El
libro se llama Otro siglo, otro país. Es una suerte de --consistente si se aceptan sus
premisas y riguroso en cualquier caso-- manifiesto programático del cavallismo para el
siglo XXI. Fue editado hace poco más de dos años. Abarca 404 páginas divididas en
catorce capítulos. La educación insume apenas la séptima parte de uno de ellos, un
acápite de 7 páginas. Algo así como el 2 por ciento del texto. El autor es Juan José
Llach, quien vivió un miércoles inolvidable. Fue nombrado ministro de Educación del
gobierno entrante y, tras cartón, presentó el libro que siguió a Otro siglo... bajo los
--ideológicamente pertinentes-- auspicios del diario La Nación. En una platea colmada en
la que casi no había aliancistas de primer o segundo nivel lo aplaudía fervorosa la
embajadora itinerante Amalia Lacroze de Fortabat.
El nuevo y macizo volumen sí está dedicado
in totum al tema educativo, lo que patentiza --si se lo compara
con el anterior-- que el interés y la experticia de Llach en el área que le confió el
presidente electo Fernando de la Rúa son bebés de dos años. Sin embargo, su presencia
ha sido saludada como un canto al conocimiento técnico y a la dedicación. Llach ha sido
elogiado en los periódicos de la City, de la derecha, por Domingo Cavallo y Roque
Fernández como un experto. Más erudito, se supone, que sus ex competidores Adriana
Puiggrós y Juan Carlos Tedesco, que trajinan a tiempo completo la materia desde hace
décadas, tienen voluminosa bibliografía publicada y participación en encuentros
internacionales. Nadie en su sano juicio duda de quién ganaría un concurso de
antecedentes sobre el tema. Nadie en su sano juicio cree --o pretende-- que los ministros
se elijan mediante concurso de antecedentes, pero es capcioso y hasta cínico sostener que
los cuadros del CEMA, la Mediterránea o FIEL son una suerte de filósofos multiuso
superdotados para cualquier saber, en vez de asumir que se los elige no comparando
conocimientos sino por afinidades ideológicas u opciones políticas.
Llach, un hombre de fina y sólida
formación, no expresa un "saber" más o menos neutral sino alineamientos,
guiños a determinados intereses. Por eso poco tienen que ver sus condiciones
intelectuales o su integridad personal. Lo que motivó el debate público más fuerte
desatado por el gabinete no es eso sino si el cavallismo, que tiene una parte del león en
la génesis de los padeceres del sistema educativo actual, debió ser la usina generadora
de su corrección.
El shock de credibilidad
Los dueños del poder económico han
explicado por años que el crecimiento de su riqueza derrama beneficios para el resto de
la sociedad. Que, retomando la frase de un clásico de la economía, sus "vicios
privados" devienen "virtudes públicas". No está claro que hayan
convencido a los votantes pero sí han logrado que fuerzas políticas llevadas al gobierno
por el voto popular (el peronismo en 1989 y 1995 y la Alianza en 1999) les confíen a sus
intelectuales orgánicos una tajada esencial de la defensa de los intereses de la
comunidad.
La pregunta subsecuente es por qué ocurre
así. En el caso del menemismo queda claro que fue una opción estratégica. En la Alianza
habrá que ver. Una primera lectura, hija de la experiencia y de la sospecha, es que el
gobierno --por convicción o por asumida debilidad-- ha iniciado ya el giro a derecha que
prenuncia el teorema de Baglini.
Esa hipótesis es refutada enérgicamente por
muchos integrantes de la Alianza, autodefinidos como progresistas, que traducen a "la
línea de cuatro economistas" como una jugada tan táctica como ineludible.
"Teníamos que dar un shock de credibilidad", sugieren casi con idénticas
palabras allegados al ministro de Economía, al presidente y al vicepresidente electos.
"Y lo logramos", se alegran leyendo las alabanzas que prodigan al gabinete los
diarios de la City.
El arranque del gobierno contará, según
esta visión, con la anuencia del establishment local y de los organismos internacionales
y la tolerancia del electorado en luna de miel. Este soportará imprescindibles medidas de
ajuste. Aquéllos tolerarán algunos avances impensados: baja en las tarifas de las
privatizadas, en los peajes, algún mordisquito sobre las prepagas, heterodoxas políticas
activas de empleo. Un delicado equilibrio permitirá poner las cuentas en orden y al mismo
tiempo avanzar contra el desempleo y la pobreza.
