelligentzia de la época: Tennessee Williams, Truman Capote, Jean Cocteau, William Burroughs, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, naturalmente. Pero también Elías Canetti, Djuna Barnes, Raymond Roussel, Gore Vidal, Cecil Beaton, Juan Goytisolo, Francis Bacon y Joe Orton integran la larga lista de visitantes ilustres de ese paraíso de la homosexualidad y las drogas recreativas.El norte de Africa, sin sus tribus escribió Bowles, habitado por suizos, por poner un ejemplo, sería como California pero más desértico. Prefiero ser extranjero, sentirme en otro lugar. Si no fuera así, todo me resultaría deprimente. Burroughs (otro habitante circunstancial de la ciudad, que dio forma allí a su celebérrimo Almuerzo desnudo), escribió en una carta a Ginsberg: ¿De qué va esta mierda de la cultura islámica? Algo he aprendido. Ya sé lo que los árabes hacen todo el día y toda la noche. Se sientan a fumar hierba y a jugar un estúpido juego de cartas. Y no te creas nunca lo de la inescrutable mierda oriental como la pinta Bowles. Sólo son un montón de ciudadanos charlatanes, chismosos, cortos de mente y perezosos. Por lo menos Burroughs se tomó el trabajo de politizar su relación con esa otra cultura. El viaje de Bowles, por el contrario, es un viaje interior, un viaje de aprendizaje. Se instaló en Tánger sobre todopara aprender cosas sobre sí y no tanto sobre esa otra cultura respecto de la cual se manifestó siempre como completamente exterior (lo que garantizaba la pureza metafísica de sus ficciones). A este habitante permanente de Tánger, paradójicamente, la cultura islámica le servía sólo como colchón que lo separaba de la cultura norteamericana, a la que fue detestando progresivamente. Para Bowles la mentalidad árabe era equivalente a la de los niños, lo que explicaba, pensaba, la relación destructiva del árabe con los objetos y la incapacidad musulmana para hacerse cargo, por ejemplo, del tiempo abstracto, el tiempo de los relojes.En 1947, pues, Bowles está instalado en Africa, terminando su primera novela, El cielo protector (llevada al cine por Bernardo Bertolucci en 1991, con Debra Winger y John Malkovich). Convive con Auer, convertida ahora en la señora Bowles, que intercala sus propios proyectos literarios (Dos mujeres serias, una novela magnífica) con una pasión insana por Cherifa, vendedora de granos que además era bruja y de quien se sospecha que envenenó lentamente a Jean para heredarla. En 1957 Jane cae víctima de una deficiencia cerebrovascular que afecta su lucidez. Devorada por la depresión y por la ansiedad, muere en 1973 internada en un sanatorio psiquiátrico.Varias razones hicieron de El cielo protector una novela mítica. El delirio agonizante de Port, su protagonista, fue escrito por Bowles bajo los efectos del majoun (especie de jarabe elaborado a partir de hojas de marihuana). La estructura de la novela es completamente matemática (o, lo que es lo mismo, completamente musical) y sirve como marco de contención a las pasiones que se desarrollan. El texto fue rechazado para su publicación en Nueva York y apareció en 1949 en Londres. Burroughs y sus compañeros de ruta la declararon (equivocadamente) un antecedente de la literatura beat. La novela fue un best seller de considerables proporciones en su momento y, sobre todo, después de la adaptación cinematográfica de Bertolucci. Es precisamente durante la década del noventa cuando Bowles alcanza estatuto de figura mítica en un universo literario dominado por las ficciones inmediatas. Murió Paul Bowles y, con él, toda una época.
UNA ENTREVISTA CON PAGINA/12, ESTE AÑO, EN SU
CASA El domingo 7 de marzo de este año, Página/12 publicó una entrevista exclusiva con Bowles, quien respondió recostado en la cama de su casa de Tánger, como ilustraba la nota. Aquí, los pasajes más jugosos de aquella conversación:u La primera vez que Allen Ginsberg vino a Tánger, mi mujer estaba enferma, había tenido un derrame. Yo estaba de viaje y fue ella quien atendió el teléfono. ¿Quién es?, preguntó, y desde el otro lado del teléfono respondió una voz diciendo ¡Allen Ginsberg, joder!. ¿El qué?, dijo mi mujer y él le preguntó: ¿Usted cree en Dios?. Mi mujer le contestó: No voy a discutir esas cosas con usted por teléfono. Ella consintió en encontrarnos al día siguiente de mi llegada. Ella tenía la mitad de su vista destruida a causa del derrame. Ginsberg dijo: Bueno, si no puede verme, tal vez pueda imaginarme. Mi mujer no le tenía ninguna simpatía, creo que lo odiaba.u William Burroughs era muy divertido, en el jardín de su casa había construido una casita de plomo; él estaba convencido de que esa casita lo colmaba de alegría. Después de una larga insistencia, un día accedí a encerrarme allí dentro, y pasé un frío insoportable. Salí congelado, era horrible. Su opinión fue que yo me apresuré, que necesitaba por lo menos una hora más de encierro. Tenía ocurrencias rarísimas, decía que tenía una aureola en la cabeza que lo hacía invisible. Salía a la calle y no veía a nadie y él decía que nadie lo podía ver.u La razón por la que quiero seguir viviendo es porque soy un animal, y todos los animales quieren prolongar la vida a costa de lo que sea. Es una razón existencialista.u No sabía nada sobre Marruecos, ni sobre Tánger. Estaba en la casa de G. Stein y le pregunté: ¿Adónde vas?. El me dijo Vamos a Tánger. Yo no tenía ninguna idea; sus argumentos eran de lo más graciosos: él había elegido Tánger porque no llovía. Aquí uno puede pasarse cuatro meses sin una gota y sobre todo hay mucho sol. En 1931, cuando llegué por primera vez, Tánger era una bonita ciudad para descansar; la vida era barata y había mucha libertad. (...) En Estados Unidos nosotros éramos pobres. En Tánger teníamos tres sirvientes, se hacían fiestas a lo grande. En fin, éramos ricos con sólo cruzar el mar.u Cada época de la vida tiene sus escritores. Pero, si tengo que nombrar a dos, elegiría a Kafka y a Jorge Luis Borges.u Espero su llegada, lo único seguro en la vida, es la muerte.u Me hubiera gustado mucho conocer a Julio Cortázar, sin dudas.u Dalí era ridículo. El no hubiese sido tan ridículo si no hubiese sido por Gala. Ella sabía hacer buena prensa. La publicidad era muy importante para él. En una oportunidad yo hacía la música de una obra y él era el realizador de la escenografía. Yo no había podido asistir a los ensayos, había dejado música escrita y aparecí un mes antes del estreno. Dalí estaba sentado sobre una butaca dos filas adelante, al darse vuelta hizo un gesto de triunfo acerca de la realización de su escenografía. Para mí era horrorosa, no tenía nada que ver ni con la música ni con la obra. El estaba contento de su realización y yo quería desaparecer cuanto antes.
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