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Esto significa guerra. Al menos, Honduras parece creerlo. Su gobierno pidió públicamente ayer a la ONU y a la Organización de Estados Americanos (OEA) el envío "urgente" de observadores internacionales a su frontera con Nicaragua como "medida preventiva para mantener la paz" con este país. Ambas organizaciones afirmaron que "estudiaban" el pedido. Honduras aseveró que el Ejército nicaragüense, que el miércoles había anunciado estar "en alerta", ya estaba enviando tropas a la frontera. Como si esto fuera poco, Nicaragua puso ayer en efecto un arancel del 35 por ciento a las importaciones hondureñas, lo que resultó en la parálisis de gran parte del tráfico entre ambos países. El presidente nicaragüense, Arnaldo Alemán, acusó ayer a Colombia y Honduras de intentar "cercenarnos" y afirmó que defendería la soberanía de su país "hasta las últimas consecuencias". Washington aseguró que "estamos vigilando de cerca la situación". El motivo que cita Nicaragua para su furia es el acuerdo Ramírez-López firmado en 1986 por los gobiernos de Honduras y Colombia. El documento reafirma la soberanía colombiana sobre la isla de San Andrés y define el límite marítimo entre ambos países. Managua se opone al acuerdo porque, según aduce, significa que perdería 130.000 km2 de sus aguas territoriales. En su momento Estados Unidos había respaldado el acuerdo porque actuaba en desfavor de los sandinistas en Nicaragua, en la época de la Guerra Fría. Fue también durante este período que Honduras se transformó en una base de los "contras" que combatían a los sandinistas. Esto significó que hasta el fin del gobierno sandinista en 1990 ambos países fueron campos armados que se apuntaban mutuamente. Ahora, la ratificación esta semana del acuerdo Ramírez López por los congresos de Nicaragua y Colombia pareció reavivar una vieja enemistad. "Somos país agredido; somos país ofendido. ¡Se nos cercena!" exclamó ayer el presidente nicaragüense Alemán. En toda Nicaragua el clima era belicoso. Muchos diarios titularon con palabras como "traición", "cobardía", o "conspiración". La oposición sandinista declaró el miércoles su apoyo al gobierno en esta disputa. Alemán acusó de "traidores" a dos diarios que publicaron (como aviso pago) una carta conciliadora del presidente hondureño, Carlos Flores. El jefe del Estado Mayor, Javier Torres, afirmó ayer que "no podemos jugar con que no defenderemos nuestra soberanía". Por su parte, un ex jefe de inteligencia, Hugo Torres, aseguró confiado que "tenemos gran capacidad combativa, con decenas de miles de reservistas fogueados, y artillería y blindados de alta calidad". La respuesta del gobierno hondureño fue aplicar paños fríos a sus colegas en Nicaragua, a la vez que intentaban involucrar a la ONU y la OEA como garantes contra cualquier ataque desde allí. En sus cartas a esas organizaciones, el canciller hondureño, Roberto Flores, explicó que la ratificación del tratado suscitó "una reacción desproporcionada de parte del ilustre gobierno de Nicaragua". Flores subrayó a la ONU que su gobierno "rechaza una eventual escalada que puede ser detenida por la presencia de la ONU". Flores afirmó que aunque Nicaragua reforzaba sus tropas fronterizas, "actuamos con prudencia ante esta actitud agresiva". En el exterior, la reacción hacia la crisis ha sido igualmente prudente. Fred Eckhard, el portavoz del secretario general de la ONU, Kofi Annan, confirmó que la ONU había recibido la carta de Flores, pero señaló que debería haber sido enviado al Consejo de Seguridad y no al secretario general. Aunque aseguró que la ONU estaba dispuesta a "suministrar cualquier ayuda" para resolver la disputa, Eckhard recalcó que sólo podrían desplegarse observadores internacionales "si ambos países lo solicitan". El Departamento de Estado norteamericano aseguró ayer que estaban "alentando a los dos gobiernos a trabajar juntos para resolver este asunto lo más rápido y de la manera más amistosa posible".
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