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"DOS DIAS DE TORTURA NO ES PECADO"
Los piadosos capellanes


Por Mónica E. Gutiérrez
t.gif (862 bytes)  "Los capellanes nos planteaban que la tortura dignificaba, que para la Iglesia, 48 horas de tortura no era pecado." La aseveración corresponde a Fermín Rivera, el testigo más simbólico de los convocados en la causa por la que se investigan los 30 asesinatos cometidos en la Unidad Penitenciaria 1 de Córdoba: allá por 1983, su denuncia fue la primera, la que permitió la apertura de la investigación. Durante más de cuatro horas recordó ante el juzgado federal de Cristina Garzón de Lascano sus años de cárcel durante la dictadura militar y su paso por la UP 1. Describió el rol de los capellanes y el "papel cómplice" de la Justicia.

En el penal de Córdoba Rivera presenció el asesinato de dos presos ya que el resto fue fusiladona09fo02.jpg (11991 bytes) en la calle, en fugas simuladas por los mismos militares. "El personal que sacaba a los presos del penal era el mismo grupo de tareas que trabajaba en el campo de La Perla", aseguró Rivera. Según su testimonio, los guardiacárceles sí mataron a René Moukarzel y a un preso de apellido Bauduco, dentro de la cárcel: "Nos habían sacado a todos a un patio triangular, éramos como cien, nos pusieron contra la pared, y el cabo Pérez, por orden del subteniente Mones Ruiz nos golpeaba con una goma en la cabeza mientras nos obligaba a gritar 'viva el ejército'. A Bauduco se le aflojaron las piernas, se desvaneció, allí Mones Ruiz le hizo una seña al cabo y éste le pegó un tiro en la frente, lo vimos todos. Antes, le había gritado 'levantate que te mato'".

Sobre la muerte de Moukarzel, un médico que había sido estaqueado en el patio del penal, Rivera aportó que "estaba sufriendo un broncoespasmo, producto del enfriamiento, y eso le producía una gran fatiga, que terminó en un paro. Hubieran podido reanimarlo, pero lo abandonaron". Según Rivera, "el teniente Alsina, responsable de este crimen, fue sancionado administrativamente por Menéndez, lo que haría que esto no estuviera contemplado en la obediencia debida. Y aún si pensamos en el indulto, lo que se indultó fueron los homicidios y no el abandono de persona".

Rivera contó a Página/12 que después de setiembre del '76, cuando fue trasladado a Sierra Chica, volvió varias veces al penal de Córdoba, donde grupos de presos eran llevados como rehenes, en los períodos en que las autoridades militares visitaban el Tercer Cuerpo. "Se nos avisaba que éramos rehenes, y nos daban una tabla de equivalencias: si le pasaba algo a Videla nos mataban a todos, si le ocurría algo a un oficial superior mataban a quince de nosotros, si era un oficial jefe a diez, si era un oficial subalterno cinco, si era un suboficial tres y si era un soldado a uno."

Rivera tuvo contacto con dos capellanes del Tercer Cuerpo. "Nos insistían en que teníamos que arrepentirnos y confesarles lo que sabíamos de afuera", recordó. Rivera aseguró que uno de los curas, Sabas Gallardo, les planteó que "la tortura dignificaba, y que para la Iglesia 48 horas de tortura no era pecado para el torturador, porque eso permitía salvar vidas. Que después de dos días ya se podía considerar pecado porque era demasiado para obtener datos válidos por vía de la delación". Según su relato, tanto Sabas Gallardo como otro cura de apellido Mac Kinnon, iban a la cárcel vestidos de paracaidistas. Rivera estuvo detenido entre 1974 y 1983, de los que le quedaron secuelas físicas: sufrió hemiplejia a causa de las golpizas y recién a los dos años pudo volver a caminar. A sus 45 años, vive con su mujer y su pequeño hijo de 7 meses en Trelew.

 

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