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Por A. D. "No va maaaaaaás", dijo Eduardo Duhalde, y arrojó la primera bola de la noche y la última de su gestión al inaugurar, a las 21.14 de ayer, el nuevo y cuestionado casino de Tigre. Antes, pronunció un breve discurso en el que no hizo alusión a ninguna de las críticas que recibió el contrato, considerado por la oposición como una privatización inconstitucional encubierta. Habló desde un palco ubicado en el salón del primer piso, frente a unas 300 personas. El resto de los 1500 invitados siguió atacando a las vedettes, las máquinas tragamonedas distribuidas estratégicamente en los tres pisos. Los presentes, sorprendente simbiosis de empleados de la Lotería Bonaerense, funcionarios locales y de La Plata, representantes de bingos bonaerenses, modelos, artistas, todos acompañados de sus maridos, esposas, primas, tíos, hijos y amigos, se dedicaron a vaciar jugosas copas de Mumm extra brut y al cholulísimo intento de recibir un autógrafo del staff de "Gasoleros". Discretamente, un equipo de inspectores de la AFIP analizaba las variantes de una posible rutina. Antes de que se abrieran las puertas a los invitados, a media tarde, el vértigo era el marco más visible y ya prenunciaba algunas corridas inesperadas durante el festejo. Dos autobombas de los Bomberos de Tigre habían extendido sus mangueras y con el agua a presión intentaban quitar los restos del cemento de las veredas que bordean la entrada al casino. La actividad tenía sus contraindicaciones: el fuerte viento que se levantaba desde la ribera reunió tierra, cemento y líquido, en un emplaste pastoso y pegadizo que se repartía entre las suelas de los primeros invitados. De los 1500 invitados, más de la mitad correspondía a representantes de los grupos que cerraron el contrato con Duhalde. Miembros de Trilenium se paseaban con sus esposas alrededor de las máquinas y de las 65 mesas distribuidas en la sala Vip y la común. Trilenium es el consorcio conformado por Bolt SA y Santiago Soldati, que se quedará con el 50 por ciento de las recaudaciones de los tragamonedas y el total de lo producido en servicios como bares, restaurantes y estacionamiento. "A ver si me reivindico acá, porque en Los Angeles perdí siempre", confesó la modelo Sandra Smith al oído de su amiga Lee, mientras sacaba los únicos 50 pesos que contenía su cartera. "Parece que está de huelga", se planteaba un señor trajeado y muy canoso. "Tengo que cobrar y no paga": la escena se repitió cantidad de veces. Las suficientes como para que por los pasillos corrieran nerviosos como médico de urgencia los empleados técnicos, que intentaban solucionar los contratiempos, no siempre con éxito. Antes de la llegada de Duhalde, el staff de "Gasoleros" compartió el vedettismo con las máquinas mientras codeaba copitas en el bar de la planta baja. Después, llegó el gobernador saliente. Pronunció su breve discurso entre el ruido de las tragamonedas y subió hasta la sala Vip, donde arrojó la primera bola. "Hagan juego", repitió Duhalde y después, con su mano derecha lanzó la bola. Salió negro el 6, el perro para los caballeros.
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