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Milán, la ciudad nursery de aspirantes a tops

La BBC destapó esta semana lo que ya estaba destapado desde hace mucho: las lolitas de Milán están expuestas a reglas no escritas que las empujan a la droga y la prostitución.

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Por Sandra Russo
t.gif (862 bytes)  Desde hace más de una década, Milán es una "ciudad nursery" en la que intentan hacer carrera modelitos neófitas llegadas desde todas partes del mundo, también desde Francia y Estados Unidos. La nota que esta semana puso al aire la BBC británica probablemente sea el fruto o al menos un capítulo más en la larga novela de enredos y rivalidades que llevan adelante desde hace años dos agencias, Ford y Elite. La cámara oculta registrando fiestas en las que chiquitas de trece o catorce años deambulaban con tragos en la mano, hombres maduros esculpiendo rayas de cocaína y la voz estentórea de Gérald Marie, el ex marido de la supermodel Linda Evangelista y segundo hombre de la agencia Elite, arengándolas para que complacieran a sus amigos, no hicieron más que volver a poner la lupa sobre una historia conocida: siempre es una historia de chicas migrantes, que llegan desde lugares lejanos, chicas con sueños de plástico y fama súbita. Aquí, del interior a la capital. Allí, de un perdido pueblo de Alabama o Connecticut a Milán. Chicas sin red ni escrúpulos ni suficiente edad para evaluar si el que están haciendo es un trato justo.

Ya antes de que Robert Altman filmara Prêt à porter y se dispusiera a mostrar el lado miserablena20fo01.jpg (10535 bytes) de ese mundo glamoroso que a todo el mundo se le antoja deseable, el periodista norteamericano Michael Gross había escrito un libro que fue best seller durante muchos meses: The ugly business of beautiful women (El feo negocio de las mujeres hermosas). En él, daba cuenta detalladamente de quién es Gérald Marie, el hombre que esta semana fue denostado públicamente por su boss, John Casablancas, dueño de Elite e inventor del Concurso Model of de Year, aunque es imposible que Casablancas estuviera sorprendido por lo que ni siquiera es un secreto a voces, sino vox populi en el mundo de las bellas y famosas. Ya en 1986 la modelo Carré Otis, que trepó a la fama primero por una campaña mundial de Calvin Klein y después por recibir las piñas de su marido, Mickey Rourke, y denunciarlo, había cargado contra Marie sumando su protesta a la de Trudi Tapscott, cabeza de la división scouting de Elite en Nueva York: Marie, conocido por su fama de descontrolado sexual y experto agente de modelos, volvía locas a las chicas que le gustaban llamándolas a cualquier hora, acosándolas descaradamente, presionándolas con propuestas de todo tipo y ofreciéndoles la cocaína que él no paraba de tomar. La de Otis fue la primera voz famosa que se alzó contra Marie, pero en su libro, Gross se encargó de relevar la de Christine Bolster, una modelo norteamericana que fue mujer de Marie antes de que apareciera Linda Evangelista. Bolster tenía apenas catorce años cuando un agente de Elite la descubrió en su bicicleta, rumbo al colegio, en un pueblo del sur norteamericano. La hicieron ganar un concurso y en cuestión de días estaba instalada en París, con promesas de un futuro esplendoroso. Marie se le acercó y en pocos meses se fue a vivir con él, aunque su primer encuentro sexual es narrado por Bolster como una violación: "Entré a su oficina y él se me vino encima. No tuve manera de pararlo. Estaba shockeada. Me pareció que no tenía alternativa". Marie la convirtió en tapa de las revistas más importantes, pero Bolster pagó su precio de drogas y promiscuidad, ya antes de cumplir los quince. Durante sus años de trabajo más fructíferos, la agencia le abrió una cuenta en Suiza y ella se sintió segura. Pero cuando quiso retirar el dinero para comprarse una casa, se enteró de que no estaba a su nombre. El cerco de la agencia impedía a sus padres tomar contacto, y ella no se esforzaba en abrirlo: estaba fascinada por su nueva vida, hasta que advirtió, allá por sus diecisiete, que su vida tenía más de patético que de divertido. Hoy, de vuelta en Estados Unidos y madre de dos chicos, dice que clava alfileres en un vudú contra Marie.

"Es una cuestión de personalidad. Yo creo que, aunque tuviera catorce años, si alguien viene y me dice 'tenés que ir con ese tipo', yo no voy. Nadie hace nada porque te obliguen, todo el mundo tiene que tener en claro lo que quiere y cómo lo quiere", dice en Buenos Aires la modelo Catalina Rautemberg, que como muchas de sus colegas empezó su carrera viviendo en una casa que Pancho Dotto alquila para las chicas que trae del interior. "Dotto las tenía cortitas", afirma, en referencia a la disciplina de la casa, y al acoso de algunos señores. Un fotógrafo de modas de los más codiciados de Buenos Aires coincide con el dejo paternal con el que Dotto trata a sus chicas. Un productor y una diseñadora sí admiten que las lolitas de todas las agencias se quejan de trabajar gratis: una semana de desfiles de alta costura, campañas y producciones de moda les valió a varias de ellas apenas 300 pesos.

Las casas de muñecas florecían en Milán hace ya un par de décadas. "Milán es un bautismo de fuego en la parte de mierda del negocio", dice la ex modelo italiana Serene Cicora. Fabrizio Ferri, uno de los fotógrafos de modas más prestigiosos del mundo y actual marido de la bailarina Alessandra Ferri, describió a Gross el método de seducción aplicado en ese entonces para las pajueranas que recaían en Milán con el afán de ser estrellas. "Las chicas eran tratadas horriblemente. Las fotos se las hacían asistentes inexpertos y sus books estaban mal hechos. Las ubicaban en una residencia día y noche, hasta que ellas se deprimían. Entonces la agencia llamaba y les decía que no habían funcionado y que tenían que volver a Nueva York. Esa noche ellas llegaban a esa casa, y las esperaban cincuenta rosas rojas y un playbloy en un Rolls Royce que les decía 'me voy a ocupar de tus cuentas'". De hecho, las agencias de modelos de Milán fueron, hace veinte años, un invento de un grupo de playboys --Gunther Sachs, Bob Zagury, Umberto Caproni, Gigi Rizzi y otros-- para rodearse de chicas frescas y bien dispuestas. Caproni relata: "Las modelos eran solteras y libres, y decidí que, si iba a vivir en Milán, ya que no es el lugar más bello del mundo, quería tener mujeres hermosas alrededor". "Entonces --concluye-- fundé una agencia de modelos".

 

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