|
Por L.M. Al cierre de esta edición, la NASA seguía sin obtener señales, varias horas después del probable amartizaje de la Mars Polar Lander sobre Marte. No es broma, ya que la MPL, que tiene el tamaño de un auto chico, fue cuidadosamente diseñada y estaba provista de verdaderas maravillas mecánicas y electrónicas destinadas al estudio del suelo marciano, y a la búsqueda de agua y medición de variables meteorológicas y geológicas, entre otras muchas cosas (ver aparte). Y además, los científicos de la NASA se tomaron una pequeña licencia para colocar un juguete no tan imprescindible: un micrófono, un pequeño oído artificial, capaz de "escuchar" (y transmitir) el soplar de los vientos marcianos, el golpeteo del polvo contra las rocas, los primeros sonidos de otro mundo. No hay señal, lo cual no significa que la misión haya fracasado (aunque, obviamente, no salió tan bien como estaba planeado), ya que hay varios motivos que explican el silencio. A menos que se haya estrellado, en cuyo caso, efectivamente habrá que olvidarse de ella. En realidad, ya hubo algunas dificultades. Pocas semanas antes del lanzamiento de la MPL (el 3 de enero de este año), había partido su socia, la Mars Climate Orbiter. La idea era que ambas realizaran un trabajo en equipo: una bajaría a la región polar sur, y la otra se ocuparía de estudiar el clima marciano desde arriba. Pero a mediados de setiembre, la pobre Mars Climate Orbiter terminó sus días incendiándose en la atmósfera de Marte por un error casi infantil: la sonda se "mareó" porque parte de los controladores de la misión hicieron sus cálculos usando centímetros y metros, y la otra, pulgadas y pies. De no creer. Así pues, la MPL se quedó sin estación retransmisora: su contacto con la Tierra queda reducido al que pueda establecerse mediante una antena específica para ello, y a través del Mars Global Surveyor, un satélite que hace ya dos años que está girando sobre Marte, y que debería cumplir las funciones retransmisoras del malogrado Orbiter. Pero el Mars Global Surveyor no está pensado para esta misión, y la comunicación a través de él sólo puede darse cuando pasa, cada tantas horas, por el lugar apropiado. Científicos y técnicos de la NASA esperan con ansiedad esas "ventanas de comunicación" para verificar el destino de la MPL. También es posible que el lugar de amartizaje se haya alterado por cualquier causa, que la nave haya tocado el suelo a algunos kilómetros del lugar previsto y que eso haga difícil ubicarla. O que, debido a algún accidente del terreno donde bajó, la nave haya quedado ladeada y su antena torcida. Esto se puede corregir desde la Tierra (estaba prevista la posibilidad). Pero, para hacerlo, es necesario saber bien qué es lo que pasó. Hasta ahora, la única certeza es que la MPL efectivamente llegó y entró en la débil atmósfera marciana. Si las cosas se arreglan, será éste el tercer amartizaje. Las pioneras en esta materia fueron las famosas Viking I y II, que en 1976 transmitieron las primeras imágenes desde las polvorientas y anaranjadas tierras marcianas. Entre otras cosas, este exitoso dúo se ocupó de tomar muestras del suelo y analizarlas, buscando posibles rastros de vida. Pero los resultados fueron negativos. Después vino un largo paréntesis de más de 20 años --que incluye fracasos varios-- hasta que, por fin, la Mars Pathfinder devolvió al planeta rojo a las tapas de los diarios. La Pathfinder estudio el clima de Marte durante un par de meses, mientras que su socio, el simpático autito robot Sojouner, se paseaba a su alrededor analizando rocas, para deleite de los geólogos planetarios. A pesar de que sus objetivos no eran exactamente los mismos, las Viking y la Mars Pathfinder tenían algo en común: las tres habían descendido en el hemisferio norte de Marte, un poco por encima del Ecuador. Por eso, no es raro que las fotos que enviaron a la Tierra mostraran paisajes bastante parecidos: enormes desiertos cubiertos de rocas y de un fino polvillo anaranjado. El destino de la MPL es incierto. Si es exitoso, se podrá seguir a través de Internet (www.marslander.jpl.nasa.gov). Si no resulta, es una lástima, porque, además del fracaso científico y la multitud de datos que se perderán, se habrá perdido la oportunidad de escuchar, como en un sueño, el apagado y lejano susurro de los vientos marcianos. CRONICA DE LA TRANSMISION DE UN AMARTIZAJE
