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EL CINE FRANCES ESTA RENACIENDO, DE LA MANO DE LAS DIRECTORAS
Cuando la nueva ola está hecha por mujeres

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Una muestra promocional dedicada al cine francés, en Acapulco, puso en evidencia que, entre los films galos que vienen pisando fuerte en el circuito de festivales internacionales, un porcentaje alto está realizado por "femmes".


Por Luciano Monteagudo
Desde Acapulco

t.gif (862 bytes)  "Hay una nueva nouvelle vague en el cine francés y esta ola es enteramente femenina", dice Daniel Toscan du Plantier, uno de los más experimentados productores europeos y presidente desde hace doce años de Unifrance, el organismo oficial dedicado a la promoción y difusión del cine francés en el mundo. Fuera de contexto, la frase puede parecer exagerada, o un mero ardid publicitario, pero en el marco del Cuarto Festival de Cine Francés de Acapulco adquirió un contenido impensado. Más de la mitad de los films inscriptos en la muestra oficial, abierta al público, y una buena cantidad de los títulos ofrecidos en el mercado (habilitado solamente para compradores y prensa especializada) llevan la firma de una mujer.

na25fo01.jpg (11724 bytes)Algunas de estas señales ya se están haciendo sentir también en Buenos Aires. Mientras en la cartelera porteña se estrenaron en estos días, de manera casi simultánea, la controvertida Romance, de Catherine Breillat, Artemisia, de Agnès Merlet, y el mélo La belleza de Venus, de Tonie Marshall, en Acapulco el cine francés hecho por mujeres daba varios pasos más adelante y mostraba algunos films de una modernidad deslumbrante. Rien à faire, de Marion Vernoux, Haut le couers!, de Solveig Anspach, Agustin, roi du kung-fu, de Anne Fontaine y sobre todo La vie ne me fait pas peur, de Noemí Lvobsky, son películas de una verdad y una personalidad difícil de encontrar en el cine francés que están haciendo sus colegas masculinos.

"En mi opinión, el acontecimiento, la novedad del cine francés de hoy está aquí, en esta mirada femenina, en esta suerte de nueva nouvelle vague", insiste ante Página/12 Toscan du Plantier, a quien la prensa de su país menciona como el posible sucesor de Gilles Jacob al frente del próximo Festival de Cannes (aunque él lo niega rotundamente). "Cuando hicimos la selección para Acapulco --recuerda Toscan--, discutimos, peleamos, gritamos, como siempre, y recién cuando tuvimos la lista definitiva nos dimos cuenta de que de quince películas, ocho habían sido dirigidas por mujeres. Debe ser el primer festival en el mundo, fuera de los festivales feministas, por supuesto, en el que sucede algo así. Y por motivos que todavía ni siquiera sabemos bien. No lo pensamos a priori de esta manera, pero evidentemente hay razones profundas: refleja también lo que sucede en otros campos de la cultura y de la sociedad francesa. Hasta en política tenemos cada vez más mujeres. Y lo que está pasando en el cine es aún un fenómeno a descubrir."

Y hay mucho para descubrir en un film como La vie ne me fait pas peur (La vida no me da miedo), en el que Noemí Lvbosky elabora, en una clave muy personal, un relato de iniciación de na25fo02.jpg (10858 bytes)tres adolescentes, cargado de una furia y una libertad expresiva sorprendentes. Segundo largo de la directora, La vie... nació como un telefilm para la cadena de televisión ARTE (que es hoy por hoy todo un semillero de talentos) y luego Lvbosky lo convirtió en un largo capaz de llevarse uno de los premios mayores del último Festival de Locarno. De Agustín, rey del kung-fu no llama la atención solamente su infinita melancolía sino sobre todo su excentricidad: la de un film que --como su protagonista, una suerte de Pierre Etaix redivivo-- construye en París un mundo fuera de Francia, un Oriente transfigurado por la mirada de la directora Anne Fontaine. A su vez, Haut le couers! (que será distribuida en nuestro país como La fuerza del corazón) muestra en la directora debutante Solveig Anspach una decisión y una energía solamente comparable con la de su protagonista, una mujer que debe sobreponerse a una situación límite. Y en Rien à faire (Nada que hacer), Marion Vernoux expone sin sentimentalismos ni lugares comunes, con una gran precisión, el terrible vacío cotidiano de un hombre y una mujer de clase media enfrentados al drama gris de la desocupación.

