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Por Diego Fischerman Marcelo Delgado confiesa algo que podría costarle la excomunión en el ámbito de los compositores de música contemporánea. "Nunca pude componer de acuerdo con una técnica, definir un campo de alturas y manejarme con eso toda la obra, poner algo acá porque antes apareció allá. Me aburro en seguida, tengo que poner otras cosas. Escribo lo que me gusta, no lo que dicta una técnica", dice el autor de la obra Sin voces, que se estrena hoy en el Centro Experimental del Teatro Colón (CETC). Delgado piensa, además, que durante el siglo XX, en el terreno de la música, se volvió a la Edad Media. "Hay una fuerte tendencia hacia entenderla como una ciencia, como en la época del Quadrivium medieval. Mucha de la música de este siglo se ha escrito con la pretensión de que responda a principios científicos. En la posguerra hubo una especie de necesidad de negar la memoria, de componer desde cero, de fundar un lenguaje que no tuviera ningún anclaje en el pasado. Se llegó a suponer que cada obra tenía que crear su propio lenguaje. Ningún pintor expone obras todas diferentes y de épocas distintas, salvo que se trate de una retrospectiva. En cambio los músicos se pasan haciendo eso. Y si una obra está escrita de acuerdo con algún principio estético, eso ya no sirve para otra obra. A mí eso no me interesa. Si siempre se hubiera funcionado de esa manera nos hubiéramos perdido un montón de lieder de Schubert. Todos están compuestos de acuerdo con los mismos principios formales y, sin embargo, no hay uno que sea igual a otro y no sé si todos, pero una buena cantidad son maravillosos". La obra que se estrenará hoy a las 20.30 (con nuevas funciones mañana a las 17, el viernes 26 y el sábado 27 a las 20.30 y el domingo 28 a las 17) "no es una ópera", según explica su compositor. Basada en un texto de Elena Vinelli y con puesta de Emilio García Wehbi (integrante del Periférico de Objetos), Sin voces incluye en su elenco a Silvia Pérez, Leandro Aita, Maricel Alvarez, Darío Fainstain, Juan Alejo García, Román Lamas, Javier Lorenzo, Andrés Muñiz y Jorge Sánchez, más un grupo de instrumentistas, dirigidos por el propio compositor (María de los Angeles Zanzi en oboe, Guillermo Sánchez en clarinete, el trompetista Gustavo Fontana, el saxofonista Mariano Nardini, los percusionistas Enrique Finger y Fabián Keoroglanian, Elías Gurevich y Daniel Robuschi en violines y Sergio Rivas en contrabajo). La iluminación será de Alejandro Le Roux, el vestuario de Marta Liñero y la escenografía de Norberto Laino. Esta composición habla de la ausencia, de personajes que no están ni muertos ni vivos. "La referencia política es inevitable", señala Delgado. "Pero no quisimos hacer una obra sobre los desaparecidos. En todo caso, los desaparecidos son algunos de los ausentes, pero también hay otros. Y con Emilio nos propusimos no recargar un texto que de por sí es fuerte. No hay énfasis en lo que el texto ya dice." La puesta, con una escenografía que en algunos aspectos trabaja con la idea de lo macabro, utiliza el espacio del CETC de una manera no tradicional. Esta vez, el lugar que habitualmente está ocupado por el escenario será destinado al público, mientras que la acción transcurrirá en todo el resto del espacio, incluyendo las galerías. "Allí hay una referencia a los edificios públicos, y el Colón es un edificio público", señala el compositor. "Una cosa es lo que pasa en los lugares visibles y otra lo que pasa en escaleras, sótanos, entrepisos. El CETC es un sótano y allí pueden suceder cosas que en la sala grande son inimaginables."
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