DUDOSO
Por Leonardo Moledo En realidad, no se los ve muy nerviosos: están sentados, como la familia Simpson, delante de monitores que no muestran nada. Una chica, eso sí, tiene el rostro enrojecido y parece al borde de las lágrimas. ¿Motivo? El Mars Polar Lander no da señales de vida (no de vida en Marte sino de vida de él). "En cinco minutos sabremos si el aparato está bien orientado, si sus antenas están intactas", dice un ingeniero o vocero de la NASA. "¿Qué importancia tiene la misión?", pregunta la conductora. Contesta, justo al lado de la chica al borde de las lágrimas, el autor de un libro titulado La vida en un Universo muy grande, y explica que esta misión, si encuentra rastros de vida, podría decirnos si la Tierra es verdaderamente un caso raro o en el Sistema Solar, o no... porque...". Corte a apropiadas propagandas de turismo, tratándose de una misión a Marte: hoteles Hilton en Kuala Lumpur e Ipoh (Malasia), Estocolmo y Malmö (Suecia), Oslo (Noruega), y así. Vuelta al Jet Propulsory Lab: han pasado los cinco minutos y todavía no hay señal. Pero la CNN sigue con su mandato constitutivo de transformar la nada en realidad. "¿Y qué importancia tendría descubrir que hay vida en Marte?", insiste la conductora ante el experto, y el experto (¿qué otra cosa puede hacer?) contesta: "¿Por qué necesitamos creer que hay vida en otros lados? Ese es el asunto, porque... y entonces...", se deslizan unos minutos más. Vuelta al Propulsory Lab de Pasadena: nada ha cambiado, todo extático, todos en suspenso (no hay suspenso real, como en El silencio de los inocentes, o ficticio como en una superproducción de Hollywood), hay una indefinible lasitud... Porque, a esta altura, la verdadera pregunta no es "¿funcionará el Mars Polar Lander?", sino que el gran imperio televisivo ha logrado el milagro de transformarla en "¿cómo hará la CNN para llenar este vacío?". La conductora hace un heroico esfuerzo más: le pregunta algo a alguien, y alguien contesta algo, luego pregunta otra cosa, y alguien más le responde. Ha ganado unos minutos más. La chica aún no lloró. Un técnico dice que recién dentro de cincuenta (fifty) minutos podrá haber señal. ¿O tal vez quince (fifteen)? Una "n" de diferencia implica media hora de inmersión en el abismo de la CNN. Pero, finalmente, hasta la CNN se rinde. "Vamos a un corte", dicen, y vuelven a temas más terrestres y cálidos, como la guerra en Chechenia, ("hay que estar aquí", dice un militar ruso de nombre Toshev, y ante la insistencia del corresponsal, reflexiona: "No es lo mismo estar lejos de aquí que estar aquí"), manifestaciones en España pidiendo amnistía para los presos de la ETA ("estamos aquí para pedir la amnistía de los presos", dice un manifestante interrogado por el corresponsal en España), o un multimillonario de nombre Safra o algo así, que murió al incendiarse el superdepartamento en que vivía. Parece que al estallar el fuego, se refugió en el baño, pero que luego el humo lo ahogó. Los bomberos consiguieron rescatar el cuerpo que ofrecía quemaduras y... ("logramos rescatar el cuerpo... había mucho humo", dice un bombero interrogado por el corresponsal). Nada sabremos, por ahora (y quizás sí dentro de quince o cincuenta minutos) de algunos enigmas básicos del Universo: si hay vida en Marte, cómo son los sonidos de Marte, si la chica que miraba el monitor lloró o no lloró, finalmente. Esas respuestas quedarán para dentro de quince o cincuenta minutos, o para mañana, o para el próximo milenio. Nuevas crónicas marcianas
