OPINION
La educación y el modelo
Por Nora Veiras |
La
designación de Juan Llach en el Ministerio de Educación del futuro gobierno aliancista
generó una polémica pocas veces vista en torno del cargo en cuestión. Los máximos
líderes de la Alianza, Fernando de la Rúa y Carlos Chacho Alvarez, ya
habían anticipado su compromiso con el llamado modelo. Ateniéndose a ese
postulado de campaña se puede decir que la fórmula electa fue coherente. A veces la
sinceridad suena como crueldad: ni siquiera entre sus propias huestes estaban preparados
para asumir que el segundo de Domingo Felipe Cavallo recalara en Educación. Sobre todo
porque entre los múltiples equipos de educación que trabajaban con el visto bueno de los
popes aliancistas no figuraban hombres del equipo menemista.
El sociólogo y economista Llach es un hombre honesto, destacan sus defensores
como si estuviera en discusión su calidad personal. Una defensa que, por otra parte, no
hace más que demostrar la decadencia de la política: se reivindica como virtud, una
condición que debe ser de mínima para cualquier persona que se dedique a la función
pública.
En los pocos días que mediaron desde su designación hasta la confirmación de su cargo,
Llach ha ido moderando los postulados que plasmó en sus libros. La libre elección es su
premisa pero parece consciente de que las inequidades del mercado deben ser morigeradas.
Si en educación el Estado no asume un rol activo, se terminará de consumar un darwinismo
federal en el que provincias enteras, es decir generaciones de chicos, quedarán excluidas
para siempre no sólo del mercado sino de su condición de ciudadanos.
No le pongamos toda la visión del problema al sistema educativo sino que claramente
pasa por buenas políticas económicas que logren generar empleos y por una región
concertada entre la política educativa y otras políticas sociales, dijo Llach en
una entrevista. En otra, postuló la necesidad de atar el salario docente a los resultados
de los alumnos. Esos alumnos que llegan al aula con carencias alimentarias y culturales
que la escuela tendría que revertir. ¿No es eso cargar a la escuela de responsabilidades
por problemas que, muchas veces, surgen por los efectos no deseados -.según
Llach-. del modelo?
El sociólogo y economista confesó que se siente corresponsable de la exclusión generada
por la aplicación del modelo y por eso se dedicó a estudiar cómo solucionar los
problemas sociales. Consideró que, quizás, De la Rúa lo convocó porque tengo
capacidad de diálogo con muchas personas. Entre esas muchas personas, Cavallo,
Roque Fernández y los empresarios de IDEA aplaudieron su designación. Tendrá que apelar
a su capacidad de persuasión para convencer a los empresarios de la necesidad de
desarrollar educación no sólo para todos si no de calidad para todos. Ellos declaman la
trascendencia de la educación pero a la hora de pagar impuestos, las veleidades
primermundistas son sepultadas por los más convenientes artilugios evasores de la
periferia.
También tendrá que ejercer el diálogo con los docentes. A esta altura, suena a verdad
de Perogrullo que sin el apoyo de maestros y profesores cualquier transformación
educativa está condenada al fracaso. No basta con decir que no se puede dar marcha
atrás con la descentralización para desentenderse de la dispersión salarial y de
requerimientos laborales que signan el sistema. De lo contrario, habrá que asumir que el
modelo es un rompecabezas donde hay piezas que sobran. |
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