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LUIS BERLANGA Y JOAO MONTEIRO PUSIERON PICANTE
la muestra Entre el libertinaje y el desparpajo

“Las bodas de Dios”, “París-Tomboctú”, la independiente “Los muchachos no lloran” y el nuevo film de Lina Wertmüller levantaron el nivel. Julio Mahárbiz, en tanto, relativizó el conflicto con el jurado.

“París-Tomboctú”, una road movie del veterano Luis García Berlanga.
El protagonista es un inefable personaje actuado por Michel Piccoli.

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Por Martín Pérez
Desde Mar del Plata

t.gif (862 bytes)  Un film muestra largamente cómo su avejentado director hace el amor con la joven protagonista. Otro relata la historia real del extraño crimen pasional de una joven que se hizo pasar por un chico en un pueblito. El primero es Las bodas de Dios, del inclasificable director portugués Joao Cesar Monteiro, que –junto a las obras de otros consagrados, como el español Luis García Berlanga y la italiana Lina Wertmüller– le agregó desparpajo, insultos y libertinajes varios a una alicaída Competencia Oficial del Festival de Cine de Mar del Plata. Y el segundo es Los muchachos no lloran, la opera prima de Kimberley Peirce, con protagónico de Chloe Sevigny, festejado en los Estados Unidos como el mejor film independiente del año. Junto con la inglesa Cazador de ratas y el debut como director de Tim Roth, es el mejor ejemplo de los estrenos más esperados para hoy. Sexo y desnudos para el Auditorium y el mejor cine independiente del año para las secciones paralelas. Al fin una buena noticia en Mar del Plata. Para los fieles al Auditorium, la novedad de estos últimos días en realidad fue que la sucesión de films mediocres dejó un resquicio por el que se colaron los consagrados y su –por lo menos– eficiente desparpajo. Que, en el caso de la obra de Monteiro, es desconcertante y liberador a la vez. Dirigida y protagonizada por él mismo, Las bodas de Dios resulta el extraño caso de un film de sexo explícito, malas palabras y rebeldía cuasi adolescente carente de toda posible explotación comercial. A mitad de camino entre el no-me-importa-nada y una terrible necesidad de ser amado, durante las dos horas y media de su metraje el film de Monteiro recorre la historia de un hombre con saco y remera de Ronaldo que recibe una maleta de dinero como regalo divino. Tan caprichoso y exhibicionista como el mejor cineasta de clase B, Monteiro demuestra ser capaz de todo en un film repleto de frases dignas de los mejores graffiti. “Esta historia merece unas copas y unas pajas”, dirá su protagonista al promediar su metraje, una frase que oficia como el mejor resumen de un film excesivo e irreverente. Tan febrilmente anticlerical, nihilista y zafado como Monteiro apareció Berlanga en la Competencia Oficial con su París-Tomboctú, la historia de un cirujano plástico francés (interpretado por Michel Piccoli) que en lugar de suicidarse decide irse en bicicleta al Africa. Road movie interrumpida en el sur de España, el film cuenta y da cuenta del ir y venir de infinitos personajes que desfilan con sus disfraces, obsesiones y pancartas ante un Piccoli que los observa y los escucha como el mejor Tato Bores. Obra de un director que aparece como cansado de todo, incluso del cine, París... es una farsa pequeña pero efectiva que fue ampliamente celebrada por el público, que se retiró de la sala con una sonrisa de oreja a oreja, aun a pesar del graffiti final firmado con la L de Luis: “Tengo miedo”. En la misma línea de farsa y sexo, pero con un didáctico agregado político, resulta Fernando y Carolina. Despampanante fresco histórico con el que Lina Wertmüller cuenta los avatares del arreglado casamiento entre el rey Fernando de Nápoles y Carolina, hija de María Teresa de Austria, Fernando... es también una obra menor, pero cuya eficiencia alcanza para sobresalir ante tanta mediocridad oficial. Mientras que con la exhibición de la iraní Banoo, la dama –falsa Viridiana autocompasiva y espiritual– y la norteamericana Hojas muertas –firme candidata para el peor film independiente de la década–, la Competencia sabe también mantener su (mal) nivel, la noticia del día es que en las muestras paralelas coincidirán algunos de los estrenos más esperados por los cinéfilos atentos al cine joven e independiente. Sorprendente a la hora de lograr presentar, sin prejuicios ni miserias, el caso de la joven que engañó a sus amigos de un pueblo vecino haciéndose pasar por un chico, Los muchachos no lloran es un buen ejemplo del mejor cine independiente estadounidense actual. Con una primera mitad magistral al retratar una generación marginada sin sueños, hija de otra generación con sus sueños quebrados, el celebrado film de Peirce (con protagónico consagratorio de Hillary Swank) decae en una segunda parte trágica y sin vuelo, pero así y todo no deja de ser de visión recomendada (se exhibe hoy a las 21.30 en la sala Neptuno, y mañana a las 16 en la sala Colón).La panzada de cine indie –que ayer tuvo un plato especial con Dulce ciudad, de la estadounidense Allison Anders– se completa con dos representantes británicas: Cazador de ratas y Zona de guerra, ambas dentro de la rendidora sección dedicada a las operas primas. Cazador... cuenta la historia de una huelga de basureros en Glasgow desde el punto de vista de un niño, y es obra de la debutante Lynne Ramsay, considerada por sus compatriotas como la respuesta escocesa a Ken Loach, Terence Davies y Robert Bresson. Zona..., mientras tanto, es el debut como director de Tim Roth, que ya está planeando filmar una novela de Doris Lessing con Isabelle Huppert. Su dramática opera prima cuenta la historia de un incesto familiar en los suburbios residenciales de Londres.

 

“Fue una confusión

” Entre el “no pasó nada” y “fue todo una confusión”. Alrededor de esos dos tópicos giró la despreocupada respuesta de Julio Mahárbiz, director del Incaa, al conato de rebelión protagonizado el lunes por el jurado del Festival. El “no pasó nada” se refirió al pedido del jurado de otorgar el premio a la coparticipación sólo al director, y no compartido con el productor como se venía haciendo. El jurado amenazó el lunes con no entregar los premios si eso no sucedía, y Mahárbiz explicó ayer a Página/12 que “de suceder, habría que considerarlo. Pero hasta ahora nadie me pidió tal cosa”. Con respecto al destino de los premios anteriores, inquietud planteada por Catherine Deneuve, Mahárbiz respondió que el premio de Pilar Miró fue cobrado –luego de su muerte– por su productor inglés, que se asoció con una productora local para financiar la biografía del Che Guevara dirigida por Juan Carlos Desanzo. El premio de Sally Potter nunca fue reclamado, aseguró. En cuanto a los reclamos del iraní Khalari, el ganador del ‘98 que presentó un proyecto coguionado con Kiarostami, Mahárbiz aseguró que se trata de una confusión. “Yo aprobé el proyecto”, dijo. “Pero el productor local, Sarquís, pidió un crédito extra que fue rechazado”.

 

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