subrayado
Otro Uruguay
Por Claudio Uriarte |
En
realidad, sería un error decir que en Uruguay se impuso el continuismo contra el cambio:
lo ocurrido en las elecciones de ayer, con el triunfo del candidato colorado neoliberal
Jorge Battle, implica un giro a la derecha respecto del gobierno saliente (también
colorado) de Julio María Sanguinetti, por lo menos en términos estrictamente
económicos. La desregulación del mercado interno, la baja de aranceles para fomentar el
comercio exterior, la admisión de la competencia privada en los servicios públicos
monopolizados por el Estado y los incentivos a la inversión extranjera mediante
exoneraciones de impuestos y flexibilización laboral marcan un punto de ruptura con el
Uruguay de siempre. Comparadas con estas medidas, las reformas propuestas por
el candidato frenteamplista Tabaré Vázquez (como su impuesto a la renta) marcaban un
punto de distanciamiento (hacia la izquierda, claro) mucho menor respecto al modelo de un
país que había logrado resistir la ola privatizadora que inundó América latina en los
90, y donde la posible privatización del catering de un hotel del Estado podía despertar
hasta hace pocos años polémicas feroces y desgarramientos de vestiduras.Pese al
crecimiento de la izquierda, que ganó la primera vuelta y es la fuerza principal en las
cámaras, Uruguay se parece en este sentido a otra ficha que cae. En Brasil, donde la
socialdemocracia nominal de Fernando Henrique Cardoso presidió sobre la liberalización,
el II Congreso Nacional del izquierdista Partido de los Trabajadores terminó ayer con un
triunfo del ala moderada, que corre los ejes programáticos de la organización al centro
de modo de conformar una izquierda más elegible. En la Argentina, la
aplastante derrota del menemismo en las urnas se ve contrapesada por la saturación de
economistas conservadores del establishment en el gabinete del futuro gobierno de Fernando
de la Rúa. Incluso en Chile, donde la victoria del candidato socialista de la
Concertación Ricardo Lagos parecía hasta hace meses inevitable, la campaña populista
del pinochetista moderado Joaquín Lavin ha logrado poner ese resultado entre signos de
interrogación.Por cierto, la victoria de Battle requirió de un maridaje extraño con sus
rivales históricos del Partido Nacional (Blanco) y del despliegue de un terrorismo
macartista verbal casi obsceno, y la presencia del Frente en las cámaras impone un
límite a lo que se puede hacer. Pero el Uruguay de hoy es otro, claro que en la
dirección que menos se esperaba. |
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