Por Mariano Ribas Llegar al sur de Marte, bien al sur, era el sueño de muchos astrónomos, geólogos e incluso, meteorólogos. Desde hace más de 30 años, distintas sondas espaciales han venido enviando imágenes de esta región del planeta hermano, pero siempre desde arriba, a cientos o miles de kilómetros de altura. Por eso, hace unos años, la NASA le dio el visto bueno al proyecto del Mars Polar Lander (MPL), que finalmente fue lanzada al espacio --desde Cabo Cañaveral-- el 3 de enero de este año, equipada con una compacta parafernalia instrumental preparada para tomar fotos del paisaje, medir temperaturas y velocidades de vientos, estudiar la formación de nubes (de vapor de agua y de dióxido de carbono) y las cantidades de polvo atmosférico, y estudiar el suelo y subsuelo marciano mediante un brazo robot de 2 metros de largo, una verdadera joyita mecánica que no sólo permite cavar pozos, sino también tomar muestras y llevarlas a bordo de la nave para analizarlas. Pero hay algo más: en su extremo, el brazo tiene una camarita de altísima resolución, un dispositivo que puede meter sus narices bien adentro de las zanjas, y que mirará bien de cerca la estructura del terreno, por encima y por debajo de la superficie. Cavar en el suelo de Marte es lo mismo que examinar 100 mil años en el registro geológico y climático. Hoy en día, Marte es un planeta desértico, frío e increíblemente seco. Y su atmósfera es tan fina que la presión no alcanza para que el agua exista en estado líquido: sólo hay escuálidas nubes de vapor de agua, y masas de hielo amontonadas en los dos casquetes polares. De todos modos, esos reservorios de agua helada son bastante pobres. Pero en el pasado remoto las cosas fueron muy distintas: el planeta está lleno de marcas y surcos que hablan en nombres de ríos ya desaparecidos. E incluso, hasta es probable que hace miles de millones de años un enorme océano cubriera buena parte de su superficie. Entonces, la pregunta sale casi obligada: ¿adónde se fue toda esa agua? Muchos científicos piensan que buena parte de ella ha ido a parar por debajo del suelo, especialmente cerca de los polos. Es probable que hoy en día el hielo esté escondido debajo del suelo marciano. Pero ese posible hielo subterráneo no sólo revelaría algo más sobre la historia de Marte: su presencia --o no-- jugará un papel decisivo a la hora de programar las ya no tan lejanas misiones tripuladas. E incluso, con miras a la eventual colonización del planeta. Si hay hielo (léase agua) debajo del suelo de Marte, no haría falta llevar tanques de agua desde la Tierra para la estadía de futuros astronautas, podría servir para obtener oxígeno y también para usar como combustible de naves espaciales. Elegir "el" lugar fue todo un tema: finalmente se decidió que el MPL bajaría en un punto ubicado a 76 grados de latitud sur, a unos 800 kilómetros de distancia del polo sur marciano. Es una zona de suaves llanuras onduladas, cubiertas de parches de hielo. Y parece de lo más interesante: ese terreno muestra múltiples capas de hielo y polvo superpuestas (como las tapas de un postre mil hojas), mantos que se habrían ido acumulando cíclicamente --siguiendo las estaciones marcianas-- a lo largo de siglos y siglos. Cada año, las típicas tormentas marcianas depositan finas capas de polvo en los cascos polares del planeta. Y en el invierno, es el turno de las capas de hielo de dióxido de carbono y de agua, que revelan parte de la historia climática de Marte y por eso se trata de un lugar bueno para explorar.
|