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EL NEGOCIO DEL FIN DE SIGLO, EN VIAS DE EVAPORARSE
El fiasco del milenio

Nueva York y París se prepararon durante años para lo que se preveía un negocio millonario. Pero a la gente se le dio por preferir una espera del 2000 en familia a gastar fortunas en una noche. Ya hay fiestas canceladas y precios en baja.

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Página/12 en EE.UU.
Por Mónica Flores Correa Desde Nueva York

t.gif (862 bytes)  Precios pavorosos, de esos que invitan al desmayo y no a la celebración, mantienen a los neoyorquinos y a eventuales futuros turistas en actitud cauta e indecisa frente a los publicitados festejos del milenio en esta ciudad. Todo cuesta: alquilar una habitación en el hotel Millennium Broadway con vista a Times Square para ver caer la bola que marca tradicionalmente el fin de año (840 dólares), recibir el 2000 con nostalgias retro bailando en el Waldorf Astoria (1500 dólares, cena incluida), menearse al compás de la orquesta de Duke Ellington y corear las canciones de Sting y Aretha Franklin en el centro de convenciones Javit (entre 1000 y 2500 dólares) y escuchar un concierto por la paz en la catedral Saint John The Divine (100 dólares). De las múltiples opciones que Nueva York ofrece para dar la bienvenida al 2000, una de las más baratas es la de correr cinco kilómetros por el Central Park cuando se aproximen las doce, en el “Maratón de Medianoche”. Puede parecer un poco excéntrico, pero la carrera a la luz de las estrellas y en medio del frío poco hospitalario del invierno neoyorquino es saludable –si se evita la pulmonía– y económicamente razonable. Cuesta apenas 30 dólares. Pese a la publicidad que anuncia la fiesta más espectacular de la historia y las claras advertencias de que, si no se hacen rápido las reservas, se perderá la oportunidad de la centuria (de esta que acaba o de la entrante o de las dos), el público no se ha mostrado muy motivado a la hora de comprar entradas y de asegurar su alojamiento en los hoteles. Por supuesto, los empresarios creen que el entusiasmo se intensificará en los últimos días previos a fin de año. Pero algunas encuestas señalan que los norteamericanos se inclinan por quedarse en sus casas y brindar por el porvenir sin mucho bullicio, mientras miran caer la bola de Times Square en la pantalla de sus televisores.Según Travel Weekly, una publicación para agentes de viaje, el 90 por ciento de los estadounidenses no se desplazará este fin de año. Los encuestados dijeron que la desmesura de los precios y los pocos días de vacaciones los habían hecho optar por la inmovilidad. Y una encuesta de Zagat, la popular guía de restaurantes, indicó que el 70 por ciento de los encuestados, unas 10.000 personas, planea quedarse en los hogares, acompañados por parientes y amigos. El propio señor Zagat, cuyo próspero negocio se basa en promover la asistencia a restaurantes, dijo que aprobaba la opinión mayoritaria vertida en el sondeo. “Yo no debería decir esto –se disculpó–, pero quiero estar lo más lejos posible de la algarabía de la ciudad y en casa con mi familia”.Esta tendencia a realizar un festejo doméstico que se estaría imponiendo afecta a los hoteles y a sus grandes expectativas con respecto del fin de siglo. Aunque se manifiestan remisos a confesar cuántas reservas ya han sido hechas, todos, inclusive el Marriot Marquise, ubicado a una cuadra de Times Square, tienen habitaciones disponibles para esa noche. Más franca que sus integrantes, la Asociación de Hoteles de Nueva York ha dicho que la mayor parte de sus 153 miembros están a medias llenos el 31 de diciembre. Por si alguien quiere aprovechar “el paquete”, el Marriot Marquise que no toma reservas para la única noche del 31, ofrece en cambio cuatro noches a 2500 dólares por una habitación para dos personas. Con la cena y el baile del 31 incluidos, la “promoción” trepa a 3188 dólares.Otros factores incidirían asimismo en la renuencia a salir a “romper” la última noche del siglo. El anunciadísimo derrumbe de los sistemas de computación, el amenazante Y2K, también opera en la mente de los neoyorquinos como elemento disuasivo, ya que no pocos son los que temen que “algo” falle y provoque inconvenientes molestos cuando no graves, comola interrupción de algunos medios de transporte público como trenes y subterráneos. Una cosa es disfrutar unas horas del jolgorio en la calle Broadway y otra muy distinta es quedarse varado en la calle Broadway.Sobrevuela, además, el miedo a los dementes del fin del milenio. Para algunos, Times Square en la víspera del 2000 puede ser el lugar ideal para que un terrorista, un profeta del fin del mundo o un loco a secas, coloque una bomba cuyo catastrófico impacto sería contemplado por horrorizados televidentes en todo el mundo. Para el terrorista o el loco a secas sería, claro, un éxito impresionante. EL FBI, sin embargo, asegura que nada ocurrirá. “Para nosotros será una jornada de trabajo como cualquier otra”, ha comentado un vocero.Ahora bien, que la noche en que teóricamente se despide el milenio –no olvidar que los puristas han repetido hasta el cansancio que el gran cambio de un milenio a otro sucede cuando termina el 2000– no sea el negocio apabullante que espera mucha gente en el mundo comercial no significa que no haya movimiento. De hecho, tanto en restaurantes como en hoteles ha habido más reservas de las que se hacen en un fin de año común. Y dejando de lado la alarma por los posibles locos, la ciudad estima que habrá hasta dos millones de personas en Times Square, cuando empiece el conteo en el minuto postrero de 1999.Están entonces los que aún tienen esperanzas de embolsar profusos dólares a expensas del raro frenesí que acomete a algunos congéneres por el fin del siglo. Hay neoyorquinos que han puesto sus departamentos en alquiler para la última semana. Piden 10.000 dólares por esos siete días. Una cifra para Bill Gates o simplemente digna de un chorlito.

