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MENEM PREFIERE QUE DECIDA
De la Rúa sobre los indultos

Después de un día de versiones sobre el posible indulto al carapintada Mohamed Seineldín y a los presos por el copamiento de La Tablada, Menem aseguró que él no lo hará. Dejó todo en manos de su sucesor.

Planes: “No tengo en mis planes esa posibilidad”, dijo Menem ayer en la ciudad de Mercedes. “Lo descarto totalmente”, remató.

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t.gif (862 bytes)  “No tengo en mis planes el indulto” dijo ayer Carlos Menem para desalentar toda posibilidad de perdón para Mohamed Alí Seineldín y los presos por el copamiento de La Tablada, incluido Enrique Gorriarán Merlo. Y después: “El presidente electo tendrá que determinar si indulta o no. Yo lo descarto totalmente”. La desmentida oficial llegó, como ocurre cada fin de año desde 1995, luego que desde la propia Casa Rosada se alimentaran profusas versiones sobre un decreto de indulgencia hacia esos detenidos. El martes Fernando de la Rúa advirtió que “no estaba de acuerdo” con la eventual decisión, mientras que el vicepresidente electo Carlos “Chacho” Alvarez sostuvo directamente que, si Menem lo firmaba, sería “para cumplir con Seineldín”. El ex coronel está preso en Campo de Mayo cumpliendo una condena de veinte años por el alzamiento carapintada del 3 de diciembre de 1990, que dejó 13 muertos y 200 heridos. Tres años atrás pidió –aunque sin éxito– que se perdonara a 17 personas que participaron con él del levantamiento; Seineldín obtuvo en cambio otro tipo de beneficios inimaginables para los presos comunes, entre ellos un permiso especial para abandonar el penal y pasar la Navidad junto a sus familiares. En el caso de los presos de La Tablada –Gorriarán Merlo y 10 militantes del Movimiento Todos por la Patria–, el Gobierno tiene pendiente el cumplimiento de una recomendación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La CIDH estudió el tema en 1997 y consideró probado que durante la recuperación del cuartel de La Tablada en enero de 1989, en el gobierno de Raúl Alfonsín, los militares fusilaron y torturaron a miembros del MTP; también advirtió que los condenados no tuvieron oportunidad de apelar sus sentencias, y por eso instó al Estado argentino a que tome “las medidas apropiadas para reparar a las víctimas”. Hace menos de un mes los representantes de la CIDH se reunieron con Menem para hablar sobre el punto; luego del encuentro Roberto Goldman, presidente del organismo, se mostró convencido de que la situación de los presos del MTP se resolvería antes del fin del mandato de Menem. “Tenemos expectativas sobre un indulto o una conmutación de penas”, aseguró entonces. La posibilidad del perdón presidencial es un tema recurrente cada vez que se acercan las fiestas de Navidad y fin de año. Luego de los decretos de 1989 y 1990, con los que Menem devolvió la libertad a los ex comandantes de la dictadura militar, a 70 ex montoneros y a los cabecillas de los primeros alzamientos carapintadas, la idea de una medida similar cobró fuerza en el ‘95. El Gobierno dejó trascender entonces que estudiaba la chance del indulto para Seineldín y Gorriarán Merlo; desde entonces hasta ahora, cada noviembre trajo versiones y desmentidas sobre posibles indultos, y en cada oportunidad se topó con una clara falta de consenso. Las últimas encuestas manejadas por el Gobierno indican que el 77 por ciento de la población se opone a este beneficio. Ayer, a las duras críticas de la Alianza se sumó el rechazo de Eduardo Duhalde. “Sería una decisión irresponsable” que “podría poner en crisis a todo el sistema carcelario”, sostuvo el gobernador bonaerense, quien agregó que “en las cárceles argentinas existen 32 mil reclusos que están muy atentos a noticias de este tipo que, sin duda, generarían un estado difícil de contener.” Finalmente, llegó la desmentida de Menem. “No tengo en mis planes esa posibilidad”, dijo ayer en la ciudad de Mercedes. Y ante la insistencia de los cronistas para conocer el alcance de su negativa, añadió: “Lo descarto totalmente”.

