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Por Alejandra Dandan --No son dos --se atajó el custodio--. Una sí, pero la otra es un baño. La esquina de las garitas clonadas es Húsares 2100. En una, atiende un custodia; en la otra hay un mingitorio. El custodio es policía, aunque la tarea de ahuyentar bandidos de la calle la pagan los vecinos. Para reforzar su control, el hombre tiene recursos extra: un handy a mano en comunicación directa con la comisaría y un compañero custodio allí nomás: en la cabina de cien metros arriba. Con la creciente sensación de inseguridad, decenas de garitas aparecieron en la Capital. Habitadas por agentes de Policía Adicional o por custodios privados, los puestos de control invadieron veredas de Palermo Chico, Coghlan, Belgrano, Palermo y hasta Caballito. Ninguna está habilitada ni puede estarlo: por ley están expresamente prohibidas. Página/12 recorrió esos barrios y detectó al menos 45. Pero para el director de Habilitaciones del gobierno porteño, Ernesto Dibd, no existen. "En la Capital no hay garitas, están prohibidas", diagnosticó. Con la visera ajustada a la nuca, un policía atiende el puesto privado de control en La Pampa y Melián. "Acá el tema no es que la seguridad se privatiza --razona--. Esta gente quiere tener un policía las 24 horas delante de su puerta y la policía no puede ponerlo, entonces paga". La ley 118, sancionada en diciembre del año pasado, es la que regula los servicios de seguridad privada en la ciudad. Allí se dice: "Queda prohibido prestar los servicios en los espacios públicos, salvo que estuvieran concesionados y fueran expresamente autorizados por la Autoridad de Aplicación". Esa autoridad es la Secretaría de Gobierno porteña. Ernesto Dibd, a cargo del área de Habilitaciones, definió su política sobre el tema: "No debería haber ninguna garita en la Capital porque están prohibidas, ninguna tiene habilitación". Y asegura tajante que "Buenos Aires no tiene garitas". "Los puestos de control --alecciona el funcionario-- deben estar dentro de la línea de edificación del inmueble, aun en las embajadas". Es decir, de las puertas para adentro. El empecinamiento oficial enoja a la blonda que acaba de entrar en la SM, la farmacia de La Pampa y Superí: --A ver --se impacienta--, por la inseguridad le tengo que pagar un dineral a la custodia. ¿Ahora encima me la quieren sacar? "Nosotros en el barrio pagamos desde 20 a 100 pesos por casa, todos los meses, cada uno pone lo que puede", cuenta la mujer de Húsares. La parada frente a la farmacia de Melián es más cara: aunque la vaquita la alimentan todos los vecinos, el dueño del negocio 150 pesos por mes. La rubia de la farmacia confunde por un momento a la cronista con una empleado municipal: las quejas mutaron en acalorados retos. Enseguida, la mujer, entrada en años y brillos, recordó un fatídico episodio en la cuadra: un nuevo robo, justo frente a "la garita, a media cuadra, la de Melián y La Pampa". Mientras ella paga su medicina, el encargado de la farmacia cuenta cómo llegó hasta la puerta de su local el puesto de control. "El dueño anterior --dice-- se cansó de los robos y de las rejas. Antes, todo el mostrador estaba encerrado". La sucesión de miedo a los robos se vuelve lugar común cuando en un barrio se habla de la historia de las garitas. La trama incorpora un nuevo dato, también recurrente: la caída de la protección policial. A lo largo de cien metros sobre Húsares son tres las garitas. Desde una de las casas, salió la propuesta del servicio privado. Su dueña explicó a este diario: "Mi marido fue a la policía y le dijeron que no tenían gente, hubo dos robos en la cuadra y por eso pedimos el servicio a una agencia". Grovecor es la etiqueta que identifica a su custodio y es el nombre de la agencia contratada. "Nosotros pedimos el servicio --sigue la mujer-- y ellos se encargaron de todo". Ese todo es la inscripción con datos de la garita, el nombre de los custodios y las habilitaciones de la agencia en los libros de la comisaría del barrio. Si se cumpliera otro de los artículos de la ley, el custodio debería recibir, al menos, un reto: según la norma no puede revistar como personal de seguridad privada alguien que esté "en actividad dentro de las Fuerzas Armadas, de seguridad y organismos de inteligencia". Aquel custodio, además de vigilar desde el casquete de la garita, es policía. Pero no es el único. Un cartelón sobre un puesto de Palermo Chico dice: "Pagado por la Asociación de Vecinos de Sáenz Valiente y Hernández con servicio de Policía Federal". Para Dibd, perseguir a los infractores es complicado: "Se demora más en todo el procedimiento burocrático para sacarlos --dice-- que lo que tardan en colocar una nueva".
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