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Los dos nenes vuelven a encontrar esas mantas sobre el césped como dibujos en la pared del jardín de infantes. La madre explica otra vez que fueron hechos para las personas que fallecieron por un virus malo. Ellos la miran con los ojos como guindas y le disparan preguntas a medida que cruzan la calle. Por noveno año sobre la falda verde de Plaza Las Heras hubo cientos de telas con nombres de quienes murieron a causa del VIH, en uno de los tantos actos que en el país y el globo se hicieron en el Día Mundial de Lucha contra el Sida. Junto a las repartijas de preservativos, clases públicas, caravanas de autos, recitales y subastas a beneficio se conocieron ayer nuevos datos sobre el virus. Onusida y Unicef alertaron sobre el aumento de niños huérfanos a causa de la epidemia: 11,2 millones y el 95 por ciento de ellos en el Africa. En Argentina los especialistas sostuvieron que en los últimos dos años el contagio entre heterosexuales creció 75 veces más que en la década anterior y el Ministerio de Salud de la Nación informó que de unos 180 mil infectados en la Argentina, sólo 13 mil, un siete por ciento, recibe el correcto tratamiento médico. Cada 1º de diciembre el mundo vuelve a hacer un balance de la epidemia. Ayer el infectólogo Daniel Stamboulian y el nuevo representante de Unesco, Koichiro Matsuura, dijeron que el virus tendrá consecuencias catastróficas en los países subdesarrollados que no consiguen un equilibrio sanitario y descuidan la prevención. Ambos coincidieron en que el virus será en el siglo XXI la principal causa de muerte de los países más pobres. También informaron sobre la continuidad en la tendencia de contagio a mujeres. En el país las cifras indican que en los últimos diez años se invirtieron los porcentajes de contagiados homosexuales a heterosexuales. La velocidad de crecimiento de infectados con HIV en la población hetero fue de 75 veces más en los últimos dos años, aseguraron.Ayer en la plaza Nair Rouillé mostraba la manta que hizo para recordar a su hijo Javier en el acto organizado por la Fundación por los Detenidos Sociales. La que más orgullo le provoca es esa en la que con una letra borroneada su nieta, la hija de Javier, escribió cuando tenía ocho años una despedida a su padre. Nair camina entre las mantas, varias de las cuales ella misma ha cosido. Hace más de siete años vio cómo Javier, preso en una cárcel del Chaco, había adelgazado 25 kilos en un mes, después de una neumonía. Dejó la cocina en su casa de Lugano y se convirtió en enfermera, en militante y en peleadora. Fue la primera mujer a la que se le permitió dormir en una cárcel de varones, junto a la cama de su hijo, en la Unidad 21, para presos enfermos de sida. En esas habitaciones conoció la marginación de su chico y la de varias docenas más. Entonces pidió el indulto para su hijo por ser un enfermo terminal. Lo consiguió demasiado tarde. No le importó, continuó por los demás. La mayoría había sido discriminada por sus propias familias que los habían abandonado allí.También ayer el director general de la Unesco planteó que a 16 años del descubrimiento del virus, con 50 millones de portadores y ya 16,3 millones de personas fallecidas, existe un círculo vicioso de pobreza, discriminación y exclusión que permite el avance de la epidemia. El infectólogo Stamboulian puso el acento en la importancia que en ese sentido tiene la prevención y al rol que le cabe al Estado. Los próximos ministros de Salud deben estar a la cabeza para concientizar a la gente sobre los cuidados para un sexo seguro y campañas sobre la utilización de agujas para los adictos a drogas inyectables. La cinta roja que ayer lució el Obelisco de punta a punta estaba puesta en reclamo de esa pelea incompleta en la Argentina. También los actos que se fueron sucediendo a lo largo de la ciudad. Murgueros del grupo de Teatro Catalinas Sur repartieron forros y folletos en Diagonal Norte y Florida. Abriendo un volante con la estampa de la cartera de la dama y el bolsillo del caballero los porteños se llevaron instrucciones sobre la colocación de preservativos. En Plaza Housay hubo clases públicasorganizadas por los centros de Estudiantes de la carreras de Medicina, Farmacia y Bioquímica de la UBA, junto a la Secretaría de Salud porteña. En Plaza Las Heras se sucedieron las mantas hasta el anochecer y la lluvia. Nair Rouillé iba contando las historias que conocía tras las telas en el piso y recordando cómo fue aquello de conseguir el indulto para otros, aunque su hijo ya estaba muerto. El primero que se fue a casa lo hizo en un acto simbólico con la ropa de Javier. Después vino el turno de Sergio Gilman, que terminó viviendo en su casa y contra todos los pronósticos con cuidado, buena comida y amor salió del estado terminal en el que estaba. Ahora, con el cóctel y con el mismo cariño de siempre el virus se ha hecho indetectable en su sangre, y ella lo malcría, como a un nuevo hijo en su inmenso regazo de madre.
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