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TRES GRANDES JEFES Y 100 CONGLOMERADOS EMPRESARIALES
Los dueños de la globalización

La palabra que está en boca de todos connota una asepsia que no se corresponde con la realidad. Detrás de la globalización hay una concentración de poder económico en grupos empresarios cada vez más grandes y libres de todo control.

La palabra que está en boca de todos connota una asepsia que no se corresponde con la realidad.
Detrás de la globalización hay una concentración de poder económico en grupos empresarios cada vez más grandes y libres de todo control.

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Página/12 en Suiza
Por Eduardo FebbroDesde Ginebra

t.gif (862 bytes)  El mundo tiene tres amos absolutos y poco más de 97 peones que apuntalan el inconmensurable poder de la llamada “globalización”. Tal es la alucinante conclusión a la que llegó la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Cnuced) en un informe hecho público en esta ciudad sobre las inversiones internacionales: capitaneados por General Electric, Ford y Shell, unos 100 grupos empresariales detentan una suma de poder que los vuelve “los motores del sistema de producción mundial integrado”. Libres de todo control estatal, ajenos a los mandatos éticos, esos 100 conglomerados transnacionales son propietarios de 1800 millones de dólares de activos en el extranjero, emplean a más de seis millones de personas en el mundo y realizan una cifra global de negocios que asciende a los 2100 millones de dólares. Prueba de su poderío sin límite, la suma representa una vez y media el Producto Bruto de un país desarrollado como Francia y seis veces el de México. El informe de la Cnuced sobre las inversiones internacionales revela que durante 1998 el flujo más importante de los capitales extranjeros circuló entre Europa y EE.UU. Más de dos tercios de los capitales invertidos en Norteamérica son oriundos del viejo continente, mientras que el 55 por ciento de las inversiones estadounidenses se realizó en Europa. Las cifras del informe caen como guillotinas para recordar que, detrás del término globalización se esconde una realidad menos abierta. La tasa de inversiones y los intercambios comerciales muestran, por el contrario, un incremento notorio de la polarización de la economía. Como señalaba a este diario un experto de la Cnuced, “el concepto ‘global’ pretende ocultar una de las características más constantes de la llamada mundialización: esta no concierne sino a los más ricos”. En ese terreno, 1998 habrá sido el año record para las inversiones: el flujo global invertido en el exterior por las megaempresas alcanzó la astronómica suma de 640.000 millones de dólares, lo que representa un aumento del 40 por ciento con relación a 1997. Entre fusiones y compras transfronterizas los ricos captaron 480.000 millones de los 640.000 invertidos, principalmente Japón, EE.UU. y Europa. Crisis en Asia, colapso ruso, recesión en Japón, coletazo en Brasil, nada puso freno a los grandes grupos comprometidos en la carrera de la internacionalización. La impresionante ola de fusiones y compras transfronterizas explica en mucho los niveles del alza registrada. En total, la compra de una empresa por otra o la fusión entre firmas generó 411.000 millones de dólares, un monto que, comparado al de años precedentes, equivale a un aumento del 75 por ciento. Más allá de esos 100 privilegiados, la Cnuced identificó a unas 60 mil firmas transnacionales que operan a través de 500.000 filiales en el extranjero. Según detalla el informe, impulsados por los cien mastodontes mundiales, esos 60.000 grupos “representan el 25 por ciento de la producción mundial. Las filiales extranjeras acumularon en 1998 un volumen total de negocios de 11.000 millones de dólares”. Los expertos de la conferencia de la ONU afirman que “son los factores permanentes” los que definen el salto espectacular de las inversiones y la multiplicación de las fusiones: “La apertura de los mercados originada por la liberalización y la desregularización, la acentuación de la competencia entre las empresas, las privatizaciones en el sector público y las evoluciones tecnológicas” dieron alas a las inversiones mundiales. En ese panorama de miles de millones, los países en vías de desarrollo pagaron el precio de los negocios realizados entre los polos más fuertes del Primer Mundo. En 1998, los países pobres apenas captaron el 25 por ciento de lasinversiones contra el 37 por ciento en 1997. Africa y Asia fueron las regiones más castigadas por la “desconfianza” de los inversionistas. Uno de los aspectos más sobresalientes del trabajo realizado por la Cnuced consiste en poner el acento en el peligro que representan las fusiones entre grupos mundiales y en el escaso margen de maniobra que le queda a Estados para imponerse a esos mastodontes. Las uniones entre Daimler Benz y Chrysler o BP y Amoco, cuya fusión dio lugar a una de las concentraciones más gigantescas que se hayan visto, crearon auténticos polos de concentración que pueden generar “estructuras oligopólicas”. Es decir, sin ningún poder que regule las leyes. Rubens Ricupero, secretario general de la Cnuced, reconoce que “en un contexto de liberalización y de globalización el margen de maniobra que detentan los países para influenciar a los grupos extranjeros y nacionales es extremadamente estrecho. Inevitables, necesarias, liberadas de todo peso administrativo, las firmas transnacionales dependen “únicamente de su buena voluntad para tomar en cuenta los intereses y la demandas de los países en los que se instalan”. En ese contexto, los especialistas de la Conferencia de la ONU para el comercio y el desarrollo esbozan una suerte de “responsabilidad social de las empresas”. Se trata, según la fórmula de Ricupero, de una “ciudadanía empresarial en un mundo globalizado”. Ricupero argumenta que la configuración actual del mundo impone a las empresas un código de buena conducta social del cual depende el equilibrio del sistema. “Si las firmas transnacionales asumen ese desafío, entonces contribuirán a que el proceso de mundialización sea menos generador de crisis. De lo contrario, siempre persiste el peligro de que la relación establecida entre los grandes grupos y los países en donde se instalan se vea sometida a grandes tensiones que pueden llevar a poner en tela de juicio la liberalización.”

 


 

AMINTORE FANFANI, LA DC ITALIANA
La muerte de un símbolo

t.gif (862 bytes) Ayer falleció Amintore Fanfani, uno de los fundadores del Partido Democristiano italiano. Fanfani participó de la política de su país desde 1946, cuando ayudó a elaborar la Constitución italiana, hasta que se retiró en 1989 a los 81 años, después de ocupar el cargo final de ministro del Presupuesto. Economista de profesión, fue seis veces premier entre 1954 y 1987 (por períodos muy cortos), ocupó varias veces cargos ministeriales clave, fue presidente del Senado, y actuó como titular de su partido, la Democracia Cristiana (DC). También, fue presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1965. Fanfani salió indemne además de la ola de escándalos de corrupción que hizo caer al DC en 1990. El presidente italiano, Carlo Azeglio Ciampi, envió su pésame a los familiares, y destacó su “extraordinaria pasión civil”. El premier Massimo D’Alema elogió su “compromiso político, gran honestidad y profundas convicciones morales”. “Permanecerá en la historia democrática de nuestro país”, concluyó.

 

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