 


 

EN FRANCIA, LA FALLA INFORMATICA PREOCUPA MAS
Puertas para rechazar el consumismo

Página/12 en Francia
Por Eduardo Febbro Desde París

t.gif (862 bytes) Un volumen tan copioso como la Biblia no bastaría para contener el resumen de todas las manifestaciones públicas y privadas que se preparan en Francia para la noche de Año Nuevo: cenas en los mejores restaurantes, alquiler de las salas del Museo del Louvre o de las habitaciones más míticas de los hoteles como el Ritz, travesías por el río Sena. Las “iniciativas” privadas son incontables mientras que las oficiales, piloteadas por la Misión 2000, se concentran todas en torno de un concepto: el de “puerta”. A fin de darle una forma concreta al mítico paso de 1999 al año 2000, los poderes públicos eligieron ese concepto para celebrar el 31 de diciembre en todo el país. La fiesta de Año Nuevo se basa en una idea simple: cada localidad francesa construirá una puerta a la entrada y a las doce en punto de la noche todos los habitantes están “invitados” a atravesarla. Sin embargo, a la luz de los estudios de opinión y del comportamiento del consumidor, el año 2000 francés se va pareciendo por el momento a un gran baño de escepticismo generalizado.La Misión 2000 dejó a cada comuna la libertad de interpretar “la puerta” como más le convenga. Puede tratarse de un arco o, como en la capital francesa, de una suerte de arcada simbólica bajo la cual empezarán a desfilar gigantescas ruedas acompañadas por un espectáculo elaborado por escenógrafos, artistas plásticos, fotógrafos, músicos y gente de teatro. París tendrá entonces una megafiesta donde, en lugar de la puertas, serán las ruedas gigantes las que simbolizaran el cambio de año. En total son 20 ruedas: nueve “pequeñas” .-18 metros de alto-. y once “grandes” -.30 metros– se pondrán a rodar desde el Arco de Triunfo hasta la Plaza de la Concordia en cuanto el inmenso reloj de la torre Eiffel que descuenta el tiempo restante hasta el 2000 llegue a la cifra 000.Sin embargo, cuando falta menos de un mes para el Año Nuevo, el 2000 despierta poco entusiasmo en la sociedad francesa. De hecho, los franceses parecen más preocupados por la falla informática y por irse de viaje que por participar en alguna de las manifestaciones festivas que se preparan. Según cifras proporcionadas por las autoridades del ramo, las ventas de champaña y foie gras estampillados con el logo “2000” no llegan a despegar como se pensaba. Las encuestas de opinión revelan por otra parte que para un 22 por ciento de la población la proximidad del año 2000 es “angustiante”. Dato aún más preciso, una encuesta en torno de la pregunta ¿qué le gustaría hacer el 31 de diciembre? muestra que el 37 por ciento respondió: “Quedarme en mi casa con mi familia o reunirme con mis amigos”. Apenas el 6 por ciento confesó su deseo de “hacer algo original”. Los sondeos de opinión encuentran su exacta confirmación en la venta de productos. “La relación entre lo que la gente afirma y lo que gasta es inobjetable en este caso”, dice la sociopsicóloga Danièle Rapoport. Los productores de champaña confirman esta tendencia cuando abren sus libros de pedidos: estos progresaron sólo en un 6 por ciento en Francia contra 14 por ciento en Europa y 51 por ciento en el resto del mundo. ¿Cómo explicar ese masivo rechazo francés a sumarse a lo que los especialistas llaman “un acontecimiento colectivo”? Danièle Rapoport arguye que “los individuos desean consumir, pero rechazan que se los someta al consumismo extremo”.Por lo pronto, los fetichistas del nuevo milenario no estarán faltos de objetos. Podrán elegir desde botellas, ceniceros, joyas, libros hasta calzoncillos y corpiños estampillados especialmente con el 2000. Un conocido fabricante francés de ropa abrió en el centro de París un negocio “Milenio” donde se vende, sólo hasta el 31 de diciembre, “ropa efímera para atravesar lo que queda del año”.

