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Por Pablo Plotkin La banda Bersuit Vergarabat y el ahora solista Palo Pandolfo protagonizarán uno de los últimos gestos políticos del rock masivo en los noventa. Tal vez el último. En una década en que el rock barrial convirtió --con resultados varios-- aquello de pinta tu aldea y pintarás el mundo en pinta tu esquina y pintarás América latina, Bersuit y Los Visitantes (ahora en medio de un parate) encontraron un estilo personal entre las expresiones del género. El espíritu carnavalesco de Bersuit concilió la cumbia y el rock, y Palo fue uno de los mejores embajadores de la canción popular en territorio rockero. Hoy a las 20 en el Obelisco, a propósito del 10º aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño, las Abuelas de Plaza de Mayo convocan a un show gratuito para reclamar por un "compromiso sin cumplir". Reunidos por Página/12, los músicos repasan el tiempo de la impunidad, el desempleo, los sueldos de hambre y los músculos entumecidos de una "sociedad paralítica", como la define Cordera. Pandolfo, además, saborea los nervios de debutar como solista ante las 70 u 80 mil personas que asistirán al evento, de acuerdo con los cálculos de los organizadores.
--¿Por qué creen que las Abuelas los eligieron a ustedes? Cordera: --Las Abuelas llamaron a las bandas que consideran que estamos metidas en el asunto, sentimentalmente adheridos. Nosotros ya participamos del último festival (el 22 de noviembre de 1997) en Plaza de Mayo. En ese caso la consigna era: "¿Sabés quién sos?", y hablaban del derecho a la identidad. Para nosotros esto no es espiritualmente gratuito: también padecemos todavía los horrores de la dictadura. Tal vez por eso me desnudo arriba de un escenario, tal vez por eso "El estallido", tal vez por eso Palo, con su acidez, desenvuelve tantos vómitos y tantas broncas. Vivimos la adolescencia en un marco de silencio, de dolor y de estupidez. Pandolfo: --Y de policía suelta. Una parte de la sociedad estaba aterrorizada, y la otra en un silencio cómplice. De Rosas en adelante, la Argentina está signada por luchas civiles. Es un país en el que la oligarquía se deja penetrar por el inglés desde hace un siglo y medio. El inglés compra el ferrocarril, lo vende, y el Ejército siempre estuvo presto a reprimir los movimientos populares. Lo que pasa es que la dictadura de los setenta llegó a un nivel de violencia sistematizada y antinacional. Con la idea del hipernacionalismo hizo un desastre del amor a la patria que pudiera existir. Y creo que el terror todavía está instalado en nosotros. Cordera: --Hay que seguir con este tema, loco. No sólo no es un tema viejo, sino que deberá aclararse todo para que esta sociedad deje de ser paralítica. Somos el patio de atrás, la letrina de Estados Unidos. Ellos nos sacan toda la sangre, y si es necesario nos exterminan a través de cipayos que tienen en nuestro país. Con la dictadura y su terrorismo brutal, o con un terrorismo económico en manos de Menem y su gente. Ahora ganó De la Rúa y Estados Unidos está muy contento, esto va a continuar. --¿Y qué papel cumple el rock en todo esto? Cordera: --Somos una voz perdida en el viento. Pandolfo: --Sí, es un grito. Pero uno empezó a hacer música porque la música le abría la cabeza a uno. Con el concepto de que una canción puede tocarle algunas fibras a un pibe, a una chica, como me pasó a mí, sueño poder tocarle un poquito la sensibilidad a la gente. --¿Creen en "el compromiso" de todas las bandas? Cordera: --De alguna manera todas ejercen un compromiso importante. Aquellas que son masivas, y otras tantas under que andan por ahí y están tirando su historia. Las murgas callejeras, los artistas callejeros, los grupos de teatro ambulantes, algunos grupos folklóricos de avanzada, el Conde de Tilcara, el chamamecero, la Mona Jiménez en Córdoba. La Mona fue perseguido en Córdoba durante todo el proceso militar. Tocaba clandestinamente. De alguna manera