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EL JUEZ CAVALLO INVESTIGA UNA ACCION PENAL PRESENTADA POR EL BANCO NACION
Santibañes y un toque de atención

El BNA lleva pagados ya más de 27 millones de dólares por los avales caídos de la operación Inducuer, un emprendimiento lanzado por Fernando de Santibañes. Aunque éste se desvinculó después, en el directorio del Nación sospechan de la solvencia de los sustitutos. El banco estatal inició una acción penal, confiando el caso al abogado Jorge Torlasco, el mismo que se dedicará a perseguir corruptos.

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Por Julio Nudler
t.gif (862 bytes)  Precisamente Jorge Torlasco, el abogado con más probabilidades de conducir la oficina anticorrupción que decidió crear Fernando de la Rúa, es quien, por encargo del Banco Nación, está representándolo –como socio del estudio Arslanian– en una causa penal en la que el juez Gabriel Cavallo investiga una gigantesca operación, relacionada con la curtiembre Inducuer. El actual directorio de la entidad pidió pesquisar la operación por presunto fraude y estima que terminará causándole al BNA un perjuicio de 70 millones de pesos, aproximadamente. En la gestación del fallido emprendimiento aparece Fernando de Santibañes, que en ese entonces era dueño del Banco de Crédito Argentino. Este ex banquero, hoy dedicado a negocios inmobiliarios y a la política, presidirá a su vez el consejo de notables que también decidió constituir el primer mandatario electo y cuyo asiento estará, precisamente, en el edificio del Nación, donde ya le están buscando despachos adecuados.Hay más: Santibañes se desvinculó formalmente de la operación Monte Chingolo de Inducuer (allí, en Lanús, se emplazaría la gigantesca planta que nunca llegó a curtir ni un solo cuero) poco antes de que el BNA otorgara su primer aval al que resultaría ruinoso negocio. Pero en el directorio del banco oficial se indica que las personas que lo sustituyeron no tenían solvencia, y algunas estaban ligadas justamente al Crédito Argentino, banco luego extranjerizado a manos del Francés-BBV.En todo caso, el Nación viene abonando semestral y religiosamente desde setiembre de 1996 los avales caídos por una financiación en marcos alemanes de la que aceptó ser garante. La primera cuota, transferida a la Banca Gottardo, de Lugano, Suiza, vía Deutsche Bank, de Frankfurt, para serle acreditada a Ultrafin AG, fue de 4.796.883 dólares. La última de las siete pagadas hasta el momento se giró el 3 de setiembre de este año por u$s 3.497.544 (los montos oscilan por la variación en el tipo de cambio entre el dólar y el marco), y todavía habrá que remitir diez cuotas más. La ejecución de las garantías permitiría recuperar una porción muy reducida de las obligaciones afrontadas. Según el informe del síndico del concurso, el pasivo de Inducuer trepa a 109,1 millones de pesos. Santibañes y Angel David Gorodisch, propietarios del BCA, crearon el 10 de noviembre de 1989 una sociedad que llamaron Ferdar, y que se convertiría en la controlante de Inducuer. Esta vinculación fue señalada en las actuaciones judiciales por Silvia Mónica Villares de Maschio, jefa del área de Proyectos en el Nación. Sin embargo, un año después, el 19 de noviembre de 1990, se produce la sustitución de los dos banqueros por Guillermo Miguel Nano y el contador Carlos Adolfo De la Vega. Un director del BNA indicó a este diario, al respecto, que el acta de sustitución habría sido predatada, para colocarle una fecha anterior a la concesión del primer aval por parte del BNA, la que tuvo lugar en enero de 1991. Luego de ser presidida por Nano, Ferdar pasó a ser encabezada por Chantal France Safra. Como las fuentes señalaron que esta mujer también había pertenecido al Crédito Argentino, Página/12 telefoneó al Banco Francés (que absorbió al BCA) preguntando por ella. La telefonista respondió que "la señora ya no está más acá, desde hace por lo menos un año". Al llamar a su casa y atender ella, luego de un largo silencio se rehusó a hablar del tema.Los peritos designados por el juez descubrieron numerosas irregularidades en todo el trámite de la