 


 

De Buenos Airesal fin del mundo

Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) De a poco Buenos Aires comienza a deshacerse del ‘99 e intenta aún cumplir ese decreto global que reza “festejarás con exageraciones la gran fiesta del fin de milenio”. Entre una diáspora que no fue por culpa de la temporada turística más cara que recuerden los operadores y las mayorías que se quedan en la ciudad o sus alrededores, difícil abstraerse de “la” fiesta y esa idea de que los fuegos de artificio deberán ser poco menos que los de la distanía Ming. Por si acaso, para los que busquen una diferencia a la hora de estrenar siglo marcha una lista de ofertas que van desde el retiro con los íntimos, a quintas del conurbano, a los restaurantes que promueven cenas in vitro, el democrático corte de calle de La Tribu y cierta omnipresencia de la escena electrónica –que llega hasta una rave en el Uritorco–. Algunos pantallazos de lo que podría ser. Datos que apenas pueden leerse como a cañitas voladoras en el horizonte del dos mil.Sin tener que tomar esos incómodos aviones y soportar las familias turísticas; o viajando mucho más cerca que a la pretenciosa Nueva York, por ejemplo, se puede buscar la algarabía milenaria en el campo de Polo. Será allí donde Deep Dish, el dúo iraní radicado en Washington que con una música mezcla de Medio Oriente y house gira por el mundo como estrella de la cadena de discos inglesa Cream, hará bailar pasada la hora cero del 2000 a unos cincuenta mil dancers. Para los clásicos “estones” sería mejor abstenerse a pesar de lo gratis del convite. Hasta las ocho de la mañana una rave con láser, pantallas, sonido de última generación estará en conexión con otras ciudades del mundo a través de la red, espiando otras pistas alusivas. Las insoportables aglomeraciones del fin de año esta vez serán apenas peor que siempre. La culpa es de los desorbitados precios hoteleros, aéreos y hasta de los souvenirs que triplicaron sus valores en los sitios más deseados para el minuto cero: New York, París, Río, Miami, Las Vegas (en orden de éxito). Contra todos los pronósticos, todavía quedan pasajes para las grandes ciudades, aunque pocos y caros. Claro que, si hubo un destino exitoso, ése fue el fin del mundo. La exótica Ushuauaia –lugar que por austral resulta la última frutilla del ponche para americanos y europeos– resulta hace dos semanas el único punto hacia el que ya no quedan vuelos ni habitaciones. El festejo en la propia aldea organizado por el gobierno porteñoserá descentralizado: los fuegos de artificio serán aquí y allá, en 16 distintos barrios porteños donde se gastarán los cohetes del presupuesto local, como para que lo disfrute más gente, menos amontonada y sin alejarse tanto de casa. Desde la propia, en placita Serrano, Los atrevidos por costumbre de Palermo piensan saltimbanquear hasta la Costanera Sur, donde planean ver el primer amanecer del nuevo siglo. Entre las anticipaciones y la espera, quienes este año colmaron la confitería Ideal, el 17 de diciembre pueden hacerlo con pista al aire libre en un club del bajo en Vicente López, adonde pueden llegar entre cinco y siete mil personas, no sólo amantes de la furia electrónica. También se incluye allí “una pista grunge menos enferma” y el correspondiente Chil Out para el sosiego a orillas del río. Más heterogéneo, desde una propuesta de “diversidad en un espacio público”, FM La Tribu corta por octava vez la calle: música a pedido en clave Mano Negra o rock latino, lugar de encuentro oficial de los Hijos, vecinos revoloteando cohetes en mano, amable tumulto. A fin de año, los que no van a tener paz son los tres mil que colmen el Luna Park donde además de láser, shows, pitonisas, mozas futuristas, tambores, lluvia de estrellas de cotillón, tendrán al Puma Rodríguez cantando ésa de “hay diosito santo bajámela del cielo”, a 300 pesos el cubierto, en una especie de remake del casamiento de Diego Maradona.Parece que la velada no alcanza la convocatoria esperada. Un shopping sortea como promo fin de milenio un centenar de lugares a la diestra de Lecture. En el extremo de los que preferirían un retiro a internarse en el zafarrancho figura la alternativa de las quintas. Por 900 pesos se alquilan del 30 de diciembre al 2 de enero para grupos que decidan compartir gastos. Hay otras, fáciles de conseguir por clasificados, que por cien per cápita ofrecen hasta la serpentina a quienes estén dispuestos a compartir el Carnaval carioca con desconocidos, claro que all inclusive.Pero la fiesta no termina la misma noche que comienza el 2000. La Ideal Party se proyecta como la continuación de la rave de Deep Dish. Será durante 48 horas a partir de la mañana del 1º en la confitería de Suipacha, esta vez con sets de restaurantes étnicos para almuerzos y cenas, además de una cadena de DJs, confirmando que lo electrónico es favorito. Una de las propuestas es a 850 kilómetros de Buenos Aires, en Capilla del Monte. Frente al cordobés cerro Uritorco, habrá una fiesta a 1200 metros de altura, en un sitio llamado Agua de los Palos, desde donde con la música de la Urban Groove se danzará todo el primer fin de semana del milenio, entre carpas, chapuzones en una pileta y bautismos en parapente, en pos de algún éxtasis, suspensión extraterrestre con el 2000 a los pies.

