Saben que llegan en medio de la crisis, pero apuestan a perdurar. Ninguno viene colocado por una estructura, aunque para designarlos De la Rúa tuvo en cuenta el impacto sobre la UCR, el Frepaso, la Iglesia y el establishment. Uno a uno, el perfil de los integrantes del equipo que iniciará la gestión con Fernando de la Rúa el 10 de diciembre. |
Por Martín Granovsky Radicales de todas las
variantes (hasta la fraterna), dos frepasistas y un cavallista terminarán conformando el
primer gabinete de Fernando de la Rúa. Un mosaico de nombres que intentará esquivar la
maldición expresada en el teorema de Roque Carranza, el ex ministro de Raúl Alfonsín,
cuando decía que el primer gabinete es como un desembarco, porque la mitad cae en
la playa. Un mosaico que, como en el matrimonio, perseguirá la utopía de que todo
es definitivo. El propio Carlos Chacho Alvarez la impuso en público como ministra el
mismo lunes siguiente a las elecciones, y ese día Página/12 publicó que su destino
sería Acción Social. Para el Frepaso, era un modo de restañar la derrota en la
provincia de Buenos Aires, asegurar una presencia simbólicamente fuerte en el gabinete y
asegurar a Graciela la bendición de un puesto ejecutivo que, parece, es necesario para
obtener otro. El apoyo de Chacho a De la Rúa durante la campaña había sido
tan incondicional que De la Rúa entendió el mensaje y hasta resignó a su ministeriable
predilecta, Cecilia Felgueras, aunque rebanó el proyecto de un superministerio frepasista
que incluyera Deportes, Salud y Cultura. Con Graciela Fernández Meijide (68, casada, tres
hijos) será ministra por primera vez la madre de un desaparecido en dictadura. Su
desafío consistirá en hacer eficaces los mecanismos sociales compensatorios para
eliminar el hambre aun en medio de la exclusión. Su desafío personal, retomar el ángel
que tenía en 1997, cuando ganó las elecciones para diputados en Buenos Aires frente a
Hilda Chiche Duhalde gracias a que fue percibida como una dirigente política
distinta. Empezó siendo el único. El único ministeriable seguro. El único con cargo fijo,
Economía. El único economista del gabinete. Después se afirmó la presencia de Fernando
de Santibañes, el ex directivo del Banco de Crédito Argentino que al final dirigirá un
consejo especial formado por empresarios como Víctor Savanti, ex IBM, actual Loma Negra.
Con la aparición de Ricardo López Murphy, Adalberto Rodríguez Giavarini y Juan Llach,
José Luis Machinea (53, divorciado, dos hijas) terminó siendo un primus inter pares,
aunque para ser justos es el único que tendrá el control de la política económica. Su
caso, como el de Llach, es el de un doble amor correspondido. Radical tardío, hincha de
Racing como Graciela y Chacho, Alvarez ya lo prefería como su referente económico por
sobre varios especialistas del Frepaso. De la Rúa lo promovió, en un gesto de cierta
audacia para un hombre prudente como el presidente electo. Si Machinea garantizaba a De la
Rúa contactos industriales y financieros, también es verdad que podía haberle creado un
flanco débil como ex presidente del Banco Central con el dolarazo de febrero del
89. El accidente de Alfonsín evitó la presencia de ese fantasma, apenas atisbado
en la propaganda peronista del padre de Pablo, cuando recordaba la híper. Y el
establishment, al menos por ahora, se lo perdonó, aunque solo el futuro dirá si el
waiver es definitivo o caducará el día que Machinea se aparte de la ortodoxia que tanto
gusta hoy a los célebres mercados. Fue el primer número puesto del gabinete. Y el último. Aunque fue uno de los pocos
interlocutores de De la Rúa para todos los temas, y no solo el que podría tocarle en
suerte, y mantuvo charlas de hasta cuatro horas seguidas a solas, preservó durante un mes
su negativa a formar parte del equipo inicial. A cambio Adalberto Rodríguez Giavarini
(55, casado, 4 hijos, un tío abuelo, de nombre Alejandro, ministro de Trabajo de Juan
Perón) prefería un puesto de asesor presidencial o embajador itinerante para discutir
con los organismos financieros internacionales, a los que tiene acceso directo desde que