Apuntalando ese
optimismo, figuras de primera línea del Frepaso, de la UCR y del equipo económico
describieron en estos días a Página/12 el gabinete nacional como "equilibrado"
y hasta progresista. Según ellos, Rodolfo Terragno, Federico Storani, Graciela Fernández
Meijide, Héctor Lombardo, Ricardo Gil Lavedra, Alberto Flamarique y aun Nicolás Gallo
expresan un ala progresista, partidaria de un Estado activo y equiparador de asimetrías.
Llach y José Luis Machinea serían figuras confiables para la derecha pero a la vez
dotadas de sensibilidad social y aptitud para el diálogo. Y sólo podría endilgarse una
adscripción rígida al modelo económico a Ricardo López Murphy y Adalberto Rodríguez
Giavarini. Contradiciendo otras interpretaciones, esos dirigentes aliancistas atisban un
gabinete con figuras de alto perfil y en el que habrá buena y pareja discusión
política.
El entusiasmo aminora a la hora de ponderar
el Consejo Asesor formado por empresarios y liderado por Fernando de Santibañes. La
mayoría de los consultados --eso sí, en riguroso off the record-- lo predice ineficaz,
una quinta rueda del carro. Pero en el entorno de De la Rúa le pronostican dotes
formidables. Auguran que los empresarios utilizarán los conocimientos ganados en la
actividad privada para alertar a la DGI o al PAMI acerca de dónde están los negocios
oscuros o la evasión. Un dirigente radical de primera línea le aseguró a Página/12 que
muchos empresarios están más que preocupados por el Consejo. Tanto que intentaron
colocar algunos de sus cuadros para controlarlo. Santibañes, según esta versión, le
tiró bolilla negra a Javier Tizado, a quien el grupo Techint insistía en colocar en su
equipo de doce apóstoles. La especie, claro, es incorroborable, y la hipótesis de que
algunos capitalistas traicionarán a su clase en aras del bien común parece más cercana
al realismo mágico que a la experiencia de la transición democrática, que por ahora
propende a que las Amalita estén en primera fila aplaudiendo al gobierno y al gobierno
dándole asiento y motivos. Pero, como todo, habrá que ver.
El eslabón más débil
"La sociedad --proponen los sociólogos
franceses Jean Pierre Fitoussi y Pierre Rosenvallon-- debe comprenderse a partir de su
eslabón más débil. No tiene ningún sentido decir 'todo va bien a excepción del
desempleo' porque esta 'excepción' es la que constituye el problema." Y añaden
"la distancia entre distintas lecturas de la sociedad es, en sí misma, el síntoma
de las fracturas que la atraviesan. Esa coexistencia de dos discursos contradictorios pero
igualmente ciertos es en sí misma el síntoma de una profundización de las
desigualdades. Si el país continúa enriqueciéndose globalmente mientras crece la
fractura social es porque entramos en una era de profundización de las desigualdades,
aceptada por algunos con mayor o menor cinismo".
La sugestiva frase "dos lecturas de la
sociedad (...), dos discursos contradictorios pero igualmente ciertos" se aproxima al
saldo que dejó el primer round que disputaron en el set de "Hora Clave" Llach y
la secretaria general de CTERA Marta Maffei, quienes --dato nada menor-- se vieron de
cerca por primera vez en su vida. Discutieron con respeto y nivel. Y seguirán
haciéndolo. No dramatizaban un debate académico sino un enfrentamiento de concepciones.
La sociedad argentina ha sido mirada en los últimos años desde el prisma de la
macroeconomía y desde los intereses del decil con más altos ingresos. Vista desde esas
alturas, va bien. Descendiendo (ojo que es mucha altura) a la economía cotidiana o al
resto de la población la lectura es ineludiblemente distinta.
Que un cavallista convencido y una dirigente
sindical emblemática de la lucha social contra el menemismo controviertan acerca de sus
distintas concepciones no es sorpresa. Sí lo fue que, al mes de haber ganado las
elecciones la Alianza, el cavallista sea su ministro y la dirigente de CTERA que
contribuyó objetivamente al esmerilamiento del menemismo y que jugó no pocos porotos
concretos para la contienda electoral haya sido empujada a la vereda de enfrente.
El tiempo dirá si la foto de ese primer
round es el anticipo de un viraje definitivo a una continuidad del cavallismo con mejores
modales (que es lo que viene anunciando y festejando el establishment local), o el primer
paso de la construcción de un consenso (lo que propuso en tono amigable Llach) o la
versión finisecular de "un paso atrás para dar dos adelante" que sugieren
algunos aliancistas. Habrá que ver. |