La muestra de Acapulco también puso en pantalla algunos otros films dirigidos por mujeres capaces de provocar mucho menos entusiasmo, como Les enfants du siécle, de Diane Kurys, una pesada biografía de George Sand con falsas pretensiones artísticas; o comedias mas bien prosaicas, como Le Derrière, de Valérie Lemercier, y Mon père, ma mère, mes frères et mes souers, de Charlotte de Turckheim. Pero ante la queja, Toscan du Plantier se defiende diciendo que "Acapulco es, ante todo un festival promocional, en el que tratamos de seducir al público, de interesar a los compradores y también, por qué no, de descubrir grandes films de mujeres, que hablan sobre todo de hombres".

La definición también se puede aplicar perfectamente a otros films dirigidos por mujeres que nona25fo04.jpg (8723 bytes) estuvieron ahora en Acapulco: Peau de homme, coeur de béte de Hélene Angel, ganador en agosto último del Leopardo de Oro del Festival de Locarno; y Peau neuve, opera prima de Emilie Deleuze, que en mayo se llevó de Cannes, nada menos, el premio de Fipresci, la agrupación que nuclea a la crítica internacional. El film de Emilie (hija del filósofo Gilles Deleuze, autor de dos ensayos sobre cine fundamentales: La imagen-tiempo y La imagen-movimiento) se acaba de exhibir fuera de todo contexto, casi secretamente, en el Festival de Mar del Plata, para satisfacción de los pocos afortunados que alcanzaron a verla. Y dio otro indicio de que las mujeres vienen pisando muy fuerte en el cine francés de hoy.


LOS CINES NACIONALES CONTRA EL IMPERIO DE HOLLYWOOD
"Hay que usar la técnica del judo"


Por L.M.

Desde Acapulco
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Si hay un tema que preocupa al cine francés en estos días es el de la llamada "excepción cultural" al tratado internacional de libre comercio, un concepto que será muy discutido a partir de hoy en la ronda de negociaciones de Seattle, Estados Unidos, en vísperas del nuevo milenio. Sólo que ahora, en coincidencia con toda la comunidad europea, que se enfrenta contra los intereses monopólicos norteamericanos, se pondrá en uso un nuevo término: el de la "diversidad cultural". Según confirmó a Página/12 Jean-Pierre Hoss, que acaba de asumir como director general del Centre National de la Cinématographie, "la diversidad cultural es otra manera de decir lo mismo, pero a partir de un punto de vista positivo. Queremos que muchas culturas diferentes puedan existir simultáneamente, en todo el mundo, y para ello la cultura en general y el cine en particular no pueden ser considerados como una mercancía más. Es un peligro enorme que un grupo de estados no puedan sostener lo mejor de sus cines nacionales. No podemos permitir la muerte de los distintos cines nacionales."

Para Toscan du Plantier, "la excepción es un camino para llegar a la diversidad. Pero el término excepción puede tener un contenido negativo, que es lo que queremos evitar. En todo caso, es un medio para obtener mayor diversidad, que ha sido nuestra obsesión por muchos años. Esto no significa decir: opongamos el dulce, pequeño e idealista cine francés contra el poderoso y fuerte cine de Hollywood. No se trata de cambiar un imperialismo fuerte por uno débil. Eso sería estúpido. Nuestra idea es: hagan todos sus películas, hagan su propio cine y, si los distintos cines nacionales funcionan, el nuestro también será mejor recibido en otros países. Simplemente no queremos estar solos en esta lucha". A lo que agrega Jean-Pierre Hoss: "El corazón de nuestro discurso es: queremos un cine británico fuerte, un cine español fuerte, un cine argentino fuerte. Por eso tenemos en el CNC el programa Fonds Sud, de apoyo a los cines jóvenes de Africa y América del Sur. Queremos trabajar con ustedes y para ustedes. Y contamos con el apoyo de la clase política, de izquierda a derecha, que está completamente compenetrada con este concepto de diversidad cultural."

"No olvidemos el origen de todo esto", recuerda Toscan. "Ya en 1946, cuando las pantallas francesas fueron invadidas por el cine norteamericano que no se había podido ver durante la guerra, la administración francesa decidió tomar una medida muy simple y en ese momento casi invisible: gravar la exhibición del cine extranjero y encauzar ese dinero a la producción del cine francés. Fueron unos adelantados a su tiempo, porque ya entonces aplicaron la técnica de judo: aprovechar la fuerza del adversario y hacerla propia, utilizarla en beneficio propio. Eso es lo que debemos seguir haciendo".

 

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