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Estaban Amalia Lacroze de Fortabat, Roberto Rocca, Enrique Pescarmona y Aldo Roggio, cabezas de cuatro de los grupos económicos nacionales más poderosos. También participaron Hugo DAlessandro, de Arcor, y Jorge Aguado, del grupo Macri. Y los presidentes de la Unión Industrial Argentina, Osvaldo Rial; de la Cámara de la Construcción, Eduardo Baglieto, y de Confederaciones Rurales, Juan Bautista Corea. Fue en el encuentro que el Grupo Productivo, en el que confluyen aquellas cámaras empresarias, mantuvo ayer con Fernando de la Rúa. La presencia de los empresarios que se mencionan en las primeras líneas fue un evidente espaldarazo al GP, una de las vertientes en que quedó dividido el Grupo de los Ocho. En los 90, el sector empresario se relacionó formalmente con el poder político a través del G-8, integrado por las cámaras que representan los intereses del sector financiero y de la producción. Sin embargo, el final del gobierno menemista coincide con la fractura de ese bloque, y con la llegada de De la Rúa al poder se abre una nueva experiencia. Por un lado, quedaron los sectores más beneficiados con la política económica menemista: banqueros, inversores bursátiles y grandes comerciantes. Por el otro, industriales, ruralistas y constructores, quienes, en los hechos, se vieron relegados en la defensa de sus intereses por el otro sector, auténtico conductor del G-8. El país requiere una estrategia económica que posibilite articular las transformaciones estructurales de los 90, con un modelo de desarrollo de largo plazo que privilegie la producción, destaca el documento que el GP le entregó al presidente electo. Sin políticas que estimulen la producción y la generación de valor agregado local, nuestro país no genera condiciones para integrar a sus 35 millones de habitantes al mercado de consumo y trabajo, ni permite el desarrollo de sus economías regionales, destaca otro párrafo del documento. Asimismo, señala que se requiere de un sector financiero que pueda brindar tasas de interés consistentes con el rendimiento normal de los negocios, en un directo cuestionamiento a los bancos. En referencia a las privatizadas, sostiene que se debe incentivar los mecanismos que amplíen la competencia y la transparencia en el accionar de las empresas de servicios públicas privatizadas. En su parte final, el documento enumera una serie de sugerencias que los dirigentes fabriles, del agro y la construcción hacen al futuro gobierno. Algunas de ellas son las siguientes: Potenciar el rol de los bancos oficiales en el financiamiento de las pymes y de las economías regionales. Bonificar las tasas de interés de las pymes. Modificar normas innecesariamente rígidas del Banco Central, que afectan fundamentalmente la asistencia crediticia a las pymes. Avanzar en la eliminación de cargas sociales para los sectores productivos. Adecuar la legislación laboral y de obras sociales acorde con un país moderno y en crecimiento. Eliminar el impuesto a la ganancia mínima presunta y al costo financiero. Permitir la utilización de créditos fiscales acumulados para compensar otras obligaciones impositivas y previsionales. Establecer un plan de facilidades de pago de deudas fiscales. Dotar de mayor eficiencia a los entes reguladores de servicios públicos privatizados. Impedir los comportamientos monopólicos de las cadenas comerciales. Revisar (hacia arriba) el Arancel Externo Común del Mercosur. Reformular el funcionamiento de la Aduana para combatir más eficientemente el contrabando y la subfacturación. De la Rúa nos eligió para tener su primer encuentro con un nucleamiento empresario desde que ganó las elecciones, señaló a este diario un dirigente de la UIA. Es una señal política, añadió. Rial, Baglieto y Corea destacaron luego en conferencia de prensa que fue una reunión excelente, de tono conceptual, más que específico sobre la aplicación de determinadas medidas. De la Rúa coincidió plenamente con el tono del documento. Pero la realización del encuentro permite otra lectura, más allá de la entusiasta que hicieron los miembros del GP. En su gabinete, De la Rúa incluyó a uno de los economistas ortodoxos que más fielmente transmite el pensamiento del establishment financiero: Ricardo López Murphy. Y también está el cavallista Juan José Llach.
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