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Por Esteban Pintos Desde Rosario Andrés Calamaro se siente un sobreviviente, al final del año que seguramente --y por lo que cuenta-- ha sido el más imprevisible, doloroso, oscuro y peligroso de su vida. Así. "Igual, sigo dos pasos delante de mi cadáver, lo cual es mucho", le dijo más serio que irónico a Página/12, en la única entrevista que concedió desde que llegó a la Argentina. El músico tocó el jueves en Rosario y anoche en Mendoza y el martes comenzará una serie de cuatro funciones --con algún agregado extra, quizás-- en el Teatro Gran Rex porteño. Calamaro, que privilegia el "nosotros" al "yo" para referirse a sus acciones y pensamientos, habla de 1999 como un año intenso y duro. "Fue muy difícil, mi vida dio muchos saltos, vi cosas que problablemente la mayoría de la gente no haya visto en su vida y nunca vaya a ver. También fumé algunas de esas cosas... Realmente tuvo muchos momentos de vida marginal", arranca. Continuará largamente, en una suerte de monólogo catárquico en donde, sólo interrumpido por algún comentario o mínimo esbozo de pregunta, dejará en claro qué piensa de las drogas (y él), de algunos de sus notorios colegas, amigos, ex amigos, enemigos y competidores. Así como bravuconea duro para referirse a Charly García, suena ofendido por la indiferencia de Luis Alberto Spinetta. Así como se declara el heredero del trono de los Redondos, acepta que "los Fabulosos hicieron un mejor disco que el mío este año". Así es Calamaro. Más que nunca, la sensación tras sus palabras es tomarlo o dejarlo. En cada frase, parece haber (lo hay) algo brutalmente honesto. --Empecé el año en una oscuridad total, intentando terminar el disco interminable. En marzo lo terminé, salimos de gira con Dylan y yo no estaba en condiciones de hacer buenos conciertos, pero sin embargo era una gira que quería hacer. Fue inolvidable, por decirlo de alguna manera un poco cursi. Lo increíble es que al mes siguiente volví a Buenos Aires con ánimos de presentar el disco y, sin embargo, me encerré en un estudio para grabar más. Estábamos más locos que nunca, grabando canciones, escribiendo otras nuevas, registrando muchas versiones de rock y de todo. Volví a fines de mayo, junio, totalmente despistado con mi vida, pero con un compromiso de una gira por delante. Hice un ¡clic!, un ¡clic! antiguo y volví a armar este sexteto. La gira salió buena, dejé de consumir drogas duras y retomé una vida familiar, un poco más serena en la teoría. Tuve unas vacaciones, y no sabía yo lo que eran unas vacaciones ni cómo ser turista --sólo sé ser turista en Buenos Aires--, pero no sabía cómo iba a irme. Me las banqué bastante bien en la Costa Brava, cocinando mucho pescado a la parrilla. Y entonces lo invité a Alejandro Rozitchner y empezamos a hacer juntos un libro en base a conversaciones, que fuimos corrigiendo, manipulando, recortando y que vamos a presentar con formato de novela. En setiembre hice un poco de ensayo y empezamos con esta última gira. Y recién para el último concierto en Madrid, la semana pasada, me di cuenta de que lo que intentaba ofrecer al público era un balance entre entrega y desprecio. En el mejor sentido, en el sentido torero, como cuando le gritaban al Beto Alonso "¡humille, maestro, humille!". --Las interpretaciones críticas sobre Honestidad brutal giraron siempre en torno de la cuestión privada, su cuestión privada, como eje de una obra densa y dolorida. ¿Coincide con esa visión? ¿Le molestó? --No puedo contar toda la verdad, porque soy un caballero, soy un canalla también... Pero preferí mantener silencio y dejar que se corra esa bola por respeto a otros posibles implicados en esta historia, que no era una, que eran muchas. Creo que escribí las mejores canciones de la Argentina menemista, que se termina ahora mismo, que son "Clonazepan y circo" y "No tan Buenos Aires". Escribí, a veces en colaboración, las mejores canciones sobre las drogas, "Son las nueve", "Ay" y "Veneno". Recibí el apoyo musical de Mariano Mores, de Virgilio Expósito, de Pappo, de Ciro Flogliatta, de Patán, de Valentino, de Los Auténticos Decadentes y de Maradona. Y Spinetta sigue sin darme la hora... --¿Alguna vez se la dio? --¡Sí! Hace quince años el flaco fue un gran defensor mío. Hace poco nos encontramos, porque yo grabé en La Diosa Salvaje, y pude comprobar que su magnetismo y el aura que lo rodea están intactos. Lamento mucho que esta gente que yo quiero y respeto, como son el Indio Solari y Spinetta, no quieran colaborar más conmigo. Ricardo Iorio fue más claro. Me dijo: "A vos te faltan cuatro años para poder tocar conmigo". Y cuatro años pasan... Con todo el respeto, y además el cariño que tengo por mis colegas, creo que solamente Los Fabulosos consiguieron grabar un disco mejor que el mío este año. También lo digo porque los quiero... También Honestidad... me puso a mí como en una especie de sitio de malditismo, muchos sectores de prensa y artistas en