se convirtió en uno de los consultores económicos más prestigiosos de la City y luego
en secretario de Hacienda del gobierno porteño. Rodríguez Giavarini dejó Hacienda en
medio de un encontronazo con Nicolás Gallo, entonces secretario de Obras Públicas.Ayer
el Financial Times lo presentó así: En su corto período como funcionario
transformó las caóticas cuentas municipales en superavit. Es egresado del Colegio
Militar, donde recibió el diploma de subteniente de manos de Arturo Illia, y compañero
de promoción de Ricardo Brinzoni, uno de los probables reemplazantes de Martín Balza en
el Ejército. Planea una Cancillería volcada a los temas económicos, aunque como el
resto de sus colegas aún no terminó de definir la segunda línea. Solo parecen firmes la
consultora Beatriz Nofal y el actual presidente del Banco Ciudad, Horacio Chiguizola, y
Rodríguez Giavarini aún debe decidir un doble dilema: qué lugar deja a los
diplomáticos de carrera y qué espacio asigna al Frepaso. Varios diplomáticos de primera
línea reúnen simpatía radical y carrera en Relaciones Exteriores. Por ejemplo, Raúl
Ricardes, Enrique Candiotti y Pedro Villagra. Sólo uno es frepasista: el actual cónsul
en París César Mayoral, a quien Alvarez le tiene gran confianza. Amigo personal de Fernando de la Rúa, viejo radical, administrador de ENTel y de los
subtes durante el gobierno de Raúl Alfonsín, combatido entonces por la Coordinadora,
Nicolás Gallo (61, casado, un hijo) llega al Ministerio de Infraestructura y Vivienda
para cumplir con una de las preocupaciones que su jefe señaló a varios colaboradores
inmediatos: Planes, quiero planes concretos. Gallo, claro, deberá cumplir con
la consigna mientras De la Rúa pone prolijidad en las cuentas y encara un formidable
ajuste fiscal. De todos modos, está convencido de que tendrá plata para cumplir con la
promesa de 500 mil viviendas-monoambiente en cuatro años, a 9 mil pesos cada una, con
subsidios por la mitad para los nuevos propietarios. Y que conseguirá una dosis adicional
de legitimidad política si puede concretar la proyectada renegociación de tarifas y
condiciones de servicios públicos siguiendo el lema de contrato que se abrió,
contrato que ya no es intocable. Por Educación no se preocupen, decía De la Rúa a sus colaboradores más
cercanos. Yo tengo uno. Como no revelaba el nombre, nadie sabrá jamás si se
trataba solo de su amigo cordobés Juan Carlos Palmero o si ya barajaba la candidatura de
Juan Llach (56, ex viceministro de Domingo Cavallo). Convocado para desatar una
revolución educativa, el ex viceministro de Economía de Domingo Cavallo comenzó por
provocar un revuelo en la Alianza y los gremios docentes. Esperaba alguien más
progresista, dijo Marta Maffei, y Alfredo Bravo lo tildó de
tecnócrata. Llach tiene una buena relación con De la Rúa. Fue su esposa,
Magdalena Estrogamou, quien presentó a Fernando y a Inés Pertiné. Pero también goza de
un gran respeto por parte de Alvarez, que suele ponerlo como ejemplo de técnico capaz y
tiene subrayado su ensayo Otro siglo, otra Argentina. Y a propósito de libros
y familias, el hijo de Llach, Lucas, es coautor de un trabajo con Pablo Gerchunoff, futuro
jefe de asesores de José Luis Machinea, a quien, de paso, no le vendrá mal que el papel
de ogro con los rectores radicales corra por cuenta de un extra-Alianza, compensado
quizás con el radical jesusista Andrés Delich y, tal vez, con el frepasista Ricardo
Ferraro. Parece que me tengo que ir poniendo el overall, bromeaba con sus amigos cuando quedó claro que no iría a Interior sino a Trabajo. Uno de los dos ministros del Frepaso, Alberto Flamarique (49, casado, tres hijos) revista allí desde cuando José Bordón y Chacho Alvarez articularon sus fuerzas para conseguir el segundo puesto en las presidenciales de 1995. Después, tras el increíble paso al costado de Bordón, que dejó su puesto de senador, Alberto Flamarique (49, casado, tres hijos) fue adoptado por Alvarez como el principal operador político del Frepaso. Su primera tarea después de la derrota de