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Por Patricia Chaina "La gran diferencia entre la palabra hablada y la escrita es que mientras la primera es viva y efímera, la segunda es muerta y duradera". La definición de Jorge Luis Borges fue recuperada por la conductora radial Betty Elizalde y el operador técnico de su programa radial actual, para justificar el libro Perfiles, que acaban de publicar. El libro reúne una más que interesante serie de entrevistas --a personajes tan disímiles como Adolfo Bioy Casares, Javier Castrilli, Chavela Vargas, Eduardo Galeano, Dalmiro Sáenz, Roberto Fontanarrosa, José Larralde, Adrián Otero, Soledad y José Sacristán, entre otras-- realizadas para el programa "Siempre Betty", que integra la programación de radio El Mundo. Perfiles, que va acompañado con un CD con las mismas entrevistas que reproduce, muestra a la perfección el "método Elizalde" de reportear: permitir que los personajes abusen del tiempo. "Es que yo no hago reportajes, sino que trato de ser un disparador para que la gente me cuente cosas en un clima de intimidad", explica la conductora.
--¿Cómo surgió la idea de hacer este libro de sus reportajes radiales? --Un día fuimos a charlar con Bioy Casares a su casa, con Néstor Farkas que es mi operador y el recopilador de los reportajes, José Luis Zorsi, el productor del programa. Yo iba tranquila hasta que llegué ahí. Y Bioy, ya enfermo, sentadito, tapado con su frazada, empezó a hablar. La luz entraba por los ventanales y él me reveló que cuando tenía una idea para un cuento le contaba la anécdota a una amiga. Si la veía interesada, lo escribía. Entonces me dijo: "Betty, ¿quiere que le cuente un cuento?" Y me lo contó. Cuando salimos de ahí fuimos a un bar y charlando mencionamos que esa charla con Bioy Casares se iba a escuchar al otro día por la radio. Pensamos que los que lo escucharan la disfrutarían y luego se olvidarían. Que no iba a quedar registro. "Tendrías que hacer un libro", me dijo Farkas. Y la idea quedó, perdida también, en medio de esta charla de borrachos en el boliche.
--Pero después, en algún momento esa idea volvió. --Néstor es un tipo muy inteligente, muy culto, y su proyecto es escribir. Y un día me dijo: "Si vos me lo permitís, yo me ocupo de desgrabar los reportajes". A mí me pareció lindo ayudarlo en su proyecto. Lo encaró con amor, apareció un editor que empeñó hasta lo que no tenía para poder sacar el libro y el compacto. Y ahora está listo.
--¿Cómo fueron seleccionados los reportajes que están en Perfiles? --En general son las charlas que más pide la gente que repitamos en la radio. La demanda de copias, o los pedidos para que avise cuando repetíamos tal o cual entrevista, es mucha. Con Eduardo Galeano, por ejemplo, fue increíble. Y la gente agradece también que los pongamos en contacto con esos personajes, que es otra de las cosas que hacemos. Para los que no pudieron escucharlas, ni grabarlas, está el libro. El CD queda como testigo de que esa gente estuvo aquí y dijo esto, recreando el clima del programa. Es un producto digno que refleja estos encuentros de la tarde.
--¿Pone como condición para sus entrevistas el hablar "cara a cara", que la gente vaya a la radio? --Trato de que la gente venga porque me gusta respetar el medio para el que trabajo. La radio es la puta de los medios. La gente, los políticos o cualquier actorcito de cuarta viven maquillados, esperando que alguien los llame para ir a la TV. Pero una los llama para la radio y siempre es una historia. Quizá la responsabilidad es de los que hacemos radio, pero así asistimos al triste espectáculo en el que en un medio donde el lenguaje es el sonido, se cortan los celulares, hay interferencias. Yo respeto el valor del sonido y del silencio. Por eso quiero que la gente venga a la radio. --¿Cómo lo logra? --No les doy poca cosa. Les doy tiempo. Les ofrezco, como dice Galeano, "tiempo para perder tiempo". La gente puede relajarse y pensar, y ahí se conectan con lo que les pasa, y aparecen las vetas oscuras y las grandes alegrías. A veces, claro, hago excepciones. Con Chavela Vargas, la primera charla fue telefónica. Con Galeano desde Uruguay o con José Saramago desde Portugal también, y él se asombró de que tuviera tanto tiempo para hablar. Hoy ya no hay espacio para hablar, y menos aún en los medios masivos. Por eso, cuando alguien lleva más de cinco minutos hablando sin que lo interrumpan, sospecha que se cortó la comunicación. De ahí el encanto que tienen ciertas charlas.
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