operación. Indican, por ejemplo, que "el Banco Nación no poseía al momento de otorgar el aval la documentación contable correspondiente a Inducuer que habilitara la concreción de la operación crediticia planteada. Tampoco existía un análisis de los responsables de las empresas que garantizaban la operación, como tampoco elementos que permitiesen aseverar que se realizaría el aporte de capital necesario para tal fin". De hecho, éste no se cumplió, ni se entregaron al Nación las acciones a caucionar. El affaire dio lugar a un sumario interno. Antonio Salve y Luis Arroyo, dos altos funcionarios de línea responsables del área Internacional, perdieron sus puestos. La parábola de esta historia –una de las que han despellejado al Nación– fue relatada, a su manera, por los representantes de la magnífica curtiduría que no fue. "... Se proyectó la construcción de una curtiembre con tecnología de punta, que debía estar entre las diez más importantes a nivel mundial. Casi hemos llegado a esta posición...", afirma Inducuer en relación a una planta que ni siquiera llegó a inaugurarse. La idea, según le cuenta Chantal al juez comercial al pedirle, hace trece meses, la formación del concurso preventivo, era procesar 3000 cueros vacunos por día para exportar, y fabricar 1700 pares de zapatos, ocupando a unos 600 trabajadores. La realidad actual es que sólo ocupa a seis. "En su origen, julio de 1989, el proyecto se compadecía plenamente –prosigue Chantal– con la política económica del gobierno argentino", en alusión a la Revolución Productiva de Carlos Menem. La consultora Pistrelli Díaz/Arthur Andersen corroboró, en diciembre de 1989, mientras se desmoronaba el Plan Bunge & Born, que el proyecto era viable, algo que pronto quedaría desmentido.Como las vacas, el emprendimiento tenía cuatro patas: la italiana Giza SpA, que construiría la planta; la también peninsular Capra, que aportaría la tecnología y luego compraría la producción de curtidos; Huancayo (Frigorífico Rioplatense) suministraría los cueros y el gerenciamiento, y un grupo financiero nucleado en Ferdar. En agosto de 1989 año se obtiene la financiación del proyecto por Ultrafin AG, de Lugano, Suiza, para los equipos y servicios italianos que proveerá Giza. El crédito es a 10 años, con dos de gracia. Por otro lado, Inducuer compraría dos plantas llave en mano a Giza por valor de 90.149.476 marcos alemanes mediante un crédito otorgado por el Banco Gottardo, que cubriría el 85% del monto (76,6 millones de marcos) y debería amortizarse en 17 cuotas semestrales. Pero había una condición para el otorgamiento: el aval de un banco oficial argentino de primerísima línea. Es decir, el BNA.El Nación aprueba el 31 de enero de 1991 el otorgamiento del aval. La resolución la firma el presidente, Hugo César Santilli (poco antes de dejarle el lugar a Aldo Dadone), y los directores Ricardo César Fabri y Joaquín Alonso, quien ahora trabaja en la SIDE. (Posteriores otorgamientos fueron firmados por los directores Hugo Gaggero, Raúl Mario Fernández y Raúl César Sanguinetti.) Al mes siguiente, los socios compran el paquete accionario de Inducuer (empresa fundada en 1971) y se integra un nuevo directorio. En mayo adquieren la planta de Autolatina (Ford) en Monte Chingolo, donde antes estuviera Siam Di Tella, con su predio de 15 hectáreas. Pero el cambio de guardia en el Nación frena el envío del Guarantee Agreement (Convenio de Garantía) a Suiza, que será remitido recién en enero de 1992. Lo que Chantal no le relata al juez es que, en agosto de 1991, Carlos Luis Bosch, abogado consultor del Nación, presentó un dictamen denunciando que el banco estatal no había tomado los recaudos necesarios para valuar objetivamente los bienes que adquiriría Inducuer. En otras palabras: el BNA había decidido avalar la deuda por una compra sin comprobar si los precios señalados por el beneficiario de la garantía eran correctos. Ante esto, se le encomendó la tarea a la sucursal París del Nación por ser la más próxima al lugar de origen del equipamiento. Así, el 26 de setiembre de ese año, el gerente de la filial parisina del BNA envió su valuación: según su