Por Cristian Alarcón El martillo del tribunal
golpeó con extrema dureza en los apóstoles de la muerte, el mote que se
ganaron 12 presos del penal de Sierra Chica en marzo del 96 cuando condujeron el
motín más sangriento de la historia delincuencial argentina. Juzgados por un intento de
fuga posterior, cuando ya estaban en la cárcel de Caseros, fueron condenados a entre
siete y diez años de prisión, pero al sumárseles esa condena a las que ya cumplen
por delitos que van del robo a mano armada al homicidio algunos alcanzaron la
prisión o reclusión perpetua. Ayer, antes de la lectura de la sentencia, los acusados
tuvieron oportunidad de hacer sus últimos descargos y todos decidieron romper el silencio
absoluto que mantenían desde hacía más de tres años. Fue para declararse inocentes,
atacar al fiscal por haberles solicitado altas penas y denunciar que lo que el Servicio
Penitenciario consideró un motín fue una trampa. Es una venganza del
Servicio y por eso nos pegaron durante ocho horas patadas, palazos, fierrazos, dijo
Héctor Galarza, uno de los doce.
Los apóstoles son considerados algo así como los presos más peligrosos del país desde
el motín de Sierra Chica, que terminó con el asesinato de ocho detenidos que habrían
sido incinerados en el horno de pan del penal bonaerense (ver aparte). Por eso el
operativo de seguridad en cada audiencia oral de este juicio que comenzó el 1º de
noviembre no tiene antecedentes: en la sala de audiencias quedaba lugar para muy pocos
periodistas sólo por la cantidad de guardias parados en cada rincón de la sala con
chalecos antibalas y armas por doquier. Los apóstoles escucharon ayer la sentencia en un
extremo de la sala, sentados en cuatro filas de sillas puestas en el rincón. Estaban tan
rodeados de vigilancia que para los camaristas Enrique Mario Posse, Floreal de Laurentis y
Enrique Alvarez Aldana, y para el fiscal Eduardo Marazzi era casi imposible verlos a pocos
metros de distancia.
Los hechos por los que fueron condenados ocurrieron en la madrugada del 25 de mayo de
1996, un mes y medio después del motín de Sierra Chica. Once de los apóstoles ocupaban
el pabellón 14 de Caseros. El capanga del grupo, Marcelo Brandán López, un hombre
considerado por el Servicio Penitenciario como alguien sin control, incapaz de medir las
consecuencias de sus actos, estaba en una celda de castigo. Los presos tomaron el
pabellón 15 y con dos guardias de rehenes lograron que lo devolvieran al pabellón. Seis
horas después, el Servicio Penitenciario Federal reprimió y a los tiros aplacó la
revuelta. En ese punto, o sea en lo ocurrido apenas terminó el motín, es cuando varios
de los apóstoles señalaron ayer que fueron golpeados por los guardias. El 25 de
mayo fuimos llevados a una trampa mortal, dijo Jaime Pérez Sosa, sentenciado por el
tribunal a siete años, uno de los tres apóstoles a quienes las sanciones se les
unificaron en la pena de prisión perpetua por otras condenas anteriores por homicidios.
En la misma situación quedaron Jorge Alberto Pedraza y Héctor Cóccaro Retamar. Pedraza
le dijo al tribunal que esta causa está armada como la de la superbanda (en
alusión al Gordo Valor y su gente) y se quejó porque hace un año están
detenidos en el penal de Melchor Romero donde sólo pueden recibir visitas a través de un
vidrio blindado. Cóccaro fue más belicoso. Con todo el respeto se dirigió a
los jueces, quiero decirle que ese fiscal le deje el lugar a otro porque es una
porquería. Galarza denunció con detalles los golpes de los guardias. Nos
humillaron a más no poder. Nos tuvieron desnudos pegándonos con fierros. Venía un
médico... Nos decían no nos importa lo que hicieron acá sino lo de Sierra
Chica. No sé cómo quedamos vivos.
Los demás, a su turno, se declararon inocentes y recordaron que fueron aconsejados
para aceptar un juicio abreviado y una condena de tres años pero preferimos el juicio
para poder demostrar que somos inocentes. Finalmente, las condenas que recibieron
mantendrá a la mayoría durante muchos años más en la cárcel. La sumatoria de ésta y
las anteriores significan 25 años para Brandán López, 23 para Carlos Gorosito Ibáñez,
21para Cristian Vilaseco Quiroga y Carlos Villalba Mazzei, 17 para Oscar Olivera Sánchez,
15 para Héctor Galarza. Sólo Víctor Esquivel, Marcelo González Pérez y Miguel Angel
Acevedo quedaron condenados a entre 7 y 10 años.
Cuando el juicio terminó, afuera de los tribunales esperaban varias mujeres, espiando
entre los brazos y las armas de los guardias que llenaban toda la vereda formando un
cordón hasta las combis donde los trasladaron. Ellas fueron casi el único público del
juicio. Estuve en tantas cárceles desde que cayó a los 19 por homicidio,
contó Nidia Pérez Sosa, la madre de uno de los condenados a perpetua. Ese es mi
chico, señaló cuando pasó tras los guardias y estiró la mano hacia una pequeña
reja tratando de tocarlo antes de que se lo llevaran.
El proceso aún pendiente En la historia de los motines carcelarios hay un antes y un después de
Sierra Chica. La rebelión de presos que comenzó el sábado 30 de marzo de 1996 y duró
hasta el domingo de Pascuas, ocho días después, logró extenderse a todos los penales de
la provincia de Buenos Aires y la mayoría en el resto del país. Pero lo peor ocurría en
Sierra Chica, en el peor de los peores penales. De las chimeneas de la cárcel comenzó a
salir un olor pestilente: ocho presos habían sido víctimas de las internas entre bandas
y habían terminado en el horno de pan del penal. Uno de los presos que ayer fue
condenado, según lo que los testigos contaron en este juicio, lleva desde entonces un
apodo más terrible que el de apóstol de la muerte. Le dicen El Panadero.
Ardían Batán, Olavarría, Azul, Olmos, Bahía Blanca, General Roca, Neuquén. El
gobierno de Eduardo Duhalde declaraba en crisis el sistema penitenciario situación
que empeoró las cosas y en las manos de los doce apóstoles había 17 rehenes. Eran
13 guardiacárceles, la jueza que intentó mediar, María Mercedes Malere; su secretario,
Héctor Torrens, y dos pastores evangélicos. Por aquel motín, los doce apóstoles
juzgados ayer serán nuevamente sometidos a juicio, junto a otra docena de presos. Ese es
el proceso pendiente. Sería en marzo y aún no se decidió el lugar. Buscan un sitio que
ofrezca especiales condiciones de seguridad. |
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