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Por Raúl Kollmann ![]() La reconstrucción empezó frente al lugar donde fue secuestrado Cabezas, en la calle Rivadavia de Pinamar. Retana y Auge estuvieron allí veinte minutos, se subieron a un Ford Fiesta, como el que manejaba el fotógrafo, aunque de distinto color. En su declaración anterior, Retana había dicho que estaba despierto cuando llegó Cabezas aquel 25 de enero y que escuchó cuando el policía Gustavo Prellezo daba la orden de "métanle caño y me lo entregan". Braga había declarado que estaba dormitando pero se despertó cuando Cabezas ya había sido secuestrado. Esta vez, los dos dijeron que estuvieron durmiendo, borrachos y drogados, y que no vieron nada del secuestro. Entre los presentes quedó otra convicción: el lugar es transitado y el secuestro no pudo haberse concretado sin la participación y complicidad de los jefes policiales. Después, la reconstrucción se trasladó -en medio de un diluvio-- hacia la cava, donde los delincuentes volvieron a repetir el libreto: que estaban lejos, que no vieron nada, que no participaron. El guión general estuvo basado en una historia que, en principio, es falsa y fue armada, como un rompecabezas, por los investigadores. Los forenses y peritos que actuaron en el caso Cabezas están persuadidos de que, en realidad, al fotógrafo lo asesinaron en el auto, en el trayecto que va desde la casa de Cabezas hasta la cava. Todo indica que Braga le pegó dos tiros en la nuca, pero los forenses creen que hubo por lo menos un tiro más. Los horneros dijeron, sin embargo, que Cabezas fue asesinado en la cava, aunque por supuesto ellos casi no vieron nada. La verdad es que el reportero gráfico llegó a la cava prácticamente muerto y allí sólo se quemó el cadáver. Antes de rociar el cuerpo con combustible y tirarle un fósforo, los asesinos le pegaron otro tiro con el objetivo de dejarle adentro la bala y quedarse con un arma que les serviría para incriminar a alguien. Esa pistola, un Colt 32 largo, apareció después misteriosamente en Mar del Plata, en la casa de Luis Martínez Maidana, cuando la Bonaerense quería culpar a la banda de los pepitos. El abogado de la revista Noticias y de la hija de Cabezas, Candela, sintetizó las conclusiones: "No aportaron nada nuevo, sólo quisieron mejorar su situación procesal, tratando de demostrar que fueron colaboradores secundarios". Con mayor dureza, Gladys Cabezas, hermana del fotógrafo, señaló indignada: "Son unos cínicos. Todos participaron y, además, hubo más gente en la cava de lo que se dice". Informe: Martín Piqué
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