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El País de Madrid Por Ernesto Ekaizer El 25 de noviembre de 1998, el general Augusto Pinochet aguardaba en su habitación del londinense Grovelands Priory Hospital el fallo de cinco jueces lores sobre su pretendida inmunidad soberana. Muy cerca del hospital, en la pista de despegue de la Fuerza Aérea, en Brize Northon, un avión calentaba motores con las maletas del general a bordo, la torta de cumpleaños y el champán para celebrar su 84 aniversario. Pero hacia las dos y media hora de Londres, su entorno familiar recibió una llamada telefónica. Había perdido la batalla de la inmunidad por 3 votos contra 2. Al oír el veredicto, los ojos claros del ex dictador se humedecieron; una rebelde lágrima se deslizó por una de sus mejillas. Ayer el general cumplió 84 años, tras someterse al proceso judicial de su extradición a España, un túnel cuya luz final, o al menos ciertos destellos, creen atisbar los gobernantes de Chile y el entorno del ex dictador en la decisión de las autoridades británicas de ordenar, a petición de Chile, un examen médico completo para ver si sus condiciones de salud justifican una interrupción del proceso y su liberación para que pueda regresar a Santiago. Aunque no hay confirmación todavía, el chequeo podría realizarse los próximos 29 y 30 de noviembre. De lo que existe certeza, en cambio, es de que no fue el ministro del Interior (Home Office), Jack Straw, quien escribió al canciller chileno Juan Gabriel Valdés el pasado 5 de noviembre de 1999 para comunicar que se aceptaba realizar, tal como propuso Chile en una carta del 14 de octubre, los exámenes médicos. Valdés, en una escala técnica en Nueva York, entre Canadá y Japón, anunció con aire triunfal que Straw había aceptado la propuesta chilena antes de considerar si existía bases para liberar a Pinochet por razones humanitarias o por compasión. Según ha podido confirmar en Londres El País la misiva, una cuartilla, fue enviada por Fenella Tayler, funcionaria del Departamento de Extradición del Ministerio del Interior. En la misma, transmitida por nota verbal del Foreign Office a la embajada chilena en Londres, se acepta la propuesta de Chile de examinar a Pinochet. Otra carta parecida fue enviada el mismo día, 5 de noviembre, al bufete Kingsley & Napley, encargado de la defensa del ex dictador. El canciller chileno siempre habló de Jack Straw al explicar el presunto contenido de la carta, aunque se negó a dar a conocer la misma y tampoco dio detalles sobre quién la firmaba. Parece evidente que Valdés, perro viejo de la política pasada con aspiración a serlo en el futuro, prefería invocar al ministro británico y no a una funcionaria ignota del Ministerio del Interior británico. El nombre de Jack Straw, el ministro que decidirá la suerte de Pinochet, permitía ponerse una medalla; Fenella Tayler, en cambio, es una desconocida para los medios de comunicación. ¿Por qué pregunta por Fenella Tayler?, inquirió ayer alguien de la oficina de prensa del Home Office ante la pregunta del periodista. Porque tiene algo que ver con el caso Pinochet, fue la respuesta. ¿Pero considera que es algo relevante?, insistió la funcionaria. Parecía, pues, que los papeles se habían trocado. Para el canciller Valdés, Fenella Tayler es tan irrelevante que nunca habló de ella y presentó los hechos, no sin astucia, como si la carta hubiese sido escrita por Jack Straw. Pan, queso y fantasía En su residencia de Virginia Water, condado de Surrey, a cuarenta y cinco minutos de Londres, Augusto Pinochet celebró un nuevo aniversario rodeado por su esposa Lucía Hiriart, sus hijas Lucía y Jacqueline,oficiales del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada chilenas, y algunos amigos dilectos, como es el caso de Peter Schaad, empresario suizo residente en el Reino Unido. La defensa de Pinochet amenazaba, antes de que el Home Office aceptara realizar los exámenes médicos, con desarrollar un ataque apocalíptico en el Alto Tribunal utilizando el argumento de que se persigue a Pinochet por sus ideas políticas, y que el juez Baltasar Garzón y España actúan de mala fe. En esta versión, el ministro Jack Straw también ocupaba un lugar, según ha denunciado, sin pruebas, la baronesa Margaret Thatcher. Paradójicamente, la defensa del ex dictador ahora sopesa hasta qué punto puede llegar con la politización del caso, habida cuenta de que atacar, explícita o implícitamente también a Straw, en cuyas manos está el destino de la petición humanitaria de Chile para que se libere a Pinochet, sería un virtual harakiri.
EN CHILE, LA DERECHA ESPERA LA PALABRA DEL
TATA El Paísde Madrid En un abierto desafío, la candidata presidencial del Partido Comunista, Gladys Marín, saludó ayer el 84º cumpleaños del ex dictador Augusto Pinochet tratándolo de asesino, traidor y cobarde durante su espacio de propaganda electoral, que transmiten obligatoriamente los canales de televisión. Por decirle esas mismas palabras al ex dictador el 11 de setiembre de 1996, en un discurso, Marín recibió una querella de injurias del Ejército que la tuvo algunos días en la cárcel. Más diplomático, el candidato de la coalición oficialista, integrada por socialistas y democratacristianos, Ricardo Lagos, interrogado por la prensa mientras recorría el norte del país, le deseó ayer un buen cumpleaños a Pinochet y afirmó que la derecha no ha hecho nada para lograr su regreso. La querella contra Marín fue presentada cuando Pinochet era todavía jefe del Ejército. Y ayer, en cambio, el ex dictador pasó su segundo cumpleaños detenido en Londres, sin que su situación provoque mayor interés público, cuando faltan menos de tres semanas para la elección presidencial del 12 de diciembre. En Santiago, cerca de 40 adherentes del general fueron a cantarle el cumpleaños feliz frente a la llamada Llama de la libertad, una antorcha inaugurada por la dictadura, en homenaje a la gesta del golpe de Estado de 1973 y los militares caídos. Allí extendieron un lienzo que decía Pinochet y las Fuerzas Armadas, por siempre, mientras otro grupo pequeño llevó en hombros una torta gigante, de cartón. Durante la noche de ayer, sus partidarios se reunieron en un exclusivo club de Santiago en una cena frugal, de pan, queso y vino, para recordar el cumpleaños, y a donde el ex dictador haría llegar un mensaje especial. En la cena, se esperaba la asistencia del comandante en jefe del Ejército, general Ricardo Izurieta. Al enterarse, el gobierno reaccionó con malestar, porque en la Cancillería estiman que puede perjudicar las gestiones que realizan para lograr el regreso de Pinochet por razones humanitarias. Otros grupos anunciaron que prenderán velas en homenaje al detenido. El hijo mayor de Pinochet, Augusto Pinochet Hiriart, entrevistado por Radio Cooperativa, dijo con desaliento que su padre no tiene ninguna esperanza de nada y afirmó que éste le ha dicho muchas veces que ya no cree en nadie.
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