 


 

LA MEGAFIESTA EN LONDRES A ORILLAS DEL TAMESIS
Por una vez, el desparpajo

Página/12 en Gran Bretaña
Por Marcelo Justo Desde Londres

t.gif (862 bytes) La histeria del milenio se avecina y con brasileño desparpajo los británicos juran que su fiesta será “la más grande del mundo”. La fiesta se celebrará en el gigantesco “Dome” (Cúpula), un edificio con forma de hongo, situado a orillas del Támesis, en la longitud cero del meridiano de Greenwich, y dividido en 14 zonas de exhibición que resumen la aventura humana de los últimos mil años. La inevitable reina Isabel y el primer ministro Tony Blair encabezarán la lista de figuras públicas que ocupará la mitad de los 10 mil sitios reservados mientras que la otra mitad será para gente “común y corriente”. “La fiesta más grande del mundo” no será el único espectáculo que se celebrará en la capital inglesa. El Centro de Londres se vaciará de vehículos y se llenará de shows callejeros entre el 31 y el 1º gracias a una veda del transporte de toda la zona turística que los utópicos quisieran extender para el resto del próximo milenio. Los normalmente mesurados británicos están plenamente capturados por la fiebre del milenio y calculan con hiperbólico entusiasmo que “la fiesta más grande del mundo” será seguida por televisión por unas mil millones de personas, es decir un sexto de la humanidad. La fiesta comenzará a las siete de la tarde del 31 con la llegada en autobuses especiales de unos 700 dignatarios y un contingente de los “comunes y corrientes”, entre los que habrá, como en una galería de fenómenos exhibidos ante la aldea global, dos grupos de mellizos que cumplen años el 31 y dos ancianos de 103 y 101 años. La reina Isabel arribará a las 10 de la noche a bordo de la nave real “Milenio de la Paz”, que cruzará el Támesis para ser recibida al pie del “Dome” por una salva de 21 cañonazos.Unos 500 músicos amenizarán la velada de la familia real, la familia política, la familia británica y la televidente. Mientras, entre el puente de la Torre de Londres y el de Vauxhall, que abarcan el centro de la capital inglesa, se celebrarán espectáculos que, según se calcula, atraerán a más de dos millones de personas, dispuestas a enfrentar los rigores del invierno inglés con tal de asistir a un histórico milenio.Es dudoso que una sexta parte de la raza humana se pegue a las pantallas para ver cómo los británicos se rocían de champaña en su camino al 2000, aunque la presencia de unas 80 cadenas televisivas internacionales garantizará que el espectáculo llegue a todo el planeta. El Reino Unido indudablemente quedará paralizado. Los cálculos oficiales vaticinan que del 24 de diciembre hasta el 3 o 4 de enero, en el reino se trabajará poco y nada. Economía ya calculó las pérdidas en unas 4 mil millones de libras. El comienzo de la apoteosis será a las 11.45, cuando la reina inaugure el “Dome”, poniendo en funcionamiento una serie de efectos especiales que iluminarán el complejo. Una inmensa representación del cuerpo humano, una zona virtual para viajar por las diferentes religiones del mundo, un viaje intergaláctico y una historia de los últimos 1000 años de Gran Bretaña son algunas de las 14 zonas del “conocimiento humano” que forman la cúpula, cuya área central tiene la extensión de la Trafalgar Square.A pesar de la prometida fanfarria, según una reciente encuesta, no todos los británicos elegirían Londres o el mismísimo Dome para pasar de milenio. La Torre Eiffel es uno de los favoritos de los británicos que, precavidos y metódicos, vienen reservando pasajes al exterior desde principios de año. Muchos ya han decidido que, milenio o no, Inglaterra es un lugar demasiado frío para esas fechas y que los tradicionales festejos en las islas Canarias o el sur de España siguen siendo lo mejor. Entre sectores de la intelligentzia también ha surgido un burlón e irónico repudio a la histeria milenarista y no son pocos los que juran que se irán a celebrar el Año Nuevo “lejos del mundanal ruido”.

 

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