Por N. V. Yo pensaba que la
Alianza iba a poner un ministro de Educación progresista, dice Marta Maffei y en la
frase mascullada entre dientes deja al descubierto su crítica frontal a la elección de
Juan José Llach como ministro de Educación. Expresa la privatización de la
educación, abunda la titular de la Federación de Trabajadores de la Educación
(CTERA), que en el 97 recibió como anfitriona en la Carpa Blanca al ahora
presidente electo, Fernando de la Rúa. Tendremos que hacer un rascacielos de carpas
blancas, dramatizó otro dirigente anticipando la difícil relación que se avecina.
En diálogo con Página/12, la titular del gremio que el miércoles próximo convocó a un
paro y movilización frente al Congreso en reclamo del pago de la segunda cuota semestral
del incentivo salarial endureció su discurso como reacción al inesperado nombramiento.
¿Cómo analiza la designación de Llach en Educación?
No sé si es definitiva. Me parece que es el ofrecimiento más preocupante. No
porque sea economista, sino por las características del proyecto que propone. Por su
apreciación del sistema educativo, por la reivindicación de las escuelas concesionadas a
asociaciones civiles que empezó en San Luis y que él considera como las mejores. Por
otra parte, nos acusó de tener doble discurso cuando nunca habló con nosotros, jamás.
Habla del Estatuto Docente como barrera, no habla de concertación democrática, de una
mesa de negociación. Representa el modelo cavallista que rechazamos.
¿Qué quiere decir con modelo cavallista?
La privatización del sistema educativo, la fractura sindical, el avance sobre las
condiciones de trabajo, la consideración de la educación como una mercancía más y la
caracterización economicista de la educación: toman a la educación como una empresa,
valorando determinados conocimientos y una vinculación estrecha de la educación con la
demanda laboral más que con el universo humano creativo, cultural, las aptitudes físicas
y espirituales plenas. Queremos que se forme un ser humano, no sólo un trabajador.
Llach evaluó que la Argentina gasta por año 1200 millones más que lo necesario
para administrar el sistema educativo. ¿Usted coincide con que hay un exceso de gasto
burocrático?
No hay estudios serios sobre esto. Los mismos que hace unos años certificaban que
el 90 por ciento del gasto educativo se insumía en salarios y el 10 por ciento quedaba
para el resto ahora resulta que dicen que se evapora ese monto en burocracia. Ahora nadie
sabe qué quiere decir burocracia administrativa: ¿serán los supervisores pedagógicos,
los técnicos? ¿Habrá que ver qué sabe de exclusión, de miseria, de violencia social,
de la contención social que tienen que abordar las escuelas?
En su último libro, Llach plantea su desacuerdo con la Ley de Incentivo Docente
porque implica una nacionalización del conflicto.
Si considerásemos que esa ley es un parche en lugar de una solución, no
hubiéramos peleado tres años ni hubiesen ayunado los maestros de todo el país. Para
muchos docentes significa una mejora del 30 al 40 por ciento del salario. Lo que ocurre es
que la Fundación Mediterránea no reconoce a los trabajadores.
También plantea la necesidad de modificar el Estatuto Docente...
¿Qué sentido tiene que él plantee eso si los estatutos son provinciales? En todo
caso, que discuta sobre los docentes de la Escuela de Mecánica de la Armada o del Liceo
Militar que dependen de la Nación. El resto depende exclusivamente de las provincias, no
tiene que ver el gobierno nacional. Por supuesto sería interesante que la Nación se
avenga a discutir sobre condiciones de trabajo o de accidentes laborales: el 47 por ciento
de los docentes pasaron por tratamiento psiquiátrico en alguna etapa de su carrera...
¿Esperaba que la Alianza designara a Llach?
Esperaba un ministro progresista, capaz de una comprensión global de la
problemática educativa, que fomentara el diálogo y la democracia para la escuela.
¿Va a hablar con Llach?
No tengo problemas en hablar, no tengo doble discurso.
¿Para usted hay diferencias entre Llach y el menemismo?
Sí, hay diferencias. Dentro del menemismo había dos orientaciones: una
bancomundialista, orientada a tomar créditos del BM, fijar lineamientos de la
política, de los contenidos curriculares, de las formas de evaluación, interesada en
contratar consultoras señaladas por el Banco. Otra representada por Cavallo, Roque
Fernández, que directamente plantea la privatización del sistema. Esa es la línea de
Llach.
|