Graciela en la interna de la Alianza fue, justamente, ganarse la confianza de Fernando de la Rúa, a quien frecuentaba como legislador porteño. Cuando se formó el comando electoral para las últimas presidenciales quedó como uno de los dos jefes de campañade la Alianza junto a Rafael Pascual, con quien trabó una estrecha relación en los ratos libres que le dejaba su celular. Ex militante de Guardia de Hierro, interlocutor capaz de situarse como hipótesis en la lógica de su adversario, Flamarique es capaz de dedicarle horas al análisis político y días a una negociación. Necesitará el esfuerzo para tejer relaciones fluidas con los distintos sectores gremiales, que a veces aparecen como un cuco para la Alianza aunque los viejos sindicatos están con su prestigio y sus finanzas devaluados y los nuevos, excepto los docentes, tienen limitada capacidad de protesta por una desocupación que supera los 15 puntos. Ricardo López Murphy Fue el jueves de la semana pasada. Ese día Ricardo López Murphy (48, casado, tres hijos) fue canciller designado, pero la imprevista aceptación de Adalberto Rodríguez Giavarini lo dejó sin puesto en el gabinete. Muchos colegas describen a este economista como un Domingo Cavallo radical por su estilo inflexible cuando defiende sus convicciones pro-mercado, aunque a la vez lo consideran más ortodoxo que Cavallo y, también, más apegado a una lógica de crecimiento político para su carrera personal. López Murphy terminó en Defensa, un cargo que De la Rúa nunca pensó para él, pero al menos formará parte del gabinete después de una maniobra a dos puntas. Por un lado, De la Rúa quería dar otra señal más de cuentas claras y disciplina fiscal al establishment. Por otro, López Murphy buscaba levantar su imagen pública, muy simpática para los banqueros pero deteriorada en sectores más amplios luego de sus rimbombantes declaraciones explicando por qué podría bajar el salario real. Había llegado a un punto de desgaste tan alto que el mismo De la Rúa, en el primer reportaje que concedió a Página/12 al vencer a Graciela, descartó que López Murphy fuese a ser designado como ministro de Economía. Incluso dos semanas atrás en París el presidente electo lo descalificó delante de 20 testigos en la residencia del embajador Archibaldo Lanús cuando se quejó de que FIEL, donde está López Murphy, me propone bajar los impuestos en medio de la crisis fiscal. FIEL es la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas, el centro ultraortodoxo de provisión de ideas sobre desregulación y apertura. Jorge de la Rúa Radical como su hermano Fernando, Jorge de la Rúa (57, casado) estuvo sin embargo en
la otra vereda durante el Pacto de Olivos, que apoyó comoangelocista. No es la única
diferencia en la carrera política de uno y otro. Entre 1977 y 1981, mientras el
presidente electo conservaba su cátedra de Derecho Procesal en la UBA, Jorge se exilió
en Venezuela, que también fue uno de los destinos de Rodolfo Terragno, luego de amenazas
contra su vida por defender presos políticos. Antes, en 1974, había llegado a ser
presidente de Belgrano de Córdoba. Aunque ambos acostumbran molestarse por la
comparación, solo la etapa de gobierno hará que Fernando y Jorge, como Carlos y Eduardo
Menem, trabajen juntos por primera vez. En este caso, además, la Secretaría General en
manos de Jorge hará que se erija en un colaborador hasta físicamente vecino de su
hermano en las oficinas de la Casa Rosada. Una contigüidad clave para un político al que
sus funcionarios más cercanos describen a menudo como un gran desconfiado. Yo te quiero acá porque valoro mucho tu análisis político, tus relaciones y la
gestión que puedas hacer, y vos tenés que ser la contracara de Corach, le dijo
Fernando de la Rúa sin mayores explicaciones. Y la traducción de los allegados del
futuro ministro del Interior fue ésta: Con el valor intelectual de Corach, pero
mayores valores morales. Cordobés, abogado, ex presidente de la Federación
Universitaria Argentina, con influencia en La Plata, donde militaba como dirigente