 

Menem perdió el invicto

A días de dejar su mandato, Menem rompió su intachable trayectoria futbolística. Un joven seminarista de la ubérrima ciudad de Mercedes, Hernán Mones Ruiz, atajó por primera vez en diez años un penal presidencial. Y, a los dos minutos, fue reemplazado. Luego de inaugurar un estudio televisivo del canal religioso Santa María, Menem disputó un partido de fútbol y volvió a su habitual camiseta de 5 para desenvolverse de “centro-half”, como él mismo se define. Entró a la cancha con la tranquilidad que le había dado el arzobispo Emilio Ogñenovich: “Son todos seminaristas. No hay ninguno trucho”.La –hasta ayer invicta– trayectoria presidencial se nutre de varias anécdotas y árbitros amigos, además del abundante jugo de naranja y agua mineral que le indica su médico personal. Fuentes fidedignas cuentan que Menem acostumbra a hacer saber hacia dónde va a tirar la pelota para que el arquero de turno se desplace obsecuentemente. La idea siempre fue no nublar el humor del primer mandatario. Un rebelde fue Felipe Solá, quien -aun sabiendo de la tradición– se arrojó a atajar hacia el lado correcto. Pero, aun así, no pudo. El otro episodio tuvo lugar en la cancha de San Lorenzo, en ocasión de su distinción como presidente honorario del club. Menem tiró un penal que erró y, a continuación, el árbitro Carlos Mastrángelo determinó que hubo “invasión” al área y le permitió patear nuevamente. Ayer, el Presidente recibió alguna que otra patada y, encima, le arruinaron el invicto.


 

ULTIMO PROGRAMA DEL PRESIDENTE EN TELEVISIÓN
“Hola Susana”, chau Menem

Por Luis Bruschtein

t.gif (862 bytes) “Apenas conocí el resultado de las pericias que mostraban algún impacto de bala en el fuselaje del helicóptero, cambié de opinión y empecé a sospechar que podría tratarse de un atentado”, aseguró con seriedad Carlos Menem en el programa de Susana Giménez. Entre los juegos y entretenimientos se vio a un presidente saliente bastante decaído, enojado con sus críticos, a los que calificó de “inmorales” e idiotas”, y tampoco demostró la seguridad de hace pocas semanas cuando se le preguntó si volvía al poder en el 2003.En realidad, Menem comenzó a aceptar que su ex esposa Zulema tenía razón cuando denunciaba que la muerte de Carlitos había sido producto de un atentado pocas semanas antes de finalizar su mandato. Mientras fue presidente en funciones, defendió la tesis del accidente.El Presidente apareció en cámara después que Karina Rabollini y el rugbier de Los Pumas, Mario Ledesma, se desnudaran tras un biombo. Pifiaron todas las preguntas, desde cuánto vive un elefante hasta qué ciudad se encuentra a orillas del Támesis (París, Roma o Londres) y tenían que sacarse una prenda por cada error. Terminaron envueltos en una bata.A diferencia de su imagen habitual en estos años de su gobierno, el Presidente parecía un pollo mojado frente a una Susana Giménez exultante, con un vestido negro ajustado con atrevidas franjas transparentes. Era como si ella lo quisiera animar y pasarle algo de la buena onda del striptease de Rabollini y Ledesma. “Por ahí hay algunos que hablan de la frivolidad del Presidente –se enojó Menem como si estuviera en el rectorado de la Sorbona–, son los idiotas de siempre; con frivolidad no se hubiera podido hacer la transformación del país que hice durante mi gobierno.” También había usado términos duros cuando Giménez le preguntó por las críticas que le hacían a sus colaboradores más cercanos, como María Julia Alsogaray y Víctor Alderete. “Hay muchos inmorales que aprovechan la impunidad y algunos la inmunidad para hacer estas acusaciones que dañan el honor y la credibilidad de las personas”, apuntó.“Sería terrible que la muerte de mi hijo se debiera a un atentado”, afirmó. Susana Giménez le preguntó cuál sería el motivo de un atentado contra la vida del hijo del Presidente. “Por los odios, producto del mundo de la política –respondió–; yo no podía aflojar, mi hijo no me hubiera perdonado, él siempre me lo decía: ‘No bajés los brazos, papá’”.“Lo único que tendría para reprocharme por estos diez años –reflexionó- es por el desempleo. Pero el desempleo es un fenómeno mundial, que viene con la globalización; hasta los países más desarrollados tienen 11 o 12 por ciento de desocupación”, se disculpó.Para despedirse eligió una frase de San Pablo: “He corrido la carrera, he dado buen combate, he conservado la fe”.Antes, al referirse al 2003, se había limitado a confirmar que habrá elecciones. “Tengo ganas de presentarme nuevamente, pero va a haber muchos más –expresó con evidente desasosiego–; el peronismo tiene muchos dirigentes de primerísima línea”, reconoció con grandeza. Pero cuando le preguntaron por la cárcel, respondió que allí había aprendido muchas cosas, y que la fundamental había sido aprender a valorar la amistad y la lealtad. “Sobre todo la lealtad, porque, como decía San Martín, cuando se sirve a un hombre, hay que servirlo siempre, hay que cuidarlo, protegerlo... El Libertador decía: ‘Vale más un hombre con una onza de lealtad que otro con una libra de inteligencia y, como se sabe, la libra es una medida superior a la onza...’.”

 

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