informe, el equipamiento valía 46 millones de marcos, en lugar de los 71,4 millones señalados por Inducuer (que, con el agregado de otros item, como seguro, flete, documentación técnica, asistencia al montaje y productos químicos, subían hasta los 76,6 millones mencionados como costo total y cuya financiación debía ser avalada por el Nación, además de la cobertura de la SACE, que es la entidad oficial italiana de seguro de crédito a la exportación). Por tanto, de acuerdo a la tasación llegada desde Francia, la sobrevaluación era de un 55 por ciento. De cualquier forma, en octubre una nueva resolución de directorio volvió a aprobar la operación, aunque exigiendo garantías adicionales. En enero de 1992 el BNA entregó su aval.Aparece, sin embargo, un nuevo escollo: para retirar de la Aduana los equipos enviados por Giza, Inducuer espera que la Secretaría de Industria y Comercio apruebe su pedido de exención de los derechos aduaneros. Esto ocurrió finalmente en enero de 1993, y al mes siguiente empezaron a despacharse a plaza los primeros embarques llegados tiempo atrás de Italia. Claro que, entretanto, algo terrible estaba ocurriendo con los partenaires italianos del proyecto. Según la impresionante explicación del suceso brindada por Inducuer, "a partir de setiembre de 1992 los dos socios extranjeros... empezaron a tener problemas económicos derivados de la caída del Muro de Berlín (que en realidad había sucedido casi tres años antes), de la democratización de la URSS y de la devaluación de las monedas europeas frente al marco alemán". En síntesis: en noviembre de 1992, Conceria Capra SpA entra en concordato preventivo, y dos meses después Giza solicita a los tribunales de la Reggio Emilia su "administración controlada", la cual le fue denegada, decretándose su quiebra y posterior liquidación. Con todo esto, el Proyecto Monte Chingolo quedaba colgando sobre el vacío, con el Banco Nación como inevitable víctima. En palabras de los inducueristas: "El proyecto quedaba paralizado o trunco, y los compromisos contraídos perdían el contravalor de la planta instalada". Esto significa, en concreto, que el BNA ya no tendría manera de cobrarse. "El proceso de liquidación de Giza –siempre según los frustrados curtidores– impedía la finalización del proyecto." Además, Ultrafin cortaba el crédito porque éste estaba atado directamente a las provisiones de Giza. Puesto en negro sobre blanco: "El perjuicio económico alcanzaba no sólo a las empresas participantes, sino también al Estado, que a través del BNA quedaba afrontando pasivos con el exterior que constituirían pura pérdida". En realidad, el perjuicio no resultaba "también" sino especial o exclusivamente del Estado. Sensibilizados –como es de imaginar– ante este contratiempo, los socios de Inducuer se lanzaron en una fuga hacia adelante, cuyo efecto final sería el de incrementar aún más los quebrantos del Nación.Se inició así la segunda fase del emprendimiento, con el BNA hundido hasta la cintura. Inducuer dice haber considerado necesario no seguir ateniéndose al proyecto original diseñado por Giza (ya fundida), pero lo cierto es que no pudo concretar otra alternativa. No obstante, el 28 de setiembre de 1993 Inducuer logró suscribir un Accordo Transattivo con el liquidador de Giza. Esta se comprometía a ceder el contrato comercial a otra firma italiana, e Inducuer podría así contar con los restantes 21,3 millones de marcos del crédito para terminar el magno proyecto, entre otros acuerdos. Pero, obviamente, el Nación tenía que contribuir con lo suyo a tan feliz arreglo, reprogramando el apoyo crediticio y aceptando la sustitución de garantías. Tiempo después, el 14 de abril de 1994, entró en escena Fortrade Financing SpA, de Milán, trading que se comprometió, por una comisión del 4%, a exportar a la Argentina los equipos y servicios que Inducuer le indicara para la terminación de la curtiembre. Nuevamente, todo dependía de que el Nación firmase nuevos avales, lo que efectivamente hizo en enero de 1995. En mayo, la SACE renovó la póliza de seguro, y todo volvió a marchar sobre ruedas. Pero fue, simplemente, para rodar hasta el abismo