es un generador de estado de ánimo para gente muy humilde. Creo que ésa es la función y el compromiso de los que hacen arte. No se trata de promulgar una revolución armamentista. No podemos ser tan necios de pensar como los militares, y creer que la revolución se hace a través de las armas. La revolución se hace a través de una canción. Entre la flagelación, la rutina y el autismo, de pronto aparece algo revelador. No necesariamente tenés que ser un hardcore para ser duro con la realidad. A veces decirle a una persona que la querés, mirándola a los ojos, es mucho más heavy que cagarla a trompadas. Pandolfo: --Me gusta lo que dijiste porque yo siempre lo aclaro. Eso es revolucionario. Podríamos ir a los cuarteles de policía a cantarles a ellos y cambiarles la cabeza, pero me parece que por ese lado no va. --¿El enemigo sigue siendo el mismo? Cordera: --Desde hace miles y miles de lustros. Va adoptando distintas formas, pero es el mismo. Pandolfo: --El enemigo es el poder, el poder conservador. Acá toda manifestación popular fue reprimida. Los violentos existieron siempre, y dominaron por la fuerza. Y la gente sensible, la familia, los artesanos, los agricultores, fueron avasallados por un par de enfermos que se llevan todo por delante. Atila, y toda esa historia. El arte es una lucha histórica desde el principios de los tiempos. En estos días estoy pensando mucho en algo que creo que hay que hacer de una vez por todas: la cultura, de la que tanto se habla, tiene que dejar de ser un bien de la clase media y de la clase media alta. Que llegue a la gente de la clase baja. La canción es una forma de lograr eso. Me alucina ver los casetes de la Bersuit en las paradas de los bondis en la ruta. Lograron meterse en las bateas donde está toda la cumbia. Y una canción puede ser reveladora, para un tipo que no accede al diccionario. Eso es cultura, no sólo Velázquez. --¿Lo de Bersuit tiene algo de eso? Cordera: --No es nada consciente. Es un deseo. A mí me gustaría convocar a todos los medios, a todos los artistas callejeros. La mejor manera de que verdaderamente funcione lo que va a pasar el sábado es que sea una fiesta popular, con puestos de chorizos, gente bailando en la calle, independientemente de la banda que esté tocando. Gente haciendo performances, artesanías, no con bombas de estruendo, que es otra fabricación militar. Prefiero las cosas de fabricación del alma, del deseo verdadero, de seducción, de la belleza.
--El rock argentino no termina de ser popular. ¿No creen que de alguna manera sigue siendo de minorías? Cordera: --Ya no. Es una tarea también de los periodistas observar que la Mona Jiménez es rocanrol, por ejemplo. Si se entiende que la Mona Jiménez, Carlos Vives o Café Tacuba son rocanrol, las cosas van a cambiar. Rocanrol en el sentido espiritual, no en el genérico. Nosotros tenemos más de treinta años de rock en la Argentina, y la traducción de la temática rockera de Elvis Presley empezó a metamorfosearse desde un principio en la Argentina. Y en los noventa, con bandas como Los Piojos, Los Visitantes, Bersuit, Divididos, Las Pelotas, ya adoptó otra forma. Pandolfo: --Me parece que hay bastante conciencia socio-política en las bandas de rock de los noventa. La Renga puso una estrella en la tapa. A.N.I.M.A.L., te guste o no, tienen todo un cuestionamiento político desde su lugar. Donde me parece que hay poco de eso es en el trabajador. Justamente porque tienen que matarse por un sueldo miserable, alimentar a sus hijos, y eso les consume la energía. La fuerza de un país es el trabajador, dependemos de ellos para todo. Al mismo tiempo somos trabajadores, pero nuestro trabajo nos permite tomar distancia. Un cadete, un administrativo, está muy golpeado. Y la televisión te devora. Te pone a una morocha de ojos verdes bajando de un Peugeot, y el que lo mira está con un Chevrolet del año '68 y es panadero. Te van minando la autoestima.
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