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Por Marta Dillon Desde Rosario Los datos que hemos acumulado a lo largo de siete años de investigación indican un valor potencial muy importante de la marihuana en el control de nauseas, vómitos y en la estimulación del apetito. Su valor crece cuando entendemos que la comunidad ya la está usando como una medicina paliativa. Donald Abrahams es director del Programa de Sida del San Francisco General Hospital, en California, donde se conocieron los primeros casos de este síndrome que, a lo largo de dos décadas, logró revertir su carácter terminal para integrar la lista de enfermedades crónicas que dependen de una especie de prótesis química, como llaman muchos afectados a los cócteles de drogas. Abrahams mira hacia su comunidad y aprende de ella. Desde los inicios de la epidemia, cuando la medicina alópata se teñía de incertidumbre frente a las muertes masivas, él escuchó a sus pacientes que buscaban en disciplinas alternativas el alivio que no se les podía dar en los hospitales. Así investigó en algunas de las ofertas de la antigua medicina china y comenzó a encaminar la investigación que hoy lleva adelante sobre los efectos de los cannabinoides en el tratamiento de pacientes vih positivos. Casi una década le llevó conseguir la aprobación del gobierno de Estados Unidos para llevar adelante su investigación, y aunque hoy está en curso gracias a un subsidio que le otorgó el mismo Estado, sólo puede dedicarse a comprobar cuál es el nivel de seguridad del consumo de marihuana cuando se están tomando inhibidores de la proteasa. Abrahams presentó su investigación en el marco del IV Congreso Argentino de Sida que se realizó en Rosario el último fin de semana, en la única mesa sobre medicina paliativa dedicada a aliviar, aunque no a curar que se presentó dentro del programa oficial y fue presentado por los coordinadores advirtiendo sobre los polémicos contenidos de su investigación. Además, este profesional que es también docente en la Universidad de California integra el equipo que lleva adelante el protocolo de Interlukina 2 que comenzará su fase tres en nuestro país un tratamiento para pacientes vih positivos que no apunta a atacar el virus sino a aumentar las defensas.¿Qué es lo que espera comprobar a través de sus investigaciones sobre el efecto de los cannabinoides?En realidad esta investigación está acotada por problemas políticos. Yo no puedo trabajar desde el hospital para averiguar cuáles son los usos medicinales posibles de la marihuana, sino sólo verificar que ésta sea segura para quienes la consumen mientras están en tratamiento con inhibidores de proteasa. Y esto es porque sabemos que otras drogas recreativas como el éxtasis, combinada con ritonavir, por ejemplo, puede causar la muerte debido a que se acentúa la toxicidad de este inhibidor en el metabolismo hepático.¿Qué tipo de problemas políticos?Sencillamente el Gobierno no está interesado en comprobar cuáles son los beneficios o los usos médicos de esta planta aunque hasta 1944 fue usada como analgésico, sedante, antiespasmódico y antinconvulsionante. La primera restricción a este uso de la marihuana fue económico, cuando en 1937 se aplica un impuesto de un dólar a la onza utilizada con fines medicinales y de 100 dólares para los usos recreativos. Hoy el problema también es económico, en la prohibición hay un gran negocio que tiene como principal interesado a la industria del tabaco, ya que de hecho, a través de mi experiencia clínica, son muchas más las secuelas del tabaquismo que del consumo de marihuana. Despenalizar el consumo presentaría un competidor muy importante para esta industria. Aunque tampoco estoy autorizado a opinar. Abrahams apenas puede velar la ironía que se cuela en sus respuestas. El trabaja sobre los hechos, y el hecho que dio el puntapié inicial a suinvestigación fue la incontrastable realidad de las 11 mil personas que acudían al Club de Compradores de Cannabis en San Francisco buscando alivio para distintas patologías como el asma o la anorexia asociada al sida. Pero decidió darle categoría oficial y científica a su estudio cuando, estando en el Congreso Mundial de Sida de Amsterdam, en 1992, una de las voluntarias de su hospital fue encarcelada por preparar brownies con marihuana para los pacientes internados.Entonces la FDA nos autorizó el protocolo, pero no nos dio licencia para comprar la marihuana, la pedimos al Instituto Nacional de Abuso de Drogas y nos la negaron. Recién en 1996 conseguimos el subsidio estatal, pero no podíamos trabajar con pacientes ambulatorios por la sospecha de que éstos podrían compartir sus joints con alguien más. Hicimos un primer estudio con 15 pacientes, pero no se pudo renovar el financiamiento. Sin embargo, en ese año cambió la legislación en California, autorizando los usos medicinales. Pero hubo un conflicto con el Gobierno Federal que todavía continúa, porque no se nos permite a los médicos recomendar su uso para aumentar el apetito, por ejemplo, que es el más reconocido. En 1997, después de que las organizaciones médicas de todos los estados de la costa oeste protestaran por lo que creían una invasión en sus consultorios, y que en estos estados se votara a favor de la despenalización de la marihuana para el uso medicinal, conseguimos un nuevo subsidio y 14 mil joints para utilizar en el protocolo.¿No es más sencillo utilizar el principio activo de la marihuana tal como está sintetizado en drogas como Marinol?La marihuana es mucho más que el delta 9 THC. A lo largo de mi trabajo con pacientes vih, he estudiado otras plantas que se usan en la medicina china y que traían alivio. En China no se aíslan los principios activos porque se considera que en la planta están equilibrados el ying y el yang. Y de hecho en pacientes tratados con Marinol aumenta el apetito, pero no el peso y no es posible controlar los efectos, muchos quedan pegados por 20 horas. Fumada, la marihuana se absorbe más rápido y el paciente puede controlarla de otra manera. Yo no puedo decir que la marihuana prolonga la vida de los pacientes, pero sí que de ninguna manera la acorta y por otro lado mejora la calidad de vida de quienes eligen consumirla.
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