estudiantil Ricardo López Murphy, Federico Teobaldo Manuel Storani (49, casado, tres
hijas) es el único de los dirigentes radicales históricos de su generación que alcanza
un puesto en el gabinete de Fernando de la Rúa. No llegaron Enrique Coti
Nosiglia, por el momento confinado en un segundo plano, ni Luis Changui
Cáceres, que intenta reconstruir la UCR en Santa Fe, y tampoco el diputado Marcelo
Stubrin. En rigor, Fredi aspiraba a presidir la Cámara de Diputados, pero De
la Rúa no quiso resignar a Rafael Pascual y sus casi 30 años de delarruismo en sangre
para un puesto de la línea sucesoria presidencial. Aliancista de la primera hora,
diputado desde 1983, por Storani pasará buena parte de la negociación con el peronismo,
al que, como Alfonsín, imagina feudalizado y de ninguna manera desea dividido. Es el único secretario del Gobierno de la Ciudad que saltará a ministro del gobierno
nacional, aunque junto al reumatólogo y predicador metodista Héctor Lombardo (61,
casado, dos hijos, hijo de un bandoneonista) habría que computar la compañía de los
futuros secretarios de Estado con rango ministerial: Darío Lopérfido en Comunicación y
Cultura y el actual procurador porteño Ernesto Marcer como secretario legal y técnico de
la Presidencia. Si al fin termina dependiendo de De la Rúa y no de Gallo, Hernán
Lombardi repetirá en Turismo el mismo camino. En su última entrevista, concedida a
Página/12, dijo que sus planes contemplan recuperar al hospital público, mejorar el
servicio e instalar la figura del médico de cabecera. Al mismo tiempo fue más que cauto
en la cuestión del SIDA, y declinó una respuesta precisa cuando la pregunta versó sobre
la entrega de preservativos. Mucho más importante es hablar de la promiscuidad y de
las vías de contagio, dijo. Más tajante se mostró al opinar sobre el decreto que
le devolvió a la CGT el manejo de 360 millones de pesos de las obras sociales. Es
una medida apresurada, afirmó. Quiso ser Presidente. Quiere serlo todavía, dice, en el 2007. Fue, por unos días,
canciller designado. Pero al final Rodolfo Terragno (56, casado, dos hijos) ocupará la
posición que deseaba: jefe de gabinete. Se trata de un cargo que Raúl Alfonsín
imaginaba durante el Pacto de Olivos como la clave de un régimen semi-parlamentario pero
que, en manos de De la Rúa, un hiper presidencialista con rasgos hiperpersonalistas,
conservará su actual característica de oficina de seguimiento presupuestario al estilo
de su similar de la Casa Blanca. No es poco para un gobierno que nace preocupado por el
deficit, ni para un Presidente que cuando asumió la gestión porteña se concentró
durante el primer año en los secretos de la administración. Terragno es uno de los
rostros del gabinete que simbolizan el compromiso radical con la Alianza, que él
contribuyó a formar cuando era presidente de la UCR y, con Federico Storani, persuadieron
a De la Rúa sobre la ventaja de formar la coalición. Ya fue secretario de Interior a fines del gobierno de Raúl Alfonsín, cuando decidió dejar la carrera judicial para volcarse a la política. Ricardo Gil Lavedra (50) venía entonces con su prestigio incólume como miembro de la Cámara Federal porteña que juzgó a los ex comandantes de la dictadura en 1985 y condenó a cinco de ellos a penas que, para Jorge Videla y Emilio Massera, alcanzaron la condena perpetua. Respetado por los organismos de derechos humanos gracias a su buen diálogo con la APDH y el CELS el debate sobre la seguridad lo colocó entre los garantistas contrarios a la doctrina de meter bala. Primero apoyó la reforma policial que terminó iniciando el descuartizamiento de la Bonaerense y ante la masacre de Ramallo no dudó en aconsejar que los policías que dispararon contra el auto de los rehenes debían ir presos porhomicidio. Negociador nato, fue uno de los operadores constitucionales del Pacto de Olivos junto a Raúl Alfonsín, pero muy pronto De la Rúa lo atrajo hacia su círculo de consulta, necesitado de una nueva guardia jurídica en reemplazo de hombres como Juan Octavio Yuyo Gauna.
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