España me dieron un lugar de respeto que antes no tenía. Loquillo, Gerard Quintana, Sopa de Cabra, Los Rebeldes, Fermín Muguruza, Gabinete Caligari, Enrique Bumbury. --De esto se desprende que siente que lo tratan mejor en España que en Argentina... --No sé cómo me tratan en Argentina, pero... Para mí este último año y medio, dos años, fue muy difícil tener una vida social, más bien tuve una vida marginal. La verdad es que estuve en lugares que nunca nadie vio en persona. No he leído en algún libro de rock ni había visto una película de rock algo parecido a lo que fueron mis meses durante y después de Honestidad brutal. Y no puedo arrepentirme. Ahora llegué a Buenos Aires y en dos días ya me había dado cuenta de que era el momento del relevo. Siento que los Redondos, después de tantísimos años de tocar más de todos los años que yo llevo tocando, y frente a la dificultad de hacer conciertos con normalidad, dejaron un espacio para el relevo que diez años atrás parecía imposible. Y que es para mí. Creo que somos los mejores... --El tema favorito de la opinión pública rockera argentina fue la "Batalla de los solistas". Los discos de Páez y Cerati salieron un poco después que el suyo y se hizo inevitable la comparación... --Es para bien con respecto a Gustavo, a Fito y a mí. Fito tiene dos años menos que yo, problablemente Gustavo un año más que yo. Yo los miro y tengo que pensar que, si ellos siguen aguantando, entonces tengo que seguir tocando. Siempre tuve un gran respeto por los dos, y me permito la insolencia de invitarlos a pelearse por el segundo y el tercer puesto. Es decir, creo que escribí suficientes canciones en los noventa como para poner dar mi propio veredicto y no tener que leerlo en la Rolling Stone. --Y también se habló mucho, este año, de otra cuestión. Más bien personal, pero inevitablemente pública. ¿Tiene algo para comentar? --Por buena educación y por respeto, prefiero no salir a contar toda la verdad. Sencillamente diría que Charly, como toda su vida, hizo cosas que en el rock, y posiblemente en la vida de la gente común, están totalmente prohibidas. La participación de una mujer en este caso fue totalmente casual. No fue ese problema, pero hay cosas que no se pueden tolerar. En la cárcel las dos peores cosas que te pueden decir son "buchón" y "maleducado". Yo, si fui maleducado, no me di cuenta, pero jamás fui buchón. Ni mucho menos por cuestiones tan miserables. Bueno, siempre es miserable la vocación de buchón y de delator. Para mí, Charly es eso. Y además, muy mala compañía: los músicos que tocaron con él están muertos en vida, no parecen ya músicos... Charly sigue condenado a muerte, no levanté la condena. Mientras yo esté en Argentina, que probablemente sea por muchos meses, le recomendaría que no salga de su casa.
ASI ES EL SHOW QUE SE VERA EN BUENOS AIRES Andrés Calamaro y su banda llegaron a Rosario un día antes del show con un único objetivo concreto: ensayar. ¿Qué? Atención, que será el comentario generalizado de la comunidad rockera porteña después de las funciones del Gran Rex. Andrés Calamaro y su banda los argentinos Ciro Fogliatta y Gringui Herrera, los españoles El Niño Bruno, Candy Caramelo y Guillermo Infante se animan con entusiasmo a una versión de La bestia pop. El jueves, en un caluroso ex galpón de Aduana del puerto rosarino, la hicieron. Antes y después, lo que se ve es una banda combativa y altanera en sus arranques de rock and roll, tanto como reposada y ajustada bajo el formato acústico. En escena, Calamaro es canchero, pero no sobrador: va y viene por el escenario, introduce extensamente sus canciones y músicos, como buen enciclopedista musical brinda su versión de la historia cita, desordenadamente, pero con pasión de fan, I shot the sherif, Ruby tuesday, El día que me quieras, Wild flowers, Mariposas de madera, Naranjo en flor, Rock and roll y encolumna las canciones de Honestidad brutal y Alta suciedad (con pocas referencias a Los Rodríguez y su profundo pasado solista) con una sagacidad tal, que es capaz de mantener tensión y atención permanente de la audiencia.No estoy tocando las canciones que se difunden por radio, ni tampoco Mil horas o Sin documentos. Entre el público y yo elegimos otras canciones de difusión, comenta el protagonista. Por cierto, para los show del Gran Rex, se esperan las presencias de Pappo, Ricardio Iorio y Diego Maradona. A propósito: en el show de Rosario, la versión de La bestia pop precedió a Maradona. Andrés, con su verba tan inflamada como florida, amenizó la transición entre ambas canciones con un un gran campeón sale por la puerta grande y otro ingresa, también por la puerta grande. Antes y después, se articula un sólido set de canciones en donde brillan, además, interesantes relecturas rítmicas de Alta suciedad y Flaca, potentes Mi enfermedad y Canal 69, además del dolor que conlleva una letra y música como las de El día mundial de la mujer.
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