 

CLAVES

* El Banco Nación está pagando las 17 cuotas por los avales caídos de una operación con la curtiembre Inducuer. Cada giro semestral efectuado a Suiza oscila en los 4 millones de dólares.

* En la génesis del proyecto, en 1990, estuvo Fernando de Santibañes, quien fundó la sociedad controlante de Inducuer. En el directorio del BNA consideran que fue sustituido por prestanombres, algunos de ellos vinculados al desaparecido Banco de Crédito Argentino.

* El BNA inició una acción penal, en la que se investiga una posible defraudación. La entidad es patrocinada por el abogado Jorge Torlasco, del estudio Arslanian, a quien Fernando de la Rúa encomendaría, precisamente, combatir la corrupción.

* Los peritos designados por el juez Gabriel Cavallo descubrieron que la tramitación de los avales estuvo plagada de irregularidades. El BNA ya separó a dos altos funcionarios de la línea.

* Como titular del Consejo Asesor del gobierno, Santibañes tendrá despacho en el Banco Nación.


ARGUMENTOS PARA CONVERTIR AL BNA EN VERDUGO Y NO VICTIMA
El sinuoso sendero hacia la bancarrota

 

Por J. N.
t.gif (862 bytes) A determinada altura de sus tropiezos, los dueños del proyecto de la nueva y ambiciosana02fo02.jpg (23738 bytes) planta de Inducuer se dieron cuenta de que para llevar adelante la futura explotación les hacía falta encontrar un operador de la curtiembre, pero que era muy difícil conseguirlo si tenían los bolsillos vacíos. Por tanto, el 27 de agosto de 1996 le hicieron saber al Banco Nación, que a todo esto era por lejos el principal acreedor, que había sufrido un nuevo atraso el comienzo de la operación industrial de la planta. En el escrito culpaban de ello a las demoras sufridas en la reprogramación del financiamiento, con lo cual, sutilmente, el BNA pasaba de víctima a acusado. El 30 de octubre de ese año, Inducuer pidió al Nación que le refinanciara la deuda vencida, pero reliquidándole los intereses a tasas más bajas y reduciendo también las comisiones. Mientras tanto, seguían buscando un operador técnico de la planta. Y en una lista de contactos hechos, que le hicieron llegar al banco oficial el 15 de abril de 1997, mencionan como uno de los interesados a Curtiembre Yoma, al menos entre las opciones nacionales, porque también las había –según ellos– extranjeras. Para abundar en el mismo tema, Inducuer siguió el 26 de mayo de 1997 las pisadas de Emir Yoma y le propuso al Nación la capitalización de deudas, de acuerdo al decreto a medida que había firmado Menem con el número 585/94, "por advertir las enormes dificultades para dar inmediatez a la posibilidad de ofertas de operadores". De acuerdo con esa idea, el BNA debía aceptar convertirse en socio, abandonando su antipático papel de acreedor. Pero el Nación, ya entonces presidido por Roque Maccarone, pasó de largo y el 14 de agosto exigió que Inducuer llamase a concurso de ofertas antes del 30 de setiembre. Se prolongó entonces el tira y afloja, en cuyo transcurso la eventual curtiembre rechazaba los planteos del BNA, hasta que finalmente se decidió por llamar a concurso de acreedores. En su propio relato, "el llamado a concurso se produce en medio de la crisis financiera internacional de octubre/noviembre de 1997. El resultado por supuesto fue negativo, y una vez más se frustró el esfuerzo para resolver la situación de nuestra empresa frente a sus acreedores". ¿Qué puede la voluntad humana frente al designio de los dioses? Así, el 1º de diciembre el Nación intimó el pago. Pero, eso sí: "El proyecto sigue siendo técnicamente factible –aseguran, imperturbables–, y su rentabilidad sigue siendo positiva, pero siempre que los pasivos a afrontar no vayan más allá de las previsiones originales, puesto que ni aun en el caso de que las entidades que aportaron sus créditos accedieran a refinanciarlos con mayores plazos de gracia, lo que está muy lejos de suceder, la carga del servicio de intereses, sumado a las necesidades de amortización, impedirían absolutamente una rentabilidad positiva".En otros términos: ni con viento a favor, conseguirán las vacas volar.


CONSTANTINI Y EL SANTA ELENA
Recuerdos de Rulito

 

t.gif (862 bytes) Rodolfo Constantini y su Frigorífico Rioplatense participaban del Proyecto Monte Chingolo, con el compromiso de suministrar todos los cueros a procesar, destinados luego a la exportación. Pero la sola mención de "Rulito" causa escozor en la cúspide del Banco Nación, donde se recuerda el desastre en que concluyó para la entidad el rescate del frigorífico entrerriano Santa Elena, cuya privatización lo dejó en manos de Constantini y el Citi, adquirentes que en realidad no estaban demasiado interesados en el establecimiento sino en la cuota Hilton que éste tenía asignada. El Nación, como principal acreedor, no recuperó virtualmente nada. Es también poca la ropa que el Nación logrará salvar del naufragio de la curtiembre y la fábrica de zapatos proyectadas para Lanús Este. Según el informe del síndico del concurso, abierto en octubre de 1998, el activo de Inducuer suma 37,6 millones de pesos, pero esta estimación es válida si la fábrica estuviese en marcha. Si, en cambio, nunca arranca y termina quebrando, será mucho menos lo que pueda recuperarse. Pero también es preciso considerar que al momento de entrar en cesación de pagos, Inducuer tenía 245 juicios laborales en su contra, que involucran más de 13 millones de pesos.La actual sede de la empresa es una oficina en la que rara vez hay alguien, en el octavo piso, puerta 134, de Diagonal Norte 651. Tras sucesivos cambios, el actual directorio, presidido por Chantal France Safra (este último coincide con la marca de picadillo que fue el crédito histórico del Santa Elena), es vicepresidido por Humberto Ferraro, e integrado también por Pedro Luis Erratchu. Como director suplente figura Juan Antonio Lambías.

 

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