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OPINION

La cortina de bambú

Por Alfredo Greco y Bavio

Una de las frases que más se citan de Karl Marx es que todo ocurre dos veces, una como tragedia y otra como comedia. A diez años exactos del fin del bloque soviético, celebrado en Berlín con todo el kitsch germánico de ofrendas musicales de Bach y escenarios cubiertos de niños nacidos el mismísimo día de la Caída del Muro, el gobierno chino decidió hacer las concesiones necesarias para ingresar en la Organización Mundial de Comercio (OMC). El levantamiento de la cortina de bambú, una década después de la masacre de Tienanmen, promete ser un acontecimiento de parejas dimensiones históricas que el de la de hierro. Parece representar, en China, el triunfo de la posición del premier Zhu Rongji: un Gran Salto Hacia Adelante (hacia atrás del socialismo) que significa la vía rápida hacia el capitalismo. Pero con el Partido Comunista todavía en el poder. El mismo que postergó hasta el lejano 2010 la reforma del sector estatal que el premier quería terminada para el 2001. Leer las cifras de la economía china siempre produce el vértigo de un espectáculo pornográfico en vivo. Durante 20 años de reforma y apertura, el comercio exterior chino pasó de la posición número 32 a la 10 en la clasificación mundial, mientras que sus exportaciones se multiplicaban por 20. En 1998, las ventas al extranjero alcanzaron los 183.760 millones de dólares, y sus importaciones los 140.170 millones, lo que arroja un excedente comercial record. El país más poblado del planeta es igualmente el primer exportador hacia los países en vías de desarrollo. Y la mitad de las importaciones pertenecen de hecho a materias primas que luego son transformadas en China y reexportadas. El acceso al mercado chino podría aumentar las exportaciones occidentales en más de 21 mil millones de dólares anuales. Los sectores más beneficiados serán la alta tecnología, Wall Street, las telecomunicaciones y los agricultores (como los argentinos). La pregunta a mediano plazo es cómo las nuevas formas de consumo cambiarán la vida de más de un sexto de la población mundial, y cómo se coordinarán con las actuales demandas de libertad religiosa, social y política. En el corto plazo, la incorporación a la OMC producirá más desempleo y aun inquietud social, en el país que se jactó de haber salido incólume de la crisis asiática de 1997, e inclusive de haber contribuido a su fin. Mao decía que si todos los chinos saltaban al mismo tiempo, el mundo lo sentiría. Hoy, éste espera que no todos, pero al menos unos 130 millones de chinos, clickeen en "Comprar", y si es posible al mismo tiempo. Sería sólo el diez por ciento de la población, pero un mercado de las dimensiones de la mitad del norteamericano.

 

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