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OPINION
Agua tibia
Por Eduardo Aliverti

El problema de salud de Fernando de la Rúa cumplió la sugestiva función de colocar algún elemento altisonante hasta el traspaso del mando. Si no fuera por eso, la sensación es que en este país pasó entre nada y muy poco desde el 24 de octubre.Salvo el nombramiento del ferretero Aldo Rico al frente de la seguridad bonaerense, todo parece estar en calma. Sobre todo cuando se habla de la calma de los dueños de la economía. Como única excepción está la discusión presupuestaria, pero es un asunto que queda muy lejos del interés popular. No es que esté bien. Es que simplemente es así. Lo cual no quita que de la sensación a la certeza media mucho trecho.Menem deja las cuentas públicas en estado calamitoso, con un déficit que en la versión más optimista es igual a un tercio de lo que la Argentina deberá pagar el año que viene en concepto de intereses de su deuda externa. En estos números se juega la suerte de aguinaldos, de jubilados, de maestros, de empleados públicos, de orientación del crédito. Cifras aburridas de analizar y trascendentes para discernir. Frente a ellas, la Alianza prefiere –hasta aquí– privilegiar no sus decisiones propias sino las sugeridas por los intereses del posibilismo. En otros términos, negociar sin molestar al establishment ni a los peronistas. Podría haber puesto las cartas sobre la mesa y proyectar (no lo prometió en la campaña, es cierto) impuestos extraordinarios sobre las ganancias, descomunales, de los megagrupos que concentran la apropiación de la riqueza. No quiso. Priorizó hacer la plancha, excepto la batería de anuncios anticorrupción.El caso del Presupuesto es sólo la cima visible de la montaña. ¿Cómo pudo jugarse la titularidad del Ministerio de Educación en un arco que fue capaz de comprender el reformismo de avanzada de Adriana Puiggrós; el tecnocratismo de Juan Llach y la visión eclesiástica de Juan Carlos Palmero? Apenas un ejemplo. Sirve para tener presente que la ambigüedad puede ganar elecciones, pero no imagen de eficacia.Al menemismo, la falta de escrúpulos le permitió gobernar sin dudas. Provocan repulsión la impudicia, María Julia, Alderete, Gostanian, la pista de Anillaco, el avión, la Ferrari. Pero supieron avanzar como una topadora, y al tiempo de destruir la moralidad pública dejaron un aroma de seguridad en los objetivos. No por nada conservan tantos votos. En la fotografía presuntamente anversa, la Alianza entrega contornos borrosos.Cuidado. Si sigue así, a la vuelta de la esquina le esperará el “no roban ni hacen”. Que jamás le sirvió